jueves, 21 de agosto de 2014

Micro y Macro, qué hago con la historia.

Por Guadalupe Podestá Cordero




Los humanos vivimos una historia micro, la personal, la propia, esa historia que nos hace ser quienes somos, compuesta de una prehistoria -que es la historia familiar- y un presente que es la historia que hacemos desde que salimos de la panza de mamá.
Siempre se ha procurado entender a cada persona con su historia, comprender sus atravesamientos y experiencias, pero, inevitablemente, hay una pieza faltante. Así revolvamos en el universo vincular de esa persona o de ese grupo, hay piezas faltantes.
¿Qué pensamos cuando nos paramos frente a la idea de “la historia”? Cada uno tiene una, la llevamos en nosotros, la hacemos a cada momento, pero la realidad, es que, cuando hablamos de historia nos parece algo grande, inalcanzable y sobre todo larguísimo.
¿Podemos pensar la historia de cada uno de nosotros como un hecho aislado, como un algo súbito en el latir del universo? ¿Hemos sido generados, acaso, sin un contexto histórico social?
Cuando nos toque mirarnos al espejo de los ojos del otro, deberemos entonces, evitar ver la historia en común, si somos coetáneos esquivaremos pertinazmente los recuerdos generacionales. Olvidemos las modas, los ciclos, los hábitos, los lugares que ya no están, no preguntemos si fuimos a tal o cual colegio, evitemos el “…Te acordás de…”.
Una vida es una historia tejida por miles de otras, una historia humana nace de otras, y es más la historia de ese bebé o esa beba que nacen, surge de los motivos, razones, motivaciones y circunstancias de quienes cumplan el rol de padre y madre orgánicos (ya que los de crianza pueden ser otros, y también la historia de estos conforma la historia base del niño/a).
Cuando nos planteamos sumergirnos en la historia del lugar donde nacimos y donde vivimos, del país,  debemos recordar que hay historias e historias manipuladas, pero que todas ellas nos tejen.
La mayoría de los padres han trabajado para alguien, hasta que han podido independizarse, las leyes que los protegían como trabajadores nacieron por el esfuerzo, la lucha, de alguien o de un grupo de personas, la lucha obrera no nació como un hongo en el cantero húmedo, cuando miramos al pasado encontramos claves de nuestra propia historia y en ello está la clave fundante de la identidad de cada uno y de allí el tipo de vínculos que se establece con los demás.
La historia no aburre, asusta, y asusta porque a alguien le importó que asuste.
Aquello que nos da miedo será esquivado, borrado, expulsado del pensamiento.
“A mí que me importa lo que pasó en la conquista, yo nací hoy” escuche una vez en el colegio, claro, el nació de los conquistadores, se comió el cuento de que por blanco estaba salvado y listo, porque en un mundo global no hay necesidad de pensar en el origen, pero cuando le tocó cruzar el mar para ir a la tierra de su bisabuelo, se encontró con que era un negro sudaca más del montón. ¿Y entonces? Entonces tocó comprender que los invasores nos seguían viendo igual, como subhumanos que existían para servirlos. Empezar a ver la diferencia entre la inmigración de trabajadores y campesinos que huían de las guerras o el hambre y los conquistadores, venidos a invadir y saquear para la corona y para sí mismos.
Comprender que no somos una brizna ajena a la historia es complejo. Nuestros hábitos tienen una raíz histórica.
Si tus abuelos huyeron del hambre de posguerra entonces no te permitirán dejar nada en el plato y guardaran para mañana, porque puede no haber. Cuanto abuelo o abuela español pedía que la tortilla se vuelva, y vos dirás que no sabés lo que es… “cuando querrá el dios del cielo que la tortilla se vuelva, que los pobres coman pan y los ricos coman mierda” dice la copla  que enfurecía a patrones y reyes.
O tal vez te fascinaste con una nueva expresión de espiritualidad, a la que si desmenuzas, descubrirás que está llena de modelos rituales ancestrales, pero ¿Cómo comprender esas formas rituales si no conoces el contexto socio político y económico de ese momento?
Moreno, Jacob Moreno, decía que el “Yo” es una formación sociocultural, es decir el sujeto no es sin su historia.
Cuando, en nuestro país, una persona que fue apropiada (alguien que fue robado a sus padres por los genocidas y entregado a personas elegidas por ellos, con la consecuente falsificación de su identidad) recupera su nombre y toma contacto con su prehistoria, suele ser que descubre la razón de ciertos gustos personales y la masa germinal de sus inspiraciones, pensares y haceres. La historia es la validación de quienes somos.
Pero ese contacto no es simplemente con lo que hace a nuestros lazos sanguíneos, hay información transgeneracional, generacional y actual que conforma nuestros atravesamientos. Frente a esto no podemos evitar volcar la mirada al quehacer grupal.
El grupo (cualquiera sea) está atravesado por las vivencias particulares de quienes lo componen, eso forma un tejido de sentido que impregnará el hacer, tanto el hacer constructivo como el nocivo. Digo, las adicciones comienzan con un contexto social, familiar y vincular determinado y, por ejemplo, no es lo mismo analizar el alcoholismo en 1960 que durante la crisis de 2001. Porque las circunstancias son diferentes.
No podemos analizar la violencia en Missouri sin conocer la historia del racismo estadounidense, ni podemos hablar de trabajar con grupos pertenecientes a nuestras naciones ancestrales si ni siquiera sabemos cómo era el continente antes de la invasión española y como fue después de ella, en la conformación de nuestra patria grande con sus repúblicas.
Como hacemos para sanar el tejido social si no sabemos cómo es la rotura, ni cuando se inició. Tal vez ni siquiera se tome en cuenta la cantidad de divisiones que aún mantenemos en nuestra sociedad. Cuando el otro es tan otro que no me puedo ver en él y ni siquiera soy consciente de que compartimos el mismo presente y la misma génesis histórica ¿Cómo lo ayudo? ¿Cómo ayuda un aculturado a otro?
Lo que somos está determinado por nuestra microhistoria que está atravesada y enmarcada por una macrohistoria que es de todos.
Aprender a relacionar es la vía más efectiva para poder comprender el vaivén de la dinámica grupal, ya que nadie surge en blanco.
Hace mucho había una revista, que no era de mi agrado, salvo por el título, se llamaba “Todo es Historia”, y si, aunque se empeñen en evitarlo, es así. Porque tu historia, más la mía, más la del resto hace la historia de un país, que sumada a la de los demás hace la de un continente que unido a los otros hace el mundo.
Comprender el macro para ver lo micro, es un camino útil para no ser devorado por el globalismo mentiroso de la historia inventada.
Saber quiénes somos nos hace fuertes y si además sabemos de qué venimos, mejor.

Vernos en el espejo del otro y salir andando para poder sanar las distancias es una inmensa clave, porque cuando un pueblo ignora su historia camina hacia la enfermedad de la eterna dependencia y de ella al fin hay un paso mínimo.or guadalupe pdestá Cordero