Vivimos en una época en la que los medios dominantes nos
dicen lo que está bien o mal decir o pensar.
Cuando alguien hace una puntualización es marcado,
condenado, estigmatizado y señalado como alguien que respalda la muerte.
Nos duelen las victimas de París, pero parece que por ello
no se puede hablar de las víctimas que en el resto del mundo mueren cada día en
distintos ataques, ya sean estos, de grupos extremistas o de países
terroristas. Si, leyeron bien, países terroristas.
Cuando el ejército de un país, o varios, invade tierras
ajenas matando a cuanto se cruce en su camino ¿No es eso terrorismo? La excusa
de “armas de destrucción masiva” inexistentes, el hecho de acusarlos de
conspirar contra “libertades” –que sabemos son del imperio- con guerras
preventivas. El hecho de saber, porque el que diga que no lo sabe miente o ha elegido ignorar exprofeso la
información, que esas incursiones están armadas para que empresas globales
monopólicas abran nuevos negocios y se enriquezcan a partir de la miseria,
destrucción y muerte que las tropas dejan a su paso debería ser causa
suficiente para que gritemos y accionemos públicamente en repudio, pero no.
La reacción se expresa sólo cuando los ataques son a
occidente.
Hoy a la mañana escuché a un periodista, en un medio que no
pertenece al monopolio ya conocido, hablar de la larga tradición de respeto a
los derechos civiles de Francia, pero se olvidó de algo, esa tradición tan
larga es hacia los propios y específicamente hacia la burguesía. Los pobres
franceses no gozan de esa maravilla republicana, tampoco la gozaron los muertos
en sus incursiones en África, Asia e incluso América. Esa larga tradición no se
vio ni en Argelia ni en Vietnam, tampoco en el Congo o en Guayana, México y demás
zonas que sintieron sus botas sobre sí.
Con esto no digo que se merecieran ataques, ni siquiera
hablo de vueltas kármicas, sino que a la hora de hablar debemos ser justos.
Desde hace años, cuando se habla de terrorismo se le adjunta
islámico ¿no hay terrorismo en otras religiones? ¿En serio? Lo pregunto porque
al no profesar ninguna de las grandes religiones (aunque sí me he dedicado a
estudiar sobre ellas) por ahí se me escapa el dato y resulta que la
estigmatización constante tiene razón de ser.
De pronto nos hemos olvidado que hay capacidad de terror y
asesinato en prácticamente todas las religiones y ámbitos, de hecho los
genocidas argentinos estaban respaldados por un sector de la iglesia católica
¿o no?
¿No será que se nos escapa que los que encabezaron la marcha
de París son cabezas de OTAN? No será que es una nueva justificación asesina,
como muchas anteriores, como Pearl Harbour, como tantas operaciones de falsa
bandera que se realizan para generar la coyuntura necesaria para seguir
justificando ataques.
Con esto tampoco estoy diciendo que no haya grupos
terroristas, los hay, pero el terrorismo tiene múltiples versiones, desde la
versión con bombas y tiros hasta el terrorismo económico, hay todo un escenario
plagado de múltiples opciones.
Lo que digo es que no nos estamos fijando en el panorama
completo, y que además no se toman en cuenta todas las víctimas, sino el
porcentaje que conviene a los que tienen el poder de fuego. No nos estamos
cuestionando quien es el que le da armas y recursos a esos grupos para hacer lo
que hacen en el momento que le conviene a los dueños del derecho a veto de ONU,
a esos que cuando se los cita a dialogo o se les dice que detengan ataques
demenciales se hacen los sordos.
Las muertes son muertes y son dolorosas, pero ¿cuántos
mandatarios caminan del brazo en África, cuantos piden justicia con lágrimas en
los ojos por los millones de muertos que deja el terrorismo económico cada año,
cuántos son los que reconocen que Europa sumió en el hambre pueblos enteros y
que ahora deberían hacerse cargo de subsanar el daño causado durante siglos?
Si, ya se, lo mío es utópico, pero no lo puedo evitar, yo
quisiera que se comprendieran las implicancias de los actos y se buscara la
forma de revertir lo que ellos mismos han hecho, porque eso sí sería un acto
digno de amor a la humanidad, pero los poderosos , los dueños del armamento
global, los que deciden la economía del mundo, la macro economía, los duelos
del “mercado” – esa idea endiosada por algunos economistas- esos no aman a la
humanidad, sino que la ven como la mano de obra que usarán.
Las coronas europeas han expoliado pueblos desde que
descubrieron los viajes, se han enriquecido a costa del sufrimiento ajeno. Sus
pueblos no han sido mucho mejor tratados, porque no se engañen, no es que son
buenos puertas adentro y malos puertas afuera, los trabajadores de sus países
no la han pasado bien, sólo que se ha procurado que los esclavos sean otros,
esos otros a los que consideran inferiores y entre los que, sí, acertaron,
estamos nosotros, los sudamericanos y los originarios de todo el continente.
A veces quisiera poder comprender qué se mueve en la cabeza
de alguien que llena de bombas el cuerpo de una niña para estallarlo en un
mercado, pero también quisiera comprender que hay dentro de los que deciden la
expoliación de esos países.
Nigeria exporta, si exporta, la industria petroquímica, de
la que Nigeria es el principal productor africano, refinerías, así como en
fabricación de automóviles, algo de industria pesada y mejora de puertos y aeropuertos.
En abril de 2002, las reservas estimadas de petróleo de Nigeria alcanzaban los
15.600 millones de barriles, y las de gas natural los 3 billones de m3.
Del resto de la actividad económica destaca el cacao, al que se dedica la mitad
del suelo cultivable y que constituye otra parte fundamental en el capítulo de
exportaciones. Posee yacimientos de carbón, mineral de hierro y estaño. ¿Me van
a decir que no hay razones para que los países más poderosos de la economía
quieran ese territorio y que los actos terroristas allí no son para darles la
justificación de entrada militar con guerra preventiva?
Tomarse el trabajo de ver qué produce cada país de los que
se vuelve noticia gracias a las masacres y al terrorismo, encontrarán un
panorama económico más que interesante sobre el origen de las guerras
religiosas y no religiosas.
A muchos no les gustará leer esto, pero a veces hay que
pararse a mirar el mapa para comprender lo que corre en el trasfondo y
contextualizar con la historia y la actualidad para poder tener una imagen
completa.
Desde la integridad humana uno no puede abstraerse del
dolor, menos siendo argentina, vivo con la plena conciencia del horror que dejó
la dictadura, de la maldad de las dictaduras anteriores (que la epidemia de
poliomielitis no se haya podido evitar porque, los asesinos del ‘55, tiraron
los pulmotores porque tenían la inscripción de la fundación Eva Perón es un
acto de maldad supremo), pero me resulta irritante y de verdad me enoja
escuchar, como me ha tocado en algunos medios, a sociólogos decir que no
sentimos dolor por la muerte porque aquí se sigue valorando al Che (médico que
además de combatir en Cuba ha hecho de todo para expandir la ayuda humanitaria
a los lugares del mundo donde hacía falta), que nos volvemos insensibles porque
no buscamos parecernos a Francia ni a Europa Occidental –porque por primera vez
usamos nuestros propios modelos sociales y económicos- me da la sensación de
que les molesta nuestro no esfuerzo por ser chic.
Piensan que no sufrimos esas muertes, sólo porque muchos de
nosotros también recordamos a otros muertos, que parece que por tercermundistas
no tienen tanto valor conceptual.
Tal vez, tras esas condenas, se esconda la dura realidad de
saber que ellos no llorarían nuestras muertes, como no las han llorado antes.
Apostar a un mundo en paz es esforzarse por lograr que no
haya excluidos, si pobres ni explotados, es trabajar cada día para que la
justicia sea real y pareja, cuando no existan niños con hambre, ni cuerpos
mutilados por las guerras por minerales, cuando todo el bien sea para todos y
nadie haga desaparecer, mate y torture, el día que los invasores devuelvan
territorios a sus pueblos originarios, cuando las corporaciones no dominen el
mapa, cuando los consumidores cautivos se liberen y los medios no nos vendan
formas de vida manufacturadas por la industria de moda, entonces y sólo entonces,
nos sentaremos a ver un atardecer en paz.