Por Guadalupe Podestá Cordero.
La memoria no es un simple ejercicio de traer al foco de
atención algo que nos pasó. El ejercicio de recordar suele ser una forma de
conectar lo que sabemos para comprender que cartas se jugaron, quien las jugó y
sobre todo quien es el dueño del maso.
Hace 38 años alguien decidió llevar a cabo un plan de
exterminio que tendría un alcance inconmensurable y que muchas veces se analiza
pensando que querían lograr los jefes de los genocidas para ese momento
histórico y pocas veces nos planteamos la horrible verdad, ellos planearon
siempre a futuro.
Las semillas de lo que fue el horror de la dictadura 76-83
se encuentran en el pasado histórico, en el seno de las luchas
independentistas. Los señores de la muerte no surgieron de un repollo, a ellos
los parió “la pandilla del barranco” si, los traficantes de vidas y mercancías
con los que Moreno, Belgrano, San Martín y tantos otros chocaron, esos que se
empeñaron en evitar la liberación y que más tarde se ocuparon de ocultar y falsear
la historia, creando una falsa conciencia de patria, sectaria y elitista. Los
que un día soñaron con ser la joya más brillante de la corona inglesa y que con
la llegada del centenario matarían obreros anarquistas en las calles.
Ellos volvieron a comprar teorías que atentaban directamente
contra los intereses populares, en el 55 como en el 30 y en los años 60 hasta
que en el 76, de la mano de sus instructores franceses y de los señores de la muerte que impartían sus
lecciones en la Escuela de las Américas, los lacayos del poder económico
imperante se abalanzaron sobre el pueblo a realizar su festín de muerte.
Ejercer la memoria a 38 años es mirarnos en el espejo de los
ojos de aquellos a los que el poder económico internacional mató, desapareció,
torturó. Esto implica ir a revisar la historia. El daño fue grande. Grande en
ese momento y hacia adelante, ya que aún hay personas a las que la identidad
les fue robada sin piedad.
Entendamos, si una persona no conoce su identidad, no puede
elegir realmente el curso de su vida, la identidad es la que nos da el tronco
ideológico en el que basamos las decisiones de nuestra vida, todas ellas. Si
una persona no sabe quién es, de donde viene, no es libre. La profundidad de lo
constitutivo es lo que marca nuestro accionar, por eso muchos hijos apropiados
reconocían la distancia de sentimiento con sus apropiadores, otros sabían que
debían ser llamados con otros nombres, recorrer sus historias es asomarse a los
resortes de la historia.
Amanecer a un nuevo 24 de marzo para analizar lo que
ocurrió, lo que nos hicieron, quien lo hizo, cómo y por qué.
Comprender que ellos, los asesinos y sus jefes, deseaban
cambiar la vida del pueblo asesinando las conciencias, apagando toda
posibilidad de revolución y de felicidad popular, para qué fuéramos la mano de
obra barata que el imperio necesita. Toda la Patria
Grande lo padeció, no
fuimos los únicos, pero si han sido especialmente cruentos aquí y eso no es
menor.
En 1955 el golpe de Rojas y
Aramburu, se llevó a cabo para terminar una experiencia de poder popular sin comparación
en nuestra historia, se hizo “para que el hijo del barrendero muera barrendero”
en palabras de uno de sus integrantes.
Pero la conciencia seguía
encendida y creciendo, la organización obrera en las fábricas seguía viva, los
jóvenes aprendían de otras experiencias de la Patria Grande y todo eso aterraba
a la oligarquía y a sus sirvientes.
El ejercicio del neoliberalismo
posterior también estaba contemplado en sus siniestros planes. Hasta lograron
que muchos dejen de pensarse pueblo para decirse gente, lograron instaurar un
individualismo enfermante y la idea de que “el pobre” y “el negro” (como tienen
la costumbre de llamarnos a los que no somos como ellos) tienen la culpa de su
situación, una situación que ellos, los oligarcas, crearon con innumerables
saqueos, no sólo económicos, porque saquearon bienes, pero sobre todo vidas.
Hoy, a 38 años y con los juicios
que se han hecho y se seguirán haciendo hasta imponer toda la justicia
necesaria en este tema, los lacayos del pensamiento imperial siguen acechando,
ya no piden represión, ahora manipulan sembrando temor, enfermedad, odio.
Manipulan desde las sombras buscando realizar golpes blandos.
Está en nuestras manos evitar que
nos ganen nuevamente la pulseada, está en nosotros hacer que aquel gesto de
bajar los cuadros de los genocidas tenga sentido hacia el futuro, un futuro con
plena conciencia histórica, donde podamos reconocernos libres y soberanos, un
futuro en el que miremos a nuestros hermanos de la Patria Grande sabiendo que
la liberación fue lograda entre todas y todos, ese momento en el que sepamos
que realmente no volverán a sembrarnos sombras en la vida y en el alma.
Ejercer la memoria es poder
construir hacia adelante con la fuerza de los que siguen estando en el corazón
y poder decirles: compañeros, compañeras están presentes en cada acto, en cada
sonrisa, en cada abrazo, en cada lucha ganada.
Hasta la victoria siempre! Porque
seremos libres o muertos, pero jamás esclavos.
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