“Se muere mirando
el noticiero donde cuentan cómo le dan caza”
Blues
del Noticiero- Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota
Uno no debería escribir enojado, es complejo, la emoción
supera muchas veces lo que la racionalidad comprende, y toma control de los
dedos humanos que caen como impiadosas gotas sobre el teclado.
Impiadosas gotas, impiadosas como las manos de los que
golpean sin detenerse el cuerpo de un alguien al que ni siquiera conocen,
impiadosas como los pies que patean con furia a ese otro ser cuyo mayor crimen
no es el hurto, sino su propia otredad.
Cuando las sociedades se tornan brutales, siempre lo hacen
hacia otro, porque la justificación de todos sus males subyace, a sus ojos, en
una otredad que de tan otra es peligrosa.
Cada vez que desde un medio masivo se describen características
de imagen en el mundo delictivo se estigmatiza a una porción de la sociedad que
pese a vestirse similar no llevan a cabo los mismos actos.
En el claroscuro del contraste social, las miradas de una
clase a la otra nunca son de afecto. La clase media siempre funcionó como
barrera entre los más pobres y los ricos, siempre hizo de brazo armado, porque
el oligarca no hace trabajos sucios y mientras con guantes blancos saquea los
bolsillos de los ahorristas y empleados, estos, enardecidos, buscan matar al
que se roba una billetera con magro relleno.
Para los adalides de las turbas asesinas los grandes
evasores no son ladrones, los bien vestidos no son carteristas y los blancos
son buenitos “porque Dios los hizo para ser angelitos del cielo pero a los
negros los hizo para tizón del infierno”, con esa idea es que la portación de
cara hace que mueran o vallan al hospital personas, delincuentes o no, pero
personas.
Algunos voceros oligárquicos hablan de la Ley del Talión
como si estos hechos se enmarcaran en ese contexto, pero esa antigua ley
establecía que la respuesta no podía exceder al hecho que la provocó (ojo por
ojo, diente por diente), es decir que no se puede responder a un cachetazo con
un tiro, pero como nunca se han detenido a analizar lo que dicen, entonces
dicen porque lo que importa es el resultado, ese fino arte de convertir a las
personas en Michael Douglas en “Un Día de Furia”
¿Y qué hay detrás de todo esto? ¿Es espontáneo? Cuando los
medios hegemónicos hablan de espontaneidad, yo pienso en el panorama global y
en “a quién le sirven estos sucesos”.
Las derechas de nuestra Patria Grande vienen desesperadas
porque le hemos roto el juego al patroncito del norte, están temerosas de que
sus amos globales les corten el chorro de los negocios y se ofendan con ellos
por no haber podido evitar que dejemos de ser “el patio trasero” donde tiran
sus porquerías y hacen desastres. Sería muy tonto de nuestra parte no ver el
fino hilado que desarrollan con su salvaje manera hiperliminal de predisponer
sociedades, necesitan romper un eje Venezuela-Argentina que con todos los
puntos intermedios de conexión significó el avance de la región. Si caemos
nosotros de nuevo en las redes del capitalismo neoliberal y retornamos a la
servidumbre crediticia, generando de vuelta los grandes focos de exclusión,
caerá toda la región. No es que seamos el paraíso revolucionario, en eso dejé
de creer hace mucho, sino que manejamos junto a Brasil, las principales
economías de Sur.
Escuchar como desde los grandes medios se busca justificar
el accionar de la turba asesina, mostrándolos como víctimas, amparándose en el
sentido común (ese sentido que suele invalidar todo viaje intelectual y
despreciar toda capacidad analítica) del ciudadano que tiene miedo, como
sostiene un resto paleontológico que almuerza en televisión, enoja tanto como
ver candidatos que, amprándose en su título de abogados, pero mostrando grandes
debilidades en su discurso legal -aún para mí que no he transitado esos caminos
más que desde la curiosidad, pero que me ocupo de preguntar a cuanto abogado
tengo a mano- critican anteproyectos que confiesan no haber leído más que a través
de sus asesores y enarbolan mentiras sobre un sistema legal que no será
perfecto, pero que, aún en su estado de evolución existe como garantía de
legitimidad del ejercicio de la ley (no es necesario que aclare en este punto
que estoy a favor de las reformas del código penal y el civil, así como de la
democratización de la justicia como institución).
Esos que hoy hablan de estos hechos como “el hartazgo del ciudadano”
o arguyen que esto ocurre por “ausencia
del estado” olvidan ciertas cositas.
Primero, el estado está más presente hoy que hace diez años,
porque estado presente ni implica estado represivo, sino inclusivo y además el
estado es la representación legal del pueblo, por tanto estado somos todos y no
podemos considerar que todos estemos ausentes (a menos que seamos el jefe de
gobierno porteño).
Segundo, el estado actual de las cosas en una resultante de
la historia argentina, no de los últimos treinta años, sino de la completa
historia desde las guerras independentistas hasta acá, porque los patrones de
exclusión se han mantenido, con tiempos mejores para el pueblo o con tiempos
peores hasta horrorosos.
Nadie que haya leído algo que mis manos escribieran puede
ignorar mi orientación político-ideológica, en varias notas pasadas he dicho
que lo que más enervó a la oligarquía fue el carácter inclusivo de los gobiernos
de Perón (primero y segundo) y que ello llevó a la dictadura del 55, porque el
poder económico consideraba que el pueblo argentino sólo servía para mano de
obra, desde allí cada dictadura ha obrado en el mismo sentido y bajo los mismos
principios. Por lo tanto, consolidado el modelo liberal y luego neoliberal (el
de Friedman es el neoliberal) después de machacar cabezas y almas a gusto,
pensaron que ya no podía pasar nada más en estas tierra, pero pasó.
La historia tiene una tendencia cíclica que depende de los pueblos
romper, pero en esa ciclicidad era un resultado esperable que surgiera este
proceso de cambio que hoy posiciona a la Patria grande en un contexto muy
diferente al de hace diez años atrás, incluso era esperable lo de nuestro país.
Lo novedoso, realmente novedoso es que la Argentina empezó a dejar de sentirse
europea para reconocerse
Latinoamericana (en lo personal prefiero Abyayalense)
y esto fue lo que colmó la paciencia de los lacayos del poder global, ellos no
quieren reconocerse latinoamericanos porque les da pánico enmorocharse, porque
ellos no pueden pertenecer al pueblo, porque son “la gente”, no son pueblos,
son meros ciudadanos que, cuanto más cosmopolita mejor, aunque esa "cosmopolitéz" solo se aplique a los países desarrollados, aun cuando estos comienzan su
debacle.
Francamente no creo que estos arranques sean espontáneos, no
lo creo cuando repiten (los atacantes) frases de ciertos candidatos y ciertos
formadores de opinión. No lo creo porque si uno se asoma ve como es un armado
coordinado de fuera y dentro del país, no lo creo porque Unoamérica se creó
para contrarrestar a UNASUR, no lo creo porque ciertas personas visitan al país
patrocinador de dictaduras un 24 de marzo, no lo creo porque nos pintan un caos
desde los socios de JPMorgan.
El accionar de las turbas asesinas no es justicia por mano
propia es homicidio o tentativa del mismo.
No podemos ser ciegos para negar cuanto tiene que ver con
esto la contaminación mediática y la disociación psicótica que se crea en el
individuo y se refleja en los colectivos sociales, a través de los que ya
sabemos se ocupan de sembrar el miedo en las personas.
No soy una niña, no creo en los reyes magos, por tanto no
voy a negar que el delito existe, pero créanme, en el país de la tolerancia
cero de Giuliani, la tasa delictiva es más alta y con tendencia creciente.
Mientras sigamos mirando a la justicia como un factor
represivo, mientras las cárceles sigan siendo lugares de punición y no
correccionales, mientras no mejoremos nuestros programas educativos y hasta que
no logremos que cada uno tenga empleo estable, comida y salud aseguradas, el
crimen seguirá existiendo como en cada lugar del mundo.
Mientras los evasores sigan siendo considerados “vivos” y
algunos los justifiquen en los medios, mientras le compremos productos a quienes
utilizan mano de obra esclava, mientras sigamos viendo como un capo al que
cosifica mujeres, el delito seguirá existiendo.
Y no esperemos que los que integran esas jaurías que
produjeron los ataques se arrepientan, porque ellos ven al demonio en ese otro
de gorra y campera. Para ellos los negros, los pobres, los de gorra, no son
personas, son el demonio.
Será hora de empezar a desandar los estigmas que se fueron
armando desde la prensa hegemónica, será hora de empezar a comprender que por
encima de la furia personal está la ley y que es la justicia un armado social
que nos resguarda de los actos impunes y asesinos.
Si no entendemos como apareció ese otro que puede robar,
porqué roba, quien lo hizo ser así, si no podemos comprender que ese estrato
también es producto de nuestra historia nacional, regional y global, y que
además existe porque a alguien le es más que útil que esté entre nosotros nunca
podremos salir de estos atolladeros.
Cuando Chomsky habla de “problema-reacción-solución” como
una herramienta más del disciplinamiento social que utiliza el poder económico
también se refiere a hechos como estos.
Amigos, no permitamos que se justifique lo injustificable,
porque eso lleva a la naturalización del hecho y de allí a pensar en la
limpieza racial o en la supresión de derechos hay pocos pasos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario