Dicen que son tiempos violentos los nuestros, lo dicen y lo
muestran. Lo muestran hasta el hartazgo… pero ¿qué muestran? ¿Muestran toda la
violencia o sólo la conveniente? Esta semana, en Lanús murió un albañil por los
golpes de policías que lo querían arrestar por averiguación de antecedentes
(cosa que no pasaba hace mucho) la decisión de la detención fue arbitraria, la
policía de Grindetti, el intendente de los Panamá Papers, arresta obreros no evasores.
Pero eso no lo ves. Como no ves a los artesanos que en Tigre
recibieron amenazas de la policía local, más precisamente “los vamos a hacer
desaparecer” fue lo que escucharon mientras eran corridos del lugar donde
exponían.
Claro, estas muestras de violencia no son nuevas, pero,
corre en segundo plano una sensación de que estos muchachos están
descontrolados desde que la ministra de seguridad de la nación arresta
tuiteros, secuestra barriles de droga que ya estaban en custodia para su
incineración y anuncia la captura de un terrorista sirio libanés que no era
terrorista ni sirio libanés.
Por momentos la sensación de retroceso es muy fuerte, lo más
duro es que el retroceso se enmarca en una mezcla entre los noventa y los
treinta. Y es demasiado pesado para el hígado de cualquiera.
En Jujuy, la violencia institucional contra los militantes
es insoportable, lo peor es que se ven a leguas las intenciones, el reyezuelo
Morales quiere todo para la corona y la corona es él. Persigue, arresta e
incomunica a gusto, desoyendo voces internas y externas. Incauta, destroza,
empobrece, envilece sin cansarse. Pero es lógico cuando observamos el
lineamiento de acción en el escenario nacional.
Podríamos decir que lo más vil es llevar la desocupación a
dos dígitos después de 9 meses de destrucción del empleo, pero no. El modelo
del bufón imperial, es factible, sólo con sangre, para lo cual es necesaria la
militarización de la sociedad. Volvemos al viejo esquema de crear un problema para
ofrecer una solución y desde allí construir poder a partir del miedo.
Entonces te inventan lo de Zárate, donde ellos mismos
generaron el caldo de cultivo de la inseguridad que denuncian los vecinos. Y,
como a estos muchachines no les gusta ensuciarse las manos, avalan los linchamientos
y las venganzas (le dicen “justicia por mano propia” pero no lo es) para que,
parafraseando al ministro de ascienda, “el trabajo sucio” sea hecho por los vecinos.
En este marco caótico nos siguen mostrando elefantes
mientras se roban el país. En muchos casos, esas actitudes indignantes que
llevan a cabo, están creadas para que no miremos lo que ocurre en realidad, entonces
nos detenemos en la espantosa nulidad discursiva del presidente cuando en realidad
están matando trabajadores.
En Neuquén con el delegado de UPCN que recibió un tiro y
sólo se habló un ratito.
Tampoco te muestran las fundaciones truchas que le bancaron
la campaña al niño pro, ni te muestran los negocios espantosos de la importación
mientras nuestras industrias y marcos productivos se caen a pedazos, muchachos,
Argentina importa queso… si queso… mientras cierran los tambos.
Claro que los voceros del “Plan B” Massa, piden créditos blandos
para PYMES, que no se podrán pagar, porque sin mercado interno donde colocar la
producción, no hay ganancia y con pasivos no saldás un crédito.
Y atentos, que no sólo buscan robar dinero, quieren robar
símbolos del pueblo. Ahora intentan engullir al justicialismo (y convengamos
que hay esbirros que se hacen pis si un oligarca les sonríe) quieren armar PJ
Cambiemos, algo que sólo puede comprenderse desde la náusea lisérgica. “Si Evita
viviera…” dice un amigo, y yo pienso, si Evita viviera los mata a patadas, ni
siquiera los fusila para no gastar balas en semejantes payasos.
No, no somos violentos, ellos siembran la violencia.
La oligarquía y sus asquerosos sirvientes siempre se
valieron de la ignorancia y de la pobreza ideológica, la falta de sustentación
y la tergiversación de conceptos.
Ellos sólo entienden la militancia parasitaria y nunca comprenderán
el compromiso con la historia.
Si nosotros somos la barbarie ellos son los personeros del
demonio.
Todo lo destruyen, lo demostró el ministro de “Educación”
Bullritch, al elevar al lugar de epopeya la “campaña al desierto”, acto genocida
de amplias dimensiones. Bueno, pero conste, que meses antes dijo que “Soy Roca”
era su libro de cabecera. Si la vida de Roca es su Libro de cabecera ¿cuál será
su sonido preferido no? Dejen pensar… si, las bombas sobre Plaza de Mayo.
Para el gobierno actual y su clase aplaudidora, los
violentos son los otros, es decir los que se niegan a sufrir la violencia de la
exclusión y la miseria, los que se niegan a que sus vidas sean variables del
ajuste.
No estamos diciendo aquí, que los delincuentes no son
violentos, lo son, pero son hijos de una violencia mayor (eso no busca
disculparlos, sino ponernos en perspectiva). La violencia ejercida por el
delincuente no puede ser castigada por la violencia de la víctima, debe ser
condenada por los entes jurídicos de la nación, lo penal nace como una forma de
regular la fuerza vindicadora frente a una falta, porque, digamos, si me robás la billetera y yo te mato no hay principio
de justicia en ello, aunque el actual presidente diga que los linchadores son
gente sana (y entre nosotros, no lo son)
El gran problema es que nos encontramos ante una
personificación del estado en la que se criminaliza la protesta al punto de
elaborarse un protocolo antipiquetes, como si las personas armasen piquetes por
diversión.
Para los sembradores de violencia, todos somos peligrosos,
trabajadores, estudiantes, artistas… da igual, el pueblo llano es peligroso y
puede ser criminalizado. A los ojos de los personeros del poder es equiparable,
el pueblo trabajador en lucha con los delincuentes, a la hora de decidir lo
represivo.
En este marco nuestra tarea es desandar el galimatías que
han armado, a nosotros nos toca proteger a nuestro pueblo haciendo conciencia
activa, reforzando las redes que se tejen desde los afectos, volver al espíritu
comunitario para que nadie pueda caer en las garras de los hacedores de
delincuentes.
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