Nosotros, esos, los negados por la historia. Los
trabajadores que cobraron rostro, como decía, Marechal, en esas horas del 17.
Nosotros, alma de la patria, no dejamos de ser. Somos más,
crecimos, para disgusto oligárquico, como un acto de resistencia de la
naturaleza. Estamos en la historia y en la memoria popular.
Seguimos cruzando a nado los ríos para encontrarnos en la
hora decisiva de la historia popular, soñando revoluciones que algún día
llevaremos a cabo sin que nos la disuelvan los oligarcones.
En el 45 la lucha era para liberar a Perón de la prisión en
Martín García que se había ganado por pensar en los obreros. Después fue por
construir una Patria que cobije a todos y por generar industria, generarla
contra la idea del país agroexportador de la Sociedad Rural. Cuando logramos un
país de orgullo y pujanza, las garras asesinas del antipueblo se impusieron
para que “el hijo del albañil muera albañil”, para que el pueblo supiera que no
podía aspirar a doctorados ni a ser autónomo, ni a nada, se impusieron para que
los pobres supieran que sólo tenían derecho a ser pobres y que cualquier
mejoría en sus vidas era una aberración y afrenta a la “sobriedad”
conservadora.
Luego tocó luchar en voz muy baja contra la proscripción,
los fusilamientos, las desapariciones y golpizas, luchar porque estaba
prohibido decir a Perón y mentar a Eva, porque muchos pagaron con sus vidas la
osadía de reclamar la tan mentada libertad que decían traer, libertad de
morirse, porque en su afán de negar la historia, hasta los tanques de oxígeno
tiraron al río.
Más tarde, luego del Cordobazo, el Rosariazo, y más, llegó
la hora de pelear afuera y adentro, porque el aguijón imperialista había
transformado en burócratas y en furiosos
perseguidores a algunos que se dijeron peronistas, pero que pintaron de muerte
y sangre la vida del movimiento al que decían pertenecer, se nos llenó de enemigos
internos y quintas columnas persiguiendo a los más jóvenes, que habían caldeado
sus ideas con los mismos textos que el general, y con los escritos de Cooke.
Para los setenta, la mejor generación de los nuestros sería
perseguida, una parte torturada y asesinada, mentida cruelmente, ocultada y
usada de escarmiento del horror, para que nadie se atreva a pensar.
Sin embargo, cada 17 de octubre, durante todos esos años,
unas mariposas revoloteaban en el alma recordando la gesta inicial, esa movida
popular que logró la libertad de Perón y el inicio de uno de los movimientos
más innovadores de la realidad latinoamericana del siglo XX,
Esquivando la aniquilación amanecimos a los ochenta, pero ya
no era lo mismo, lo que quedó de aquella lucha, se levantó como pudo, pero esa
reconstrucción compleja sirvió para que los que éramos chicos pudiéramos vivir
el primer atisbo de militancia en democracia, podíamos cantar las consignas y
la marcha aprendidas a escondidas, empezamos a palpitar la primera elección
(aunque la verdad la lista no era ninguna genialidad, los pelofino ya nos habían
invadido de a poco) pero teníamos mística y esperanza.
Los noventa empezaron a dibujarnos la bronca, el desencanto
y la desilusión. Un presidente que se decía peronista y se desesperaba por
conducir una Ferrari y bailar con la vedette de turno, mientras iba fundiendo
la Patria, contradiciendo todo lo que Perón, Eva y cada uno de nuestros héroes y
mártires nos habían demostrado que era ser peronista. Así, con bronca y dolor, transitamos
los 90 de los yupis y la bolsa, esa etapa histórica signada por el plástico kitsch
y una banalidad que chorreaba por todos lados, hasta que el oleaje nos dejó en
las costas de una crisis que inauguraba un siglo XXI con 39 muertos por los que
nadie pagó, durante el gobierno inconcluso de De La Rúa.
Pese a tanto, los peronistas no dejamos de serlo, a algunos
nos habían desafiliado del justicialismo por exigirles posicionamientos reales,
frente a un país que se desangraba, pero, como el establishment se había hecho
cargo del justicialismo, transformándolo en un PJ liberaloso de centroderecha,
no se iban a parar a luchar al lado de los desposeídos. Que cosa, nunca vi a
seres negar tanto el numen ideológico que dicen representar.
Para cuando Néstor llegó al poder, muchos no creíamos más en
nada, estábamos más listos para mandar a pasear todo que para militar, pero,
cosa mágica, nos fue contagiando, que locura, un gobierno empezaba a hacer los
que reclamábamos desde hacía mucho, y
fuimos volviendo, como quien vuelve a casa después de un largo viaje, los que
no habían sido expulsados o no se habían desafiliado, miraban con ojos
esperanzados la novedad, los que volvíamos después de mucho, nos emocionábamos,
como nos seguimos emocionando con Cristina y con la llegada de miles de jóvenes
a la militancia, como en viejas épocas. Volvían a nuestros ojos las imágenes de
fiestas populares que ya no pensábamos ver.
Para pesadilla de los oligarcas, los peronchos, recuperamos
las calles, catábamos en plazas interminables, nos atacaron con los micros, el
chory, la coca, jajajaja no entienden nada, no es pecado viajar en micro, los
chorys nos los podíamos pagar, como las tantas cosas que se podían comprar en
las plazas y ferias, lo que los asusta enserio es ver a ese pueblo, que cada
vez que se corporiza en una avenida los confronta con la propia limitación que
tienen ellos, los oligarcas.
Los oligarcas no bailan al son de bombos, no aman en miríada,
ni toman las calles para decir su verdad.
Hace 71 años, fue aquel 17, ese, el único que nos parió a la
realidad de la patria, demostrando que no hace falta importar movimientos políticos,
porque podemos construirlos. Porque con la colaboración de Yrigoyenistas, anarquistas
colectivistas, algunos socialistas y el pueblo todo, conformamos una fuerza que
no tenía antecedentes y que hoy se encuentra fragmentada porque los que dicen
conducir se han olvidado de su origen.
El peronismo no necesita renovarse, sino repopularizarse,
volver a su origen, porque el enemigo ha vuelto a su esencia, los que hoy nos
gobiernan lo hacen como si hubiesen salteado 7 décadas y hubiesen vuelto al 30.
Entonces tenemos que volver al origen del peronismo, a las miríadas de obreros
en las calles. Así como liberamos hace 71 años a Perón, hoy deberemos liberar
al peronismo del ostracismo al que los burócratas lo condenaron.
Usemos las paredes para gritar nuestras verdades, las redes,
papelitos y lo que sea. Porque la sangre derramada no puede ser negociada, y
los peronistas hemos dado muchas veces
la vida por Perón. Que no queden en saco roto las luchas de los nuestros, son 7
generaciones de lucha, que no deben perderse en la noche del olvido
burocrático. Desliberalicemos el partido, recordemos que el peronismo debe ser
revolucionario o no ser. No nos dejemos domesticar compañeros, la vida del
pueblo nos va en esta lucha.
Volvamos, seamos millones, hay que rescatar la memoria, la
mística y la capacidad épica de cambiar la historia y sacársela del buche a los
contreras.
Venzamos, compañeros, esta vez es vencer o morir.


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