Por
Guadalupe Podestá Cordero
“Banderas en tu
corazón.
yo quiero verlas
ondeando luzca el sol o
no.
banderas rojas,
banderas negras,
de lienzo blanco en tu
corazón.”
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota
Siempre que se habla de política se asocia necesariamente
con lo partidista, la política partidista no es más que una parte de la gran
entelequia macro llamada política. Es decir que cuando alguien juzga al hacer
político por el hacer partidario, está juzgando al todo por la parte, es decir
se está perdiendo el resto del elefante, porque sólo ve un ojo.
El hacer político, es el hacer cotidiano de cada uno de
nosotros, todos nuestros vínculos, aún los sanguíneos son vínculos políticos y
esa vincularidad es la que permite que lo relacional y lo dialógico funcione
para bien o para mal, según sea la intención de los interlocutores.
La estructuralidad del pensamiento está enmarcada en el
trasfondo ideológico con el que crecimos, y el hacer político cotidiano no es
más que el reflejo en el mundo concreto de esa estructuralidad ideológica, para
que quede más claro, es una cuestión ideológica que la sopa se haga con fideos,
avena o sémola (también es ideológico que haya omitido el arroz)
Ahora bien, el partidismo implica la pertenencia a un sector
en el que el horizonte ideológico es de alguna forma afín, es la visión de lo
colectivo con respecto al reflejo de los ideales personales y grupales en el
mundo.
También la pertenencia partidaria tiene que ver con una
identificación matricial con los primeros tiempos, ya que en la madre, el padre
o los abuelos, está identificación o la negación de ella existe y la mamamos
junto con los alimentos y las primeras experiencias del mundo.
Que luego rompamos o no con ella tendrá que ver con la
movilidad estructural interna de cada uno de nosotros.
La pertenencia o no es una elección, pero una elección que
no siempre es consciente, uno no se siente de golpe radical, liberal o
marxista. Uno no amanece peronista, comunista o socialista. Hay cosas profundas
que nos acercan a determinadas visiones del hacer colectivo en el mundo.
Aceptar la pertenencia propia y que deje de ser tabú conlleva
darse cuenta de que esa pertenencia no culmina en la eliminación de la propia
vida, pero también que no nos importa el señalamiento acusador por parte de
otro.
Cuando el otro nos dice ¿Vos sos peronista? O “…claro uds
los troskos piensan así” o “Y, radical, qué querés” no lo dice desde una no
pertenencia, sino desde esa pertenencia tácita que oculta para jugar a una
imparcialidad que no existe, una mentida imparcialidad que deja a ese en el rol
de observador inmaculado que juzga sin comprometer el cuerpo.
Para muchos, reconocer la camiseta desmerece la labor
intelectual, como si el asumir la identidad y humanizarse nublara la capacidad
analítica, como si ese extremo de lejanía que tanto se empeñó en sustentar el
racionalismo nos dejara a salvo el engaño.
Pero si no juzgamos la pertenencia a un cuadro de futbol,
¿por qué si la juzgamos en un partido político?
Las pertenencias partidarias implican conciencia de clase,
incluso conciencia étnica, nuestro país no paso por el bipartidismo propiamente
dicho, el partidismo argentino es variopinto y esto nos da la posibilidad de
libre identificación personal. Pero innegablemente hay pertenencias que se
juzgan más que otras y eso involucra el hecho de como vemos al otro.
Incluso esto se refleja dentro de los mismos partidos y
movimientos, hay radicales de Alem y de Irigoyen, personalistas y
antipersonalistas, alfonsinistas y otros, radicales de F.O.R.J.A y de otras
corrientes. Hay peronistas de derecha, de izquierda, de pelo fino, peronchos y
perucas, filo peronistas y anarco peronistas, de la tendencia y de la lealtad
(y un gran arco de identificaciones dentro del movimiento). Hay comunistas de
cuatro congresos distintos más el extraordinario, estalinistas, maoístas,
revolucionarios. Socialistas de distintas extracciones. Como verán las líneas
internas en partidos y movimientos son innumerables, cientos quedaron fuera,
sino no termino de contar.
Las izquierdas son estigmatizadas salvo que se identifiquen
con el centro, las derechas también salvo que digan que son de centro, pero el
centro es la nada, porque en esto se es o no, se está o no, nadie pone medio
cuerpo en un comité y el otro medio en una unidad básica a quince cuadras.
Identificarse es un hábito común en los humanos, por la
simple razón de que da una sensación de organicidad y organización del mundo
interno en relación al contexto externo social. Es decir, nos deja el cuerpo
acomodado para hacer frente a lo que viene, y nos da sensación de contención y
claridad.
En ese proceso se mezclan amores y desamores, visiones y
contravisiones, esperanzas y desengaños. Entonces la ideología profunda, la que
anida en las entrañas aflora, sea la elección que sea, aflora frente a un
lenguaje común, que favorece esa identificación “hablemos a lo peroncho”,
“nosotros los irigoyenistas”, “eso no es pro”.
A los defensores de lo apartidario, les espanta la
identificación con un colectivo humano determinado, porque en soledad, el
individuo es más vulnerable a la programación de los modelos de explotación
(desde épocas inmemoriales), a los defensores de la antipolítica (sin
partidismos, solo antipolítica) les espanta el hacer político de la cosa
cotidiana, porque implica que el consumidor deja de ser pasivo y comienza a
elegir, la elección de uno solo es peligrosa, calculen la de un grupo que se identifica
en el horizonte del hacer, así fuese apartidario, pero el hacer social, asusta,
por eso en la dictadura 76-83 también se buscó la eliminación del fomentismo,
las sociedades de fomento, no eran partidarias, eran organizadores del barrio y
de la vida en común, entonces fueron riesgosas porque una comunidad organizada
es difícil de penetrar y separar.
Entones, ahora que hemos hecho este caminito, antes de
espantarte porque otros se identifican con remeras, pecheras, discursos o lo
que sea, pregúntate a quien le sirve que no entiendas, a quienes les sirve que
no participes, a quien le sirve tu no identificación interna con un colectivo o
varios. De esa forma y sólo así la elección que hagas como persona será un auténtico
acto de libertad política. El resto es cascara.
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