miércoles, 4 de junio de 2014

Lo partidario. Agitando los temores oligárquicos.

Por Guadalupe Podestá Cordero

“Banderas en tu corazón.
yo quiero verlas
ondeando luzca el sol o no.
banderas rojas, banderas negras,
de lienzo blanco en tu corazón.”
Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota

Siempre que se habla de política se asocia necesariamente con lo partidista, la política partidista no es más que una parte de la gran entelequia macro llamada política. Es decir que cuando alguien juzga al hacer político por el hacer partidario, está juzgando al todo por la parte, es decir se está perdiendo el resto del elefante, porque sólo ve un ojo.
El hacer político, es el hacer cotidiano de cada uno de nosotros, todos nuestros vínculos, aún los sanguíneos son vínculos políticos y esa vincularidad es la que permite que lo relacional y lo dialógico funcione para bien o para mal, según sea la intención de los interlocutores.
La estructuralidad del pensamiento está enmarcada en el trasfondo ideológico con el que crecimos, y el hacer político cotidiano no es más que el reflejo en el mundo concreto de esa estructuralidad ideológica, para que quede más claro, es una cuestión ideológica que la sopa se haga con fideos, avena o sémola (también es ideológico que haya omitido el arroz)
Ahora bien, el partidismo implica la pertenencia a un sector en el que el horizonte ideológico es de alguna forma afín, es la visión de lo colectivo con respecto al reflejo de los ideales personales y grupales en el mundo.
También la pertenencia partidaria tiene que ver con una identificación matricial con los primeros tiempos, ya que en la madre, el padre o los abuelos, está identificación o la negación de ella existe y la mamamos junto con los alimentos y las primeras experiencias del mundo.
Que luego rompamos o no con ella tendrá que ver con la movilidad estructural interna de cada uno de nosotros.
La pertenencia o no es una elección, pero una elección que no siempre es consciente, uno no se siente de golpe radical, liberal o marxista. Uno no amanece peronista, comunista o socialista. Hay cosas profundas que nos acercan a determinadas visiones del hacer colectivo en el mundo.
Aceptar la pertenencia propia y que deje de ser tabú conlleva darse cuenta de que esa pertenencia no culmina en la eliminación de la propia vida, pero también que no nos importa el señalamiento acusador por parte de otro.
Cuando el otro nos dice ¿Vos sos peronista? O “…claro uds los troskos piensan así” o “Y, radical, qué querés” no lo dice desde una no pertenencia, sino desde esa pertenencia tácita que oculta para jugar a una imparcialidad que no existe, una mentida imparcialidad que deja a ese en el rol de observador inmaculado que juzga sin comprometer el cuerpo.
Para muchos, reconocer la camiseta desmerece la labor intelectual, como si el asumir la identidad y humanizarse nublara la capacidad analítica, como si ese extremo de lejanía que tanto se empeñó en sustentar el racionalismo nos dejara a salvo el engaño.
Pero si no juzgamos la pertenencia a un cuadro de futbol, ¿por qué si la juzgamos en un partido político?
Las pertenencias partidarias implican conciencia de clase, incluso conciencia étnica, nuestro país no paso por el bipartidismo propiamente dicho, el partidismo argentino es variopinto y esto nos da la posibilidad de libre identificación personal. Pero innegablemente hay pertenencias que se juzgan más que otras y eso involucra el hecho de como vemos al otro.
Incluso esto se refleja dentro de los mismos partidos y movimientos, hay radicales de Alem y de Irigoyen, personalistas y antipersonalistas, alfonsinistas y otros, radicales de F.O.R.J.A y de otras corrientes. Hay peronistas de derecha, de izquierda, de pelo fino, peronchos y perucas, filo peronistas y anarco peronistas, de la tendencia y de la lealtad (y un gran arco de identificaciones dentro del movimiento). Hay comunistas de cuatro congresos distintos más el extraordinario, estalinistas, maoístas, revolucionarios. Socialistas de distintas extracciones. Como verán las líneas internas en partidos y movimientos son innumerables, cientos quedaron fuera, sino no termino de contar.
Las izquierdas son estigmatizadas salvo que se identifiquen con el centro, las derechas también salvo que digan que son de centro, pero el centro es la nada, porque en esto se es o no, se está o no, nadie pone medio cuerpo en un comité y el otro medio en una unidad básica a quince cuadras.
Identificarse es un hábito común en los humanos, por la simple razón de que da una sensación de organicidad y organización del mundo interno en relación al contexto externo social. Es decir, nos deja el cuerpo acomodado para hacer frente a lo que viene, y nos da sensación de contención y claridad.
En ese proceso se mezclan amores y desamores, visiones y contravisiones, esperanzas y desengaños. Entonces la ideología profunda, la que anida en las entrañas aflora, sea la elección que sea, aflora frente a un lenguaje común, que favorece esa identificación “hablemos a lo peroncho”, “nosotros los irigoyenistas”, “eso no es pro”.
A los defensores de lo apartidario, les espanta la identificación con un colectivo humano determinado, porque en soledad, el individuo es más vulnerable a la programación de los modelos de explotación (desde épocas inmemoriales), a los defensores de la antipolítica (sin partidismos, solo antipolítica) les espanta el hacer político de la cosa cotidiana, porque implica que el consumidor deja de ser pasivo y comienza a elegir, la elección de uno solo es peligrosa, calculen la de un grupo que se identifica en el horizonte del hacer, así fuese apartidario, pero el hacer social, asusta, por eso en la dictadura 76-83 también se buscó la eliminación del fomentismo, las sociedades de fomento, no eran partidarias, eran organizadores del barrio y de la vida en común, entonces fueron riesgosas porque una comunidad organizada es difícil de penetrar y separar.

Entones, ahora que hemos hecho este caminito, antes de espantarte porque otros se identifican con remeras, pecheras, discursos o lo que sea, pregúntate a quien le sirve que no entiendas, a quienes les sirve que no participes, a quien le sirve tu no identificación interna con un colectivo o varios. De esa forma y sólo así la elección que hagas como persona será un auténtico acto de libertad política. El resto es cascara.

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