Hace setenta años empezaron las operaciones mediáticas, desde
diarios y radios, hace sesenta años del bombardeo que atacó Buenos Aires y el
corazón de la patria al causar tanta muerte.
Las oligarquías odian y solo odian al pueblo, a sus
expresiones, desprecian su alegría. Todo lo reivindicativo les molesta, todo lo
que no se puede manipular, torcer y transformar al exclusivismo de “pertenecer
a los elegidos” del poder económico, todo lo que hace temblar a las elites de
los distintos ámbitos de lo social debe ser suprimido para alivio de las almas
excelsas de los poderosos.
Hoy, revivimos el odio de la oligarquía demostrado en la
desesperación de sus lacayos infames, a los que no les alcanzan las cabezas ni
las manos para atentar contra la estabilidad democrática e institucional del
país.
Con el recurso de sus patrones buitres agotado, avanzan en lo
interno queriendo anular elecciones, clausurando canales, embargando a los que
no los avalan en sus fechorías.
Pintan, desde sus medios hiperpresentes, escenarios caóticos,
llenos de dura y motivos para la rabia, esperando que salten los resortes de la
paz y todo estalle. Prefieren reventar la patria antes que perder la opción de
venderla al mejor postor, como hicieron en los noventa.
Desde sus propaladoras, surgen cada media hora informaciones manipuladas
y tergiversadas con el solo objeto de generar una incertidumbre agorera que llene
de espanto mentes y corazones.
Asistimos, en este momento a la instancia de desesperación
más clara desde hace muchos años.
El poder judicial desconoce normas exprofeso, con la idea de
desestabilizar, quieren tener ellos el poder de decirle al pueblo “hasta acá
llegaron” y en sus actos resalta esa rémora que quedó moviéndose desde la más
oscura dictadura.
Desconocen, dos jueces, la decisión del pueblo tucumano, ejercida
libremente en el voto, para favorecer a los que quemaron urnas, es la primera
vez en la historia que el que quema urnas tiene un fallo a favor, y además se
hace saltando la jurisdicción, ya que ninguno de los jueces pertenece a la
justicia electoral.
En la ciudad de Buenos Aires, el gobierno de la ciudad
clausura un canal, claro está, el canal que cuenta sus fechorías, el canal que
destapó, entre muchas cosas más los contratos sospechosos que realizó el
gobierno macrista. Y convengamos, no es que hayan descubierto un yacimiento
ultrasecreto de datos, sino que es información que surge de los propios actos
del macrismo, es decir que al reaccionar con la clausura, lo que hacen es
demostrar la razón de aquellos a los que quieren callar.
Se desesperan los sirvientes de la oligarquía porque saben
que otra vez perderán, que el niño patrón, mimado de los hiperpresentes multimedios
y las corporaciones económicas marcha hacia un fracaso estruendoso.
Como furiosos perros de guerra sin bozal ladran y babean
furiosos, mientras sus amos traman sus movidas sucias, que incluyen toda clase
de trampas para dañar el proceso de expresión de voluntad popular y sus
resultados.
Será dura la tarea de desenmarañar el enredo de trampas,
recomponer y demostrar el hilo de lo cierto, desmantelas operación tras
operación, para poder entonces llevar las cosas hacia el desenlace, que
esperamos los que no nos paramos del lado del amo, y ese desenlace es el
triunfo del pensamiento nacional y popular, el resultado es seguir conquistando
derechos aunque a ellos, los poderosos, les duela.
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