martes, 26 de julio de 2016

Eva

Por Guadalupe Podestá Cordero

Estamos en un nuevo aniversario de la muerte de Eva, estas fechas deberían ser las menos importantes en la rememoración de una vida, sobre todo de una tan importante.
Eva fue “Eva” desde siempre, aún antes de Perón, porqueconvengamos, que si ella no hubiese sido quien era, con esa potencia y esa convicción, con sus lecturas juveniles y sus ideales, con sus dolores de la pobreza y su energía de avance, al conocer a Perón hubiese sido simplemente una primera dama adorno, como lo eran todas en esas épocas. Una presencia que realza el ambiente y de vez en cuando juega a la asquerosa y siempre indigna caridad, y sólo eso.
Pero Eva no, ella era ese fuego que corre en las venas cuando se conoce la injusticia y esa convicción inapagable que sólo surge cuando se tiene claro hacia dónde se va.
Pensar en Eva no es pensar en la romanticona melodramática de “La Razón de Mi Vida”, sino en la revolucionaria de “Mi Mensaje”, el primer libro era lo que elegiría la historia oficial para descafeinarla, ni siquiera son sus palabras, pero en el segundo hay un clamor revolucionario que no tiene que ver con los tules y las gasas, sino con la potencia transformadora que incendia espíritus.
Ella era en sí misma la furia conducida hacia la construcción, imparable como río en la crecida, capaz de llevar todo dique, mitrista y liberal, por delante para bien del pueblo, para llegar a cada rincón, a cada alma, a cada sueño.
Ella, incendio voraz alimentado por la voluntad popular, es el espíritu de nuestra revolución casera, nuestra hasta la última fibra.
Por eso odiaba a los tibios, porque sabía que en ellos dormía el peligro de la ñoñería y la sujeción cultural, que es la que termina siendo útil a los poderes concentrados.
Eva, era odiada porque los que le habían querido negar la identidad y el derecho a ser quien era, por los encorsetados en ideas conservadoras, con unas tristes vidas que no dejarían tras de sí más que miseria y destrucción, esos la odiaban, los asesinos de pueblos. Y con ellos los esbirros insoportables, pobres piojos resucitados que creían parecerse al poderoso porque tenían alguito más que los demás.
Cuando se logra la igualdad de acceso a todo para todos se paga siendo odiado. Los pudientes la odiaron por ayudar a los “negros” a tener lo mismo que ellos, la odiaron por rescatar el término grasa y transformarlo en algo más cariñoso que “descamisado”.
Le decían barbaridades y le deseaban la muerte porque sabían que nunca serían amados como ella, si algo conocen las oligarquías y el gorilaje, es la envidia del amor ajeno. Será por la ruindad que les corroe las tripas, porque se saben odiados, que en su indignidad odian al pueblo y a sus amores.
Dejemos de recordar a la cuidada Eva de los tules para recordar a la que hablaba cara a cara con el pueblo, la que hablaba con los obreros y que antes de prometer estaba haciendo.
Ofende a su legado la tibieza que hoy se observa en lo que se hace llamar Peronismo, la obsecuencia de algunos de los que se quieren decir dirigentes, que seden ante la presencia lujosa del patrón con miradas hasta lujuriosas.
En un país que se debate entre volver al fondo del abismo de la mano del delirante niño caprichoso que juega con el poder, y volver a ser una patria justa, libre y soberana (como la que estábamos reconstruyendo) que se para frente a los buitres y dice no, que resulta aberrante y asquerosa la tibieza y blandura de algunos.
Eva decía que “el peronismo será revolucionario o no será nada” y últimamente parece que la dirigencia está eligiendo que sea nada, mientras las bases piden que sea revolucionario. Porque no basta con que duela la actualidad, ni que nos lamentemos por los presos políticos y la persecución con causas inventadas.

¿Puede, acaso, dudarse que Eva hubiese sido la primera en ponerse la lucha al hombro? ¿Qué hubiese hecho con un partido que observa como mueren de hipotermia 25 personas por no poder acceder al gas? En esta realidad nuestra, tan triste e indignante, donde el dinero pasa de los trabajadores a los poderosos de forma vergonzante mientras nos dicen que es para nuestro bien, la figura de Eva se agiganta, y no es la de la simple y buena mujer que amó a Perón, sino la de la compañera militante, con la mirada hecha fuego diciendo desde ese tiempo, que sobre las cenizas de los traidores construiremos la patria de los humildes.

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