¿Cuán antiguo es este concepto? Patria grande… Nuestra
tierra tuvo muchos nombres a lo largo de milenios. Llegó a nosotros, las últimas
generaciones de habitantes producto del mestizaje, con el nombre de América,
nombre puesto por el invasor.
Hace unos años se optó en asamblea plurinacional de los
pueblos originarios de nuestra tierra llamarla Abya Yala (es el nombre dado al
continente americano por el pueblo Kuna de Panamá y Colombia antes de la
llegada de Cristóbal Colón y los europeos. Literalmente significaría tierra en
plena madurez o tierra de sangre vital)
Elegir asumir que somos abyalenses, abyayalos y abyayaleños,
implica asumir en qué tierra vivimos, donde nacimos y en donde yace parte de
nuestra prehistoria como pueblo.
Cuando Evo Morales asume su primera presidencia, se da en Bolivia,
la mayor reunión de representantes religiosos, de naciones preexistentes, para
la asunción de un mandatario. Este no es un dato menor, la asunción se celebró
en Tiahuanaku, en el templo Kalasasaia, rodeado de los Amautas y de
representates de toda Abya Yala, desde el sur de Tierra del fuego hasta el
pueblo Inuit.
El despertar de Pachamama o Ñuke Mapu, por usar sólo dos de
los tantos nombres de la Madre Tierra, tuvo muchos indicios desde antes del
siglo XXi, pero este acto de asunción fue el final, en tiempos regidos por el
calendario incaico, del tiempo de sombras, para iniciar 500 años del tiempo de
la luz (tiempo de cambio = pachacuti). Esto tampoco es un dato pequeño, porque
su incidencia fue muy grande, detrás de ese acto vinieron gestos como el de
Chavez de reconocer su parte originaria al igual que su porción mulata, o el de
Correa de acercarse a su parte originaria.
Con estos pasos, nuestra tierra comenzó a cortar con la
dependencia económica, política y simbólica que aún luchamos por terminar.
Esto no implica necesariamente que cada uno de nosotros
retorne al idioma de la raíz genética que lo representa, ni que cambie sus
nombres o se deshaga de la tecnología.
Implica sí, asumir la identidad completa y terminar con
siglos de negación de la sangre.
Según los últimos estudios, casi un 60% de la población de
este país, tiene sangre originaria, entonces es tiempo de empezar a mirarnos en
el real espejo de la sangre. Con esto quiero decir que practicar el
revisionismo histórico también hace necesario comenzar a sacar de las sombras
la verdadera identidad de muchos de los y las patriotas de Abya Yala.
Siglos de visión imperial, de mensajes hegemónicos del
continente europeo, nos han segado a nuestra propia herencia. Incluso nos han
hecho creer que es más fuerte la porción europea que la abyayalense, que
nuestros antepasados bajaron de los barcos, que somos “cosmopolitas” y que trajeron la "civilización".
Michos de nosotros somos un porcentaje originario, otros
más, otros menos, otros nada y otros totalmente. Eso no nos etiqueta, pero
saber quiénes somos, y cuál es nuestra prehistoria nos fortalece porque nos posiciona
en la comprensión de las líneas conceptuales heredadas.
El tiempo interno de los descendientes de europeo es
diferente del descendiente originario y los mestizos tenemos aún otro tiempo, y
dependiendo de la zona tendremos concepciones distintas de las urgencias
vitales y aún de los procesos revolucionarios.
Esto tampoco debe ser un factor de separatividad, sino que
debe ser un llamado a la comprensión
para poder entonces afianzar proyectos que realmente produzcan una
profunda claridad de conciencia. Hemos hablado a lo largo de estos años de la
pertenencia de clase y de la conciencia de clase, pero nunca hablamos de la
conciencia de sangre y de la conciencia de tierra.
Nunca sucedió porque hemos importado paquetes de ideología
olvidando las propias (ojo esto no invalida las ideologías y métodos adoptados
en pos de procesos revolucionarios, pero si se debe marcar que no hubo muchas
readaptaciones a la realidad del lugar y de los pueblos)
Es en los pueblos andinos del norte en los que hubo mayores
experiencias de adaptación ideológica de la visión marxista a la originaria, y
eso es maravilloso, pero por estas latitudes ha costado más.
Quizá se deba a una determinación a producir un estado de
aculturación y esa determinación tiene dos grandes vertientes visibles y dos
ocultas, las visibles son: borrar la prehistoria para tener el poder, esta es
la forma en la que el invasor se aseguraba mano de obra esclava. La otra es la
del inmigrante que quería mejorar las cosas para todos con las herramientas que
tenía y sin querer quedaba cerrado en su forma de ver sin comprender las
necesidades y maneras de sus compañeros originarios.
Las dos ocultas pasan por cuestiones simples, para el
invasor, su vertiente oculta está en el desprecio que siente por el otro al
creerse superior. Para el inmigrante pasa por sentirse fuera del mundo que
conoce y la necesidad de crear un código de comprensión mutua y además por
considerar que el otro no llegó a sus “estadío de conciencia ideológica”.
Estos procesos son inevitables si vemos la historia de
nuestra Patria Grade tomando la post invasión.
Durante años, largos, se nos enseñó a pensar en los términos
del invasor, se nos enseñó a desconocer la historia ancestral, incluso se
siguió y sigue hablando de indio, término violentísimo, ya que “indio” en su
etimología significa “sin dios” (in prefijo negativo, dio =dios), y si hilamos
fino deberíamos hablar de naciones preexistentes, ya que cada cultura tenía su
ordenamiento jurídico propio, idioma, ordenamiento religioso y demás.
Pero seguimos mirándonos con los ojos del invasor, nadie nos
civilizó, las naciones preexistentes fueron perseguidas, asesinadas y
silenciadas, en el acto genocida de la invasión y la aculturación Abya Yala
perdió sesenta millones de personas, ¿grande la cifra verdad? 60.000.000 de
personas para imponer la hegemonía de las coronas europeas y de los
subsiguientes monopolios y corporaciones.
Sí, me van a decir que es difícil romper con el hábito de
llamar América Latina a Abya Yala, pero lo cierto es que a don Américo Vespucio
no le debemos nada, pero nada, y no somos latinos enteramente, tampoco
indoaméricanos, ya que como dijimos antes indio es un término lesivo y
violento. Cuando uno siente el pulsar de la identidad adentro, es más simple
elegir donde nos paramos.
Los abyayalenses tenemos una sola Madre Patria, que es
nuestra tierra, esta tierra, a la que le han impuesto una lengua, o varias, una
forma de mirar (la eurocéntrica), una religión o varias.
Debemos, frente a esta fecha comprender que aún se
obliga a los niños y niñas a olvidar sus
idiomas originarios para hablar sólo castellano, lo cual es terrible, ya que
las escuelas bilingües son las menos (salvo que sean castellano – inglés) que
aún hay gente presa porque no se puede defender ya que en los tribunales no
trabajan traductores de quichua, guaraní, mapuche y demás al castellano, que
aún hay grupos religiosos que sólo prestan ayuda a los que se convierten a su
fe, negando la validez de la religiosidad originaria.
Reconocer todo esto no significa negar la herencia de los
que somos mestizos, no, nada de eso, pero si igualar en valor, porque valen
tanto mis abuelas hijas de italianos como mis abuelos hijos de originarios, y
mis raíces más lejanas entre africanos, zíngaros y demás.
La identidad se construye tomando todas sus partes, un árbol
sólo crece cuando todas sus raíces están fuertes, y las revoluciones son reales
cuando los pueblos tienen la entera conciencia de quienes son y donde están.
Este 12 de octubre recordemos a nuestros muertos a mano de
los invasores haciendo honor al suelo que amaron, reconociendo todas las partes
de la raíz, llamando a las cosas por su nombre, que tuvimos suficiente mirada
aculturada.
El 12 es el día en que nuestros originarios iniciaron la
resistencia, este 12 iniciemos la revolución interna real. Seamos de una vez
nosotros mismos.
Jallalla Pachamama, Yapay Ñuke Mapu!!!!

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