sábado, 12 de octubre de 2013

Un 12 de octubre en Abya Yala

Por Guadalupe Podestá Cordero

Vivo en Argentina, nací en este suelo, parte de la Patria Grande.
¿Cuán antiguo es este concepto? Patria grande… Nuestra tierra tuvo muchos nombres a lo largo de milenios. Llegó a nosotros, las últimas generaciones de habitantes producto del mestizaje, con el nombre de América, nombre puesto por el invasor.
Hace unos años se optó en asamblea plurinacional de los pueblos originarios de nuestra tierra llamarla Abya Yala (es el nombre dado al continente americano por el pueblo Kuna de Panamá y Colombia antes de la llegada de Cristóbal Colón y los europeos. Literalmente significaría tierra en plena madurez o tierra de sangre vital)
Elegir asumir que somos abyalenses, abyayalos y abyayaleños, implica asumir en qué tierra vivimos, donde nacimos y en donde yace parte de nuestra prehistoria como pueblo.
Cuando Evo Morales asume su primera presidencia, se da en Bolivia, la mayor reunión de representantes religiosos, de naciones preexistentes, para la asunción de un mandatario. Este no es un dato menor, la asunción se celebró en Tiahuanaku, en el templo Kalasasaia, rodeado de los Amautas y de representates de toda Abya Yala, desde el sur de Tierra del fuego hasta el pueblo Inuit.
El despertar de Pachamama o Ñuke Mapu, por usar sólo dos de los tantos nombres de la Madre Tierra, tuvo muchos indicios desde antes del siglo XXi, pero este acto de asunción fue el final, en tiempos regidos por el calendario incaico, del tiempo de sombras, para iniciar 500 años del tiempo de la luz (tiempo de cambio = pachacuti). Esto tampoco es un dato pequeño, porque su incidencia fue muy grande, detrás de ese acto vinieron gestos como el de Chavez de reconocer su parte originaria al igual que su porción mulata, o el de Correa de acercarse a su parte originaria.
Con estos pasos, nuestra tierra comenzó a cortar con la dependencia económica, política y simbólica que aún luchamos por terminar.
Esto no implica necesariamente que cada uno de nosotros retorne al idioma de la raíz genética que lo representa, ni que cambie sus nombres o se deshaga de la tecnología.
Implica sí, asumir la identidad completa y terminar con siglos de negación de la sangre.
Según los últimos estudios, casi un 60% de la población de este país, tiene sangre originaria, entonces es tiempo de empezar a mirarnos en el real espejo de la sangre. Con esto quiero decir que practicar el revisionismo histórico también hace necesario comenzar a sacar de las sombras la verdadera identidad de muchos de los y las patriotas de Abya Yala.
El componente racial no es menor, y no se confundan, no estoy hablando ni de superioridades ni de nada por el estilo, sino de tiempos internos y de concepciones simbólicas de las sociedades.
Siglos de visión imperial, de mensajes hegemónicos del continente europeo, nos han segado a nuestra propia herencia. Incluso nos han hecho creer que es más fuerte la porción europea que la abyayalense, que nuestros antepasados bajaron de los barcos, que somos “cosmopolitas” y que trajeron la "civilización".
Michos de nosotros somos un porcentaje originario, otros más, otros menos, otros nada y otros totalmente. Eso no nos etiqueta, pero saber quiénes somos, y cuál es nuestra prehistoria nos fortalece porque nos posiciona en la comprensión de las líneas conceptuales heredadas.
El tiempo interno de los descendientes de europeo es diferente del descendiente originario y los mestizos tenemos aún otro tiempo, y dependiendo de la zona tendremos concepciones distintas de las urgencias vitales y aún de los procesos revolucionarios.
Esto tampoco debe ser un factor de separatividad, sino que debe ser un llamado a la comprensión  para poder entonces afianzar proyectos que realmente produzcan una profunda claridad de conciencia. Hemos hablado a lo largo de estos años de la pertenencia de clase y de la conciencia de clase, pero nunca hablamos de la conciencia de sangre y de la conciencia de tierra.
Nunca sucedió porque hemos importado paquetes de ideología olvidando las propias (ojo esto no invalida las ideologías y métodos adoptados en pos de procesos revolucionarios, pero si se debe marcar que no hubo muchas readaptaciones a la realidad del lugar y de los pueblos)
Es en los pueblos andinos del norte en los que hubo mayores experiencias de adaptación ideológica de la visión marxista a la originaria, y eso es maravilloso, pero por estas latitudes ha costado más.
Quizá se deba a una determinación a producir un estado de aculturación y esa determinación tiene dos grandes vertientes visibles y dos ocultas, las visibles son: borrar la prehistoria para tener el poder, esta es la forma en la que el invasor se aseguraba mano de obra esclava. La otra es la del inmigrante que quería mejorar las cosas para todos con las herramientas que tenía y sin querer quedaba cerrado en su forma de ver sin comprender las necesidades y maneras de sus compañeros originarios.
Las dos ocultas pasan por cuestiones simples, para el invasor, su vertiente oculta está en el desprecio que siente por el otro al creerse superior. Para el inmigrante pasa por sentirse fuera del mundo que conoce y la necesidad de crear un código de comprensión mutua y además por considerar que el otro no llegó a sus “estadío de conciencia ideológica”.
Estos procesos son inevitables si vemos la historia de nuestra Patria Grade tomando la post invasión.
Durante años, largos, se nos enseñó a pensar en los términos del invasor, se nos enseñó a desconocer la historia ancestral, incluso se siguió y sigue hablando de indio, término violentísimo, ya que “indio” en su etimología significa “sin dios” (in prefijo negativo, dio =dios), y si hilamos fino deberíamos hablar de naciones preexistentes, ya que cada cultura tenía su ordenamiento jurídico propio, idioma, ordenamiento religioso y demás.
Pero seguimos mirándonos con los ojos del invasor, nadie nos civilizó, las naciones preexistentes fueron perseguidas, asesinadas y silenciadas, en el acto genocida de la invasión y la aculturación Abya Yala perdió sesenta millones de personas, ¿grande la cifra verdad? 60.000.000 de personas para imponer la hegemonía de las coronas europeas y de los subsiguientes monopolios y corporaciones.
Sí, me van a decir que es difícil romper con el hábito de llamar América Latina a Abya Yala, pero lo cierto es que a don Américo Vespucio no le debemos nada, pero nada, y no somos latinos enteramente, tampoco indoaméricanos, ya que como dijimos antes indio es un término lesivo y violento. Cuando uno siente el pulsar de la identidad adentro, es más simple elegir donde nos paramos.
Estamos en 12 de octubre, fecha por demás dolorosa, y debemos aprender que en esto también se sienta posición ideológica, las revoluciones para que sean liberadoras verdaderamente, deben ser en todos los aspectos. Somos abyayalenses, los que somos producto de mestizaje no somos latinos, lo fueron algunos de nuestros antepasados, pero nosotros no hablamos latín, tampoco somos hispanos, porque no nacimos en España, no somos iberoamericanos porque Abyayala recibió múltiples corrientes inmigratorias y si nos remontamos en la historia llegaron primero los vikingos, que por cierto no dejaron rastros de saqueo sino que pasaron explorando y algunos se quedaron e incluso se adaptaron a las formas ya existentes.
Los abyayalenses tenemos una sola Madre Patria, que es nuestra tierra, esta tierra, a la que le han impuesto una lengua, o varias, una forma de mirar (la eurocéntrica), una religión o varias.
Debemos, frente a esta fecha comprender que aún se obliga  a los niños y niñas a olvidar sus idiomas originarios para hablar sólo castellano, lo cual es terrible, ya que las escuelas bilingües son las menos (salvo que sean castellano – inglés) que aún hay gente presa porque no se puede defender ya que en los tribunales no trabajan traductores de quichua, guaraní, mapuche y demás al castellano, que aún hay grupos religiosos que sólo prestan ayuda a los que se convierten a su fe, negando la validez de la religiosidad originaria.
Reconocer todo esto no significa negar la herencia de los que somos mestizos, no, nada de eso, pero si igualar en valor, porque valen tanto mis abuelas hijas de italianos como mis abuelos hijos de originarios, y mis raíces más lejanas entre africanos, zíngaros y demás.
La identidad se construye tomando todas sus partes, un árbol sólo crece cuando todas sus raíces están fuertes, y las revoluciones son reales cuando los pueblos tienen la entera conciencia de quienes son y donde están.
Este 12 de octubre recordemos a nuestros muertos a mano de los invasores haciendo honor al suelo que amaron, reconociendo todas las partes de la raíz, llamando a las cosas por su nombre, que tuvimos suficiente mirada aculturada.
El 12 es el día en que nuestros originarios iniciaron la resistencia, este 12 iniciemos la revolución interna real. Seamos de una vez nosotros mismos.

Jallalla Pachamama, Yapay Ñuke Mapu!!!!

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