Mañana serán 204 años. 204 con sangre, revoluciones y
contrarevoluciones, 204 queriendo dejar de ser colonia y semicolonia.
En esos 204 años la historia argentina se ha reescrito
muchas veces, pero siempre se ha enseñado la que Mitre nos legó, una historia
llena de faltantes, de mentiras, de invenciones que existían para facilitar a
las oligarquías el dominio del pueblo, porque un pueblo con una historia falsa
es un alguien con una identidad mentida.
Hace alrededor de cuarenta años la corriente revisionista
con sus diferencias internas, nos ha enfrentado a la idea de que nos contaron
cualquier cuento y nos obliga a buscar en ese pasado para comprender las
corrientes políticas con las que se tejió nuestra historia, muchas veces
olvidando las pulsiones internas y hereditarias de esos hombres y mujeres que
impulsaron la historia con sus vidas, para bien o para mal (digo bien o mal
porque en ambos lados hay humanos con realidades personales que son las que los
harán elegir entre la libertad o el vasallaje, entre el bando popular y el
explotador).
Todos crecimos entrampados en la telaraña mitrista de la
historia, salvo que en casa (en la mía sucedía) haya una buena biblioteca de
historia y padres interesados
en investigar.
No me pongo hoy frente al teclado para contarles como fue la
revolución de mayo, les propondría más bien que investiguen por cuenta propia,
la idea es conversar sobre pensamientos que asaltan mi cabeza en estos días.
Por ejemplo, hace muy poco que los investigadores decidieron
darle lugar a las mujeres en la historia al comprender que, digamos, nuestra
tarea fue más que organizar tertulias, hacer bordados y juntar comida para las
tropas, recién en la modernidad argentina se comenzaron a rescatar nombres de
las generalas y capitanas de nuestro ejército libertador (porque antes de las
dictaduras, antes de que la oligarquía decidiera abiertamente que sirviese solo
para la represión interna, San Martín y Belgrano dirigían un ejército
libertador de la Patria Grande) como María Remedios del Valle o Juana Azurduy y
tantas de las que de apoco rescatamos nombres empolvados ocultos por la
mentalidad patriarcal.
Pienso en lo caro que costó el proyecto de la revolución de
mayo, caro en vidas, caro en tiempo y pienso en que aún seguimos la pelea y
sigue siendo batalla sin cuartel en lo ideológico y en lo cultural.
¿Se han detenido a ver que la dominación monárquica sigue en
las mentes cuando alguien se enloquece por una reina de Holanda que nació en
Argentina, hija de un colaboracionista del genocidio? ¿O que el imperio sigue
dominante cuando un mal profesor logra que un alumno deteste la historia?
Volvemos a ser victoriosos/as cuando Evo Morales da un
discurso en la ONU y expulsa las agencias infiltradoras estadounidenses,
volvemos a triunfar cuando renacionalizamos nuestros recursos, volvemos a
triunfar cuando recuperamos la identidad y montones de jóvenes cantan y bailan
nuestras danzas en una fiesta popular.
La revolución de mayo, hija del pensamiento alto peruano, de
las luchas de nuestros originarios, con algo de condimento rousoniano, nunca
estuvo completa, porque la voz de sus ideólogos fue silenciada y los
silenciadores se ocuparon de transformarla en una cuadro de gente con paraguas
y un cabildo para armar.
No está completa porque aún se sigue enseñando el castellano
como “lengua materna” cuando no lo es (si se enseña ingles deberían enseñarse
los idiomas que componen nuestra identidad originaria en todas las escuelas –
mapudungun, quichua, guaraní, qom y demás) es decir seguimos hablando la lengua
del invasor.
Nuestros códigos legales aun no son enteramente nuestros
porque siguen siendo hijos del código de indias.
Completar la revolución de mayo es liberarnos de la
dependencia económica y política de la mirada del imperio y les digo, compañeros/as
nos está costando 204 años, vamos avanzando, pero ¡como cuesta!
Se preguntarán si tengo esperanza, sí, la tengo, pese a los
denodados intentos de la oligarquía y sus esbirros, yo sigo creyendo que vale
la pena buscar la revolución cultural, porque siempre el pueblo está dando
pasos hacia la recuperación de su identidad, a veces más rápido, otras más
lento, pero siempre se resurge.
Tengo esperanza cuando veo pilas de chicos y chicas
colaborando en los barrios y planteándose el lugar de militante como manera de
vivir y ver el mundo.
Si hay esperanza, pero esperanza activa, sentarse a esperar
nunca sirvió, hay que hacer, cada uno desde lo que puede, pero hacer, las
revoluciones no se esperan se hacen, se viven, se aman.
Hace mucho tiempo, me costaba conectar con el sentido de
estas fechas, fui adolescente en los noventa, los oligarcas nos habían robado
el concepto de patria, el himno y los símbolos. Empecé a sentir que el himno
era un poquito mío el día que lo versionó Charly, empecé a conectar más con la
patria cuando me metí de lleno en el revisionismo y cuando entendí que nuestros
treinta mil habían luchado por ella, cuando mi madre me hablaba de la patria me
costaba entenderla, o cuando me hablaba de la dominación cultural, pero si, un
día conecté.
Empezar a luchar para que la patria sea nuestra, del pueblo,
de todo el pueblo de la patria grande, mirar una bandera original (la de
Belgrano), sentir el fuego de la pasión de nuestros revolucionarios en las
venas, leer las Venas Abiertas y sentirlas así por la bronca de ir descubriendo
como llegamos hasta aquí y por ver como las oligarquías siguen bombardeando, ya
no desde los barcos o los aviones sino desde los medios.
Espero que algún día tengamos una o un presidente originario
que se asuma como tal, que lo necesitamos para vernos en un espejo más real,
que nuestros pueblos sean libres y felices, en resumidas cuentas, como la vieja
copla española (que loca es la mente) espero que la tortilla se vuelva, porque
la revolución es eso. Espero que en este Pachacuti de la luz (tenemos un buen
trecho) cambiemos el orden establecido y el norte pierda su hegemonía.
Como dijo alguna vez el Subcomandante Marcos, Para todos la
luz para todos todo.
Hasta la victoria siempre, porque seremos libres o muertos
pero jamás esclavos.
Viva la Patria. Venceremos!
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