Acerca de las
situaciones catastróficas Por Enrique Pichón Riviere
“La noción de situación catastrófica ha sido aplicada al
estudio de situaciones colectivas de ansiedad y pánico, como inundaciones y
terremotos, que toman a la colectividad humana desprevenida.”
Estas situaciones catastróficas han sido estudiadas en EEUU.
con mucho cuidado, porque son muy frecuentes y se ha creado un instituto de
situaciones catastróficas, donde se forman psicólogos sociales especializados,
con técnicas de salvamento , de persuasión o de grupos que pueden influir sobre
las comunidades, por ej. Para evacuar a tiempo a la gente, cosa que suele ser
difícil. Dentro de las situaciones catastróficas en general, aparece como
estado principal el pánico, que en algunos casos paraliza y en otros promueve
la fuga. Da otros ejemplos en uno de ellos desencadena una situación de
dispersión y ruptura de todas las pautas de conducta, porque la situación
catastrófica estaba dada por la pérdida de roles habituales de cada uno y la pérdida
absoluta de la comunicación; había personas que gritaban su peligro pero ya no
había un lenguaje comprensible.
En toda situación de pánico se produce, como primer signo,
un trastorno de comunicación, y lo importante es que se produce una negación
del peligro y una negación de la identidad de las personas que se encuentran en
situación de pánico. Por supuesto, que como situación catastrófica más intensa,
está la guerra, los soldados están institucionalizados en sus cargos, con sus
defensas adecuadas, no ceden.
El psicólogo social puede hacer mucho en situaciones
catastróficas, manejando las situaciones
grupales y tratando de crear ideologías especiales de salvamento, contra
líderes oposicionistas que siempre aparecen. En toda situación de pánico, el
psicólogo puede actuar formando grupos y esclareciendo la intensidad de los
miedos a la perdida y al ataque, que coexisten y cooperan en el mismo momento;
de ahí la paralización de algunos o la fuga de otros.
Es que se pierde completamente el sentido de la cooperación
y esto sucede en una situación de peligro maximilla tarea específica del
psicólogo incluye tomar contacto con personas que provocan retardos y
conflictos de todo tipo y que son lideres no solo de la permanencia sino
además, lideres oposicionistas desde el punto de vista político, como si través
de eso se realizara una acción mágica que derrotaran al gobierno existente.
La situación catastrófica tiene un aspecto curioso, que cabe
relacionarlo con las psicosis hípnicas; hay en ellas una oscuridad y un pánico
que puede ser definido como la presencia simultánea del miedo a la perdida y el
miedo al ataque, con una intensidad tal que paralizan, con desorientación total
o fuga hacia el lugar de peligro.
Relacionamos este tema con las psicosis hípnicas y confesionales
que la psiquiatría describe, ya que en los estados catastróficos se ve
justamente la confusión de roles entre los miembros: los miembros de un grupo
determinado tienen roles confundidos, no pueden operar y entonces, necesitan
personal que los oriente. Esto se parece, desde el punto de vista individual, a
estados confesionales de otro tipo, que obedecen a múltiples causas, que pueden
ser relacionados todos, con la pesadilla o con la noche, el soñar y el dormir.
Estudiando grupos de personas siniestradas, se ve que tienen estados de
insomnio, para entrar en estados de vigilancia permanente. En esas noches
aparecen situaciones semejantes a las hípnicas individuales, ligadas a su vez
con la mitología y el folclore, donde se teme la aparición del lobizón u otro
personaje similar.
Los estados confesionales están en la base de de toda
comunidad siniestrada: la gente pierde operatividad por la confusión. Esa confusión se debe a un incremento súbito
de los miedos básicos, que les impide operar y están estuporosos o hacen fugas
muchas veces inadecuadas.
Las psicosis hípnicas pueden ser agrupadas de acuerdo con
los mecanismos de sueño. El sueño incluye: un estado que es el de predormir,
donde hay somnolencia, hay un estado de dormir con sueños y otro de dormir con
actividad motriz.
Corresponden a los estados confesionales de la psiquiatría y
hemos establecido una correlación entre ellos. Entre las psicosis hípnicas
confesionales, la primera se llama confusión simple, en la cual se advierte,
como síntoma característico, la confusión de identidades: trastornos de la
memoria y trastornos de la propia identidad, donde el sujeto se siente
confundido, realiza permanentemente un gesto como de quitarse algo de la frente
y eso se llama obnubilación, como si tuviera un nube en la mente. La confusión
simple carece generalmente de contenidos psicológicos, o tiene muy pocos, y
puede parecer en cualquier momento del día.
Las otras formas más típicas son la confusión mental con
onirismo. En estos, al estado de obnubilación se suma la proyección de estados
del sueño en realidad. Son estados aneroides que se ven con gran frecuencia en
los chicos. Cuando los chicos están con fiebre, llega a un nivel de excitación
especial y los padece .Comienza a proyectar sus sueños angustiosos y eso le
provoca un gran miedo. Estos estados son estados característicos de trastornos
tóxicos infecciosos y constituyen el mayor número de psicosis exógenas…Estos
pacientes, con un tratamiento adecuado, pueden resolver su situación muy
rápidamente y la verdadera prevención de las enfermedades mental reside en las
primeras 24 horas de todo paciente que sufra ese estado confesional, que
alimentara cuadros más serios.
La otra enfermedad es equivalente al dormir con agitación
motriz, es decir, la forma simbólica: hay una actividad, una agitación tan
desesperada que produce una liberación de la motricidad, a diferencia del sueño
normal donde la motricidad esta inhibida. Aparece el sonambulismo y la
somnílocua-hablar en sueños-.Estos estados corresponden generalmente a la
histeria.
El caso típico de confusión es la confusión mental
estuporosa: es el estado de sueño profundo, llamado por algunos sueño de plomo
y donde la persona tiene la sensación de no soñar; no es azaya que la actividad
cerebral continua y nadie deja de soñar, lo cual se prueba con el
electroencefalograma.
Recapitulando: cuadros de confusión simple, como
equivalentes a la somnolencia: confusión mental aneroide, que es la confusión
con sueños proyectados; la confusión mental agitada y estuporosa. Estos son los
cuatro estados confesionales o psicosis hípnicas, llamadas así porque son
psicosis de noche, no solo del dormir sino son de noche. Desde el punto de
vista diagnóstico y pronóstico, el hecho de que comiencen de noche es un buen
dato. Las psicosis confesionales se ligan a muchísimos estados, sobretodo
posinfecciosos.es importante insistir en que esos estados confesionales -que
aparecen por momentos: el sujeto entra en confusión y sale, entra y sale-porque
sirven para alimentar situaciones catastróficas psicóticas muy profundas. La
conexión entre situaciones catastróficas y situaciones hípnicas tiene la
particularidad de que son todas de carácter súbito, donde se da el pánico como
situación básica”. (Clase parcial,
dictada el 2 de agosto de 1968.)
Manual de la
Atención de Salud Mental para Víctimas de Desastres (Pan American Health
Organization (PAHO) / Organización Panamericana de la Salud (OPS), 1990)
Desastres y salud mental
Cuando ocurre el desastre, surge la necesidad inmediata de
conocimientos e información para planear y brindar ayuda. Los datos acerca del
tipo de desastre y sus consecuencias son necesarios como marco de referencia
para la elaboración de planes de ayuda específicos en el área de salud mental.
A partir de las experiencias que han tenido otros con desastres, los
administradores profesionales deben recopilar información acerca de los
damnificados y su conducta. Por último, a fin de planear y prestar servicios
eficaces, se precisa información sobre las diversas funciones y técnicas de
salud mental de que se dispone para ayudar a las víctimas. Este manual
presenta, a los planificadores y trabajadores de salud mental, ciertos
conocimientos, información y técnicas para la prestación de este tipo de
servicios después de un desastre.
Los desastres no son infrecuentes, aunque por lo general sí
inesperados. De forma tradicional, la mayor prioridad en las actividades de
ayuda en desastres se ha dirigido a proporcionar alimentos, refugio y atención
médica. Sin embargo, cada vez se reconoce más que la ayuda psicológica a las
víctimas es también prioritaria. De tal suerte, resulta evidente que la
planeación y preparación anticipadas son tan importantes en el área de salud
mental como en las demás actividades de auxilio.
Los administradores de salud mental necesitan conocimientos
e información a fin de planear la ayuda en este campo antes de que ocurra el
desastre. Todo plan de servicios después
de un desastre debe incluir conocimientos, información, evaluación y acción.
Los conocimientos de los problemas psicológicos relacionados con los desastres
y la información acerca de la manera de resolverlos pueden obtenerse antes de
la catástrofe. No obstante, una vez que ocurre ésta, hay una necesidad urgente
de información específica y evaluación inmediata. También hay que actuar con
rapidez en la fase de la interrupción de la energía eléctrica y las fallas
resultantes en las comunicaciones, así como las dificultades de transporte. Los
problemas de comunicación contribuyen a la escasez de información precisa.
Durante la etapa inicial después del desastre, es difícil saber qué ha
ocurrido, cuántas personas han sido afectadas y quiénes son, dónde se necesita
ayuda psicológica y cómo prestar esta última. Las formas de recopilar la
información necesaria abarcan establecer contacto con las fuentes de los medios
masivos de comunicación, pero en muchos casos se requiere la visita personal a
los refugios de damnificados.
Ciertos grupos de población suelen convertirse en “blancos”
prioritarios de los servicios de salud mental. La conducta de los damnificados
varía con el tiempo y está relacionada con factores como la edad, situación
económica, antecedentes de salud mental o magnitud de las pérdidas sufridas con
el desastre. Por último, con base en los conocimientos, información y
evaluaciones disponibles, debe elaborarse un plan de acción para brindar
servicios de salud mental a los damnificados de una manera que refleje su
realidad y el tipo de problemas emocionales y de conducta que sufren.
Los elementos principales del plan de acción son la
identificación y selección de los diversos servicios de salud mental que deben
prestarse. Es frecuente que se trate de servicios innovadores y flexibles que
difieren, en muchos aspectos, de los empleados usualmente en clínicas u otras
instituciones de salud mental.
Los conocimientos sobre orientación en crisis y terapia de
grupo son necesarios, al igual que otros de búsqueda activa de pacientes,
derivación de los mismos interinstituciones, organización de las comunidades y
enseñanza al público. Los damnificados pocas veces solicitan servicios de salud
mental porque el estigma de ser “un paciente mental” es mayor entre las
personas de la población normal que de manera repentina necesitan tal ayuda.
Por lo tanto, los trabajadores de salud mental deben localizar activamente a
las víctimas afectadas. Esto con frecuencia implica búsquedas de puerta en
puerta en las áreas afectadas, o referencias de persona a persona en los
refugios de emergencia. Cada plan de acción debe tener en cuenta estos
factores, definir los grupos blanco de los servicios, detallar el alcance y
duración del proyecto, y delinear las estrategias de intervención que se
emplearán.
En caso de un desastre, hay que satisfacer cuatro requisitos
principales en la elaboración de un plan sistemático para los servicios de
salud mental después de la catástrofe. El primer requisito son los
conocimientos acerca de los desastres, la conducta de los damnificados y las
técnicas de intervención. El segundo es la información sobre lo que ha ocurrido
y quiénes están afectados. El tercero es la evaluación de los grupos más
afectados por pérdidas y los problemas psicológicos relativos. El cuarto y
último es un plan de acción en que se detallen los objetivos, blancos de los
mismos, estrategias, duración y alcance del proyecto de servicios de salud
mental propuesto. Un manual incluye
información, procedimientos y recomendaciones con que se pretende ayudar a los
administradores y profesionales de salud mental en la planeación y prestación
de servicios a damnificados. En la obra, el personal de salud mental encuentra
información fundamental acerca de:
Los tipos y fases de un desastre;
Los conceptos acerca de la conducta de los damnificados;
Algunos tipos específicos de problemas físicos y
emocionales que surgen en los damnificados, y
Algunas técnicas de auxilio apropiadas en el tratamiento
de damnificados.
Una vez que ocurre el siniestro, los administradores
necesitan identificar con rapidez a la población afectada, preparar el
personal, diseñar programas de servicios específicos y coordinar sus
actividades con otros. En este punto, los profesionales de salud mental también
deben tener en mente la necesidad de indagar qué pasa con los damnificados. Los
tipos de síntomas psicológicos presentes y la gama de estrategias de servicio
eficaces son la base para ayudarles, y se deben considerar desde el principio e
incluirse el diseño de un sistema de información que permita la evaluación
adecuada de los resultados del programa y origine la presentación de los mismos
a otros.
Los desastres son eventos extraordinarios que originan
destrucción considerable de bienes materiales y pueden dar por resultado
muerte, lesiones físicas y sufrimiento humano. Estos sucesos pueden ser
causados por el hombre o naturales. En la primera categoría se incluyen los
incendios, los conflictos bélicos, los disturbios civiles, los actos
terroristas y la contaminación química, al tiempo que las inundaciones, los
terremotos, las marejadas, los tornados o los huracanes son calamidades
naturales. Las dos categorías guardan similitud en cuanto a sus posibles
consecuencias en la salud mental, pero los autores del manual, con base en sus
experiencias, se enfocan principalmente en los desastres naturales.
Las catástrofes usualmente son hechos inesperados a la vez
que inevitables, y tienen diversas características. Algunas surgen con
lentitud, mientras que otras lo hacen de manera repentina y sin advertencia
alguna. Las hay que afectan un área amplia, mientras que otras ejercen sus
efectos en un sitio específico. También varía su duración: algunas persisten
durante horas, y otras, sólo duran segundos o minutos; por último, cada
desastre produce daños materiales y pérdidas humanas en grado variable. Un
terremoto causa daños materiales o humanos mínimos en un área despoblada,
mientras que en otra densamente poblada la destrucción material y humana puede
ser considerable. Son diversas las
definiciones del término desastre. En cada una de las siguientes, se hace
énfasis en las diversas consecuencias de estos fenómenos naturales. Harshbarger (1974) define los desastres como
eventos rápidos y dramáticos que dan por resultado daños materiales y humanos
considerables. Subraya la importancia de la vida comunitaria y plantea que los
desastres deben considerarse con referencia a su potencial de perturbar las
actividades de una comunidad y causar daño a los miembros de la misma.
Erikson (1976) señala que dos tipos diferentes de trauma
psíquico, individual y colectivo, son evidentes en la conducta de las personas
afectadas por un desastre. Define el trauma individual como: “… un golpe a la
psique que rompe las defensas de la persona de manera tan repentina y tan
fuerte que no es posible responder a él de manera eficaz…”, y el trauma colectivo
como: “… un golpe a la trama de la vida social que lesiona los vínculos que
unen a la gente y daña el sentido prevaleciente de comunidad. ” Estos traumas
pueden ocurrir uno en ausencia del otro, pero es evidente que están
relacionados y que suelen ocurrir en forma conjunta, además de experimentarse
como dos mitades de un continuo en los desastres de mayor magnitud. Schulberg (1974) analiza el vínculo entre los
eventos riesgosos y las reacciones personales con uso del concepto de crisis.
Esta última ha sido explicada en diversas formas, como una situación producida
por el entorno, la percepción que tiene el individuo de un evento, un síndrome
clínico, la interacción de la persona con su medio ambiente y un cambio
decisivo en el funcionamiento personal. Cinco características que distinguen
las crisis y revisten importancia central para la mayor parte de los puntos de
vista sobre la teoría de la crisis, incluyen:
Una secuencia cronológica que se desarrolla con rapidez;
Cambios importantes en la conducta;
Sensación personal de impotencia;
Tensión en el sistema social y personal del sujeto, y
Percepción de una amenaza para la persona.
Frederick (1977), al hablar de los desastres como crisis, no
tarda en diferenciar los términos “crisis” y “emergencia”. Una crisis es un
periodo crucial, que varía desde minutos hasta meses, en que una situación
afecta el equilibrio social o emocional de la persona. Conforme evoluciona,
puede transformarse en una emergencia, o sea una situación con necesidades urgentes
y que requiere acción pronta. Anderson
(1968) asume un enfoque diferente y define los desastres con base en la
reacción de la población afectada a la amenaza que representa el desastre mismo
antes de que ocurra. Describe el desastre como agudo o crónico, según la forma
en que la comunidad responde a dicha amenaza: “Desde el punto de vista
conceptual, es conveniente diferenciar el desastre como un evento de crisis
aguda que perturba físicamente la vida cotidiana, por lo demás normal, y
origina pérdidas palpables, respecto de la amenaza de una situación de crisis
crónica, en que se anticipa la perturbación de la rutina esperada.” Este autor
afirma que un desastre tiene consecuencias diferentes en el individuo, la
familia y las diversas instituciones de la sociedad afectada. Una crisis aguda
surge cuando la comunidad carece de patrones culturales con relación a los
desastres, que le permitirían enfrentar las consecuencias inesperadas del
mismo. En otras palabras, la comunidad se ve tomada completamente por sorpresa.
En una crisis crónica, los eventos del desastre no son del todo desconocidos
antes de que éste ocurra y por lo general, se reconoce la posible amenaza antes
de que la experimente el individuo.
Barton (1970) clasifica los desastres como parte de un grupo
más amplio de situaciones de estrés colectivo que surgen cuando muchos miembros
de un sistema social no reciben las condiciones de vida que esperan de dicho
sistema. Agrega que tal estrés colectivo puede provenir de fuentes externas al
sistema o de éste mismo. Considera el sistema social como una colectividad de
humanos cuya interacción se mantiene en la forma de patrones identificables
durante un periodo relativamente prolongado, y afirma que el desequilibrio
sistemático es resultado del estrés de eventos catastróficos. Barton afirma que los factores siguientes
deben considerarse en la evaluación de estas situaciones de estrés:
El alcance de la situación (por ejemplo, una pequeña parte
del sistema puede estar bajo estrés porque es la única que ha sufrido una
pérdida importante o porque es parte de un sistema que sufre tal pérdida);
La velocidad de inicio;
La duración del factor estresante (por ejemplo, los
cambios que ocurren sin advertencia tienden a originar pérdidas mayores y hacer
que el sistema tenga menor capacidad de respuesta, en comparación con los
cambios precedidos de una advertencia, que permiten prepararse contra ellos, y
La preparación social.
Kastenbaum (1974) describe los desastres según la gravedad
relativa de los mismos en comparación con otros eventos importantes. La forma
como la persona percibe una calamidad tiene cierta relación con la manera en
que suele definir y clasificar otros eventos. La definición de algo como un
desastre requiere antecedentes de estabilidad y normalidad, contra los que se
compara la calamidad.
El término damnificadose refiere a las personas y familias
afectadas por un desastre o sus consecuencias. Dichos sujetos experimentan un
evento estresante e inesperado. Por lo común, se supone que la mayoría han
venido funcionando adecuadamente antes de la catástrofe pero su capacidad de
resolución de problemas se ve limitada por el estrés de la situación. Aunque
los damnificados presenten síntomas de estrés físico o psicológico, no se
consideran enfermos. Entre los damnificados de un desastre pueden incluirse
personas de todas las edades, clases socioeconómicas y grupos étnicos o
raciales, ya que las catástrofes afectan en forma indiscriminada a la población
del área que sufre el impacto.
Algunos damnificados sufren más que otros, lo que depende de
varios factores relacionados. Son particularmente susceptibles a las reacciones
físicas y psicológicas ante un desastre, quienes:
Son vulnerables como resultado de vivencias traumáticas
previas;
Están en riesgo a causa de enfermedades recientes;
Experimentan estrés y pérdidas graves;
Pierden sus sistemas de apoyo social y psicológico, y
Carecen de habilidades para la resolución de problemas.
Los ancianos son un grupo que, en general, suele tener
dificultades para enfrentar los desastres y sus consecuencias. Es usual que
queden aislados de sus sistemas de apoyo y vivan sólos. Como resultado de esto,
con frecuencia tienen miedo de buscar ayuda. Los problemas típicos en este
grupo después de catástrofes son la depresión y sensación de impotencia. Es
desafortunado que una respuesta común en algunos ancianos sea la falta de
interés en la reconstrucción de su vida.
Los niños también son un grupo en riesgo especial, ya que es usual que
no tengan la capacidad para comprender y racionalizar lo que ha ocurrido. Por
consiguiente, suelen padecer problemas emocionales o de conducta en el hogar o
la escuela. Quizá los trastornos más prominentes que se han señalado después de
desastres son las fobias, trastornos del sueño, pérdida de interés en la
escuela y conducta “difícil”. Quienes
tienen antecedentes de enfermedades mentales pueden requerir atención especial.
El estrés que acompaña a una situación de esta naturaleza hace que sean
frecuentes las recaídas en esta población, como resultado de estrés adicional o
de las dificultades en la obtención regular de medicamentos. Por último, otro grupo en riesgo, que debe
considerar el profesional de servicios de salud mental a damnificados, abarca
las personas que estaban experimentando algunas crisis vitales al momento del
desastre. Entre los miembros de este grupo estarían, por ejemplo, personas que
enviudaron o se divorciaron en fecha reciente, así como los sometidos a cirugía
mayor con poca antelación. Estos damnificados suelen tener vulnerabilidad
especial al estrés generado por un desastre natural. En resumen, si bien los grupos en riesgo
específicos que se han identificado ameritan atención estrecha del trabajador
de salud mental, los damnificados pueden formar parte de todos los estratos
sociales, económicos y étnicos, así como de todos los segmentos de población en
el área del desastre.
