El día después se despereza y vemos que el mundo no se nos
ha acabado, todos retomamos nuestra vida, muchos después de la vigilia, muchos
después de dormir, otros van a dormir ahora porque trabajan de noche… todo
sigue adelante, sin alteraciones. Hemos vencido, al fin, por un día, la ola
apocalíptica.
Se sancionó la ley de democratización de la justicia, y nada
más ha pasado en lo que refiere a la existencia de la República Argentina, que
sigue aquí, latiendo al sur del continente. El tema es lo que se desencadena
dentro de las fronteras que la economía dibujó en la Patria Grande.
Durante días vivimos el retintín agorero de los sembradores
de fobias, de esos que se dicen republicanos y que sin embargo, han acompañado
los intereses de las dictaduras militares e incluso el genocidio neoliberal.
La mayor de las consignas que lograron elaborar hizo pivote
en el concepto de “gente decente” “somos gente decente” esgrimen, ¿será esta la
clave? Piden un gobierno de gente decente, pero ¿a qué se refieren cuando dicen
decente?
Desde la fundación misma de la Argentina hasta pasado el
centenario, que los liberales económicos y conservadores tanto añoran, la
clasificación de “decente” era sólo aplicada a las personas que no tuviesen en
su torrente de sangre, ninguna gota visible originaria americana o sangre
negra, en caso de ser criollo, tiene que ser blanco tirando a rubio.
La gente decente de esa época era la que no era pobre,
porque los pobres, si no eran esclavos eran delincuentes por el mismo hecho de
no tener lo que el decente.
Por qué podemos suponer que se habla de esa decencia en las
protestas actuales? Simplemente porque una de las usinas de la protesta es un
Mitre, otra de esas usinas es la SRA (Sociedad Rural Argentina, para el que no
lo sabe) fundada por el nieto de un traficante de esclavos (Martínez de Hoz),
porque se hace hincapié en la captación de la clase media, que siempre ha
seguido a sus patrones sean terratenientes, feudales, empresarios, etc.
Todos los discursos que ponen su eje en la “decencia” salen
de las mismas bocas que hace 200 años, cuando tachan de indecente a este modelo
lo que dicen en el fondo es que con el vienen “los negros” gran cuco gran,
desde siempre. Nuestra presidenta es una morocha nacida en Tolosa, que no fue
pobre, pero tampoco rubia. Con ella vienen miles que no son rubios ni quieren
serlo, o no les importa, porque no son “rubios por dentro” como diría la rancia
anciana que por décadas asoló los mediodías argentinos.
Hace unos días, un poco más de un mes, en la mesa redonda
sobre la Asamblea del Año Trece, Hernán Brienza hablaba de que en un punto el
problema es “la negritud” haciendo referencia a la libertad de vientres y por
qué era tan complejo decretar el fin de la esclavitud en la Argentina de ese
tiempo, bueno, el problema sigue siendo el mismo.
Los movimientos sociales reales, las revoluciones reales,
que surgen del pueblo y no de las burguesías (en tanto estamento económico),
traen consigo la marginalidad y la negritud, porque a ese lugar es que, los
poderosos, relegan al pueblo.
Aprendimos a pensar la historia con tipos que se negaban a
sí mismos, un Sarmiento que negaba su porción mulata, por ejemplo.
En lo más duro del discurso esquizofrenizante de la derecha
que despierta miedos para cimentar ferocidades, se esconde la negación de “lo
impuro” del origen, porque muchos de los que vinieron a hacerse con la tierra
eran hijos de cruzas non sanctas en sus terruños. Hijos de moros y españoles,
hijos de africanos e italianos, raleados por el estrato social, conquistadores
que fueron porquerizos en su juventud, poderosos terratenientes nacionales
hijos de gallegos que agregaron un apellido francés para levantar el piné…
triste no poder mirarse para adentro y no sentir dolor por quién se es.
Hoy vemos el día después, con la lluvia que tal vez avance,
tal vez no, el clima ya no es confiable, pero nadie se ha muerto hoy por la
ley, nada, ni una brizna de tierra ha desaparecido de debajo de nuestros pies.
Pero ayer hablaron todos los que ponen la cara y los que no
la tienen.
La mujer que fue jueza por mano de la intervención militar
en Chaco, bajo la dictadura del 76, el que mancha la memoria y el discurso de
su padre con palabras de mala fe, los que forman parte de ong’s que son socias
de fondos buitres, los que formaron parte de administraciones desastrosas y
hasta ex gobernadores que han sido el homenaje a la inutilidad, pero todos
tuvieron su lugar, todos su tiempo.
La biblia, el calefón, Muzzetta y Mimí, todos hablaron,
nadie los calló, porque todos tienen derecho, porque aunque no nos guste lo que
dicen, es justo que hablen, digan, pataleen. Lo que no es justo desde ninguna
mirada, es instigar a la sedición, hablar de dictadura en un país que no sufrió
una sino varias, no se puede hablar de nacismo en un país que tiene la cantidad
de muertos y desaparecidos que carga el nuestro en su pasado.
Un muchachito en la marcha del 18 de abril (18a me suena a
decimoctava y apenas es la tercera creo) tenía una bandera en la espalda que
decía “el pueblo bien vestido jamás será vencido” , hasta ese tuvo lugar, igual
que el de “No URRS” que venía medio tarde en las noticias, incluso cuando un
vecino comerciante se apiadó y le abrió la puerta a un militante de PRO que se
opuso a que rompieran el congreso para que no fuera linchado por los
“demócratas” de la marcha.
En una democracia moderna todos tienen ese lugar, porque no
nos engañemos, yo no quiero democracia ateniense, que es el concepto que ellos
usan, porque en la ateniense los pobres y las mujeres no votan, porque para los
griegos eran los estamentos más bajos de la sociedad, es más no eran parte de
la sociedad. ¿Se entiende por qué quieren democracia ateniense no?
Depende de nosotros usar conocimiento para avanzar en la
pelea por las palabras, el enfrentamiento de modelos de país no implica
solamente lo económico, sino lo cultural, lo educativo, nuestras miradas
básicas de lo circundante, pero también de lo interior de cada quien.
Solo reconociéndonos, mirándonos como país compuesto de
millones con millones de sangres corriendo por sus cuerpos, que somos
latinoamericanos (abiayalenses prefiero yo) y que no somos la “Europa de
América” como la historia mitrista nos quiso hacer creer, no podremos tener una
noción cierta de las trampas que tiende el enemigo a cada paso.
Solo caminando la vida con paso nacional y popular, podremos
pararnos sobre nuestros pies y librarnos de las manipulaciones de las grandes
corporaciones comunicacionales que no quieren sólo que les compremos los
productos que venden, sino que quieren que pensemos lo que a ellos les gusta.
La vieja consigna de “justa, libre y soberana” solo se
cumplirá en la patria cuando los que la habitamos nos miremos desde nuestra
cara real, cuando seamos "el pueblo" y no “la gente”.
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