lunes, 29 de abril de 2013

El Día Después

Por Guadalupe Podestá Cordero


El día después se despereza y vemos que el mundo no se nos ha acabado, todos retomamos nuestra vida, muchos después de la vigilia, muchos después de dormir, otros van a dormir ahora porque trabajan de noche… todo sigue adelante, sin alteraciones. Hemos vencido, al fin, por un día, la ola apocalíptica.
Se sancionó la ley de democratización de la justicia, y nada más ha pasado en lo que refiere a la existencia de la República Argentina, que sigue aquí, latiendo al sur del continente. El tema es lo que se desencadena dentro de las fronteras que la economía dibujó en la Patria Grande.
Durante días vivimos el retintín agorero de los sembradores de fobias, de esos que se dicen republicanos y que sin embargo, han acompañado los intereses de las dictaduras militares e incluso el genocidio neoliberal.
La mayor de las consignas que lograron elaborar hizo pivote en el concepto de “gente decente” “somos gente decente” esgrimen, ¿será esta la clave? Piden un gobierno de gente decente, pero ¿a qué se refieren cuando dicen decente?
Desde la fundación misma de la Argentina hasta pasado el centenario, que los liberales económicos y conservadores tanto añoran, la clasificación de “decente” era sólo aplicada a las personas que no tuviesen en su torrente de sangre, ninguna gota visible originaria americana o sangre negra, en caso de ser criollo, tiene que ser blanco tirando a rubio.
La gente decente de esa época era la que no era pobre, porque los pobres, si no eran esclavos eran delincuentes por el mismo hecho de no tener lo que el decente.
Por qué podemos suponer que se habla de esa decencia en las protestas actuales? Simplemente porque una de las usinas de la protesta es un Mitre, otra de esas usinas es la SRA (Sociedad Rural Argentina, para el que no lo sabe) fundada por el nieto de un traficante de esclavos (Martínez de Hoz), porque se hace hincapié en la captación de la clase media, que siempre ha seguido a sus patrones sean terratenientes, feudales, empresarios, etc.
Todos los discursos que ponen su eje en la “decencia” salen de las mismas bocas que hace 200 años, cuando tachan de indecente a este modelo lo que dicen en el fondo es que con el vienen “los negros” gran cuco gran, desde siempre. Nuestra presidenta es una morocha nacida en Tolosa, que no fue pobre, pero tampoco rubia. Con ella vienen miles que no son rubios ni quieren serlo, o no les importa, porque no son “rubios por dentro” como diría la rancia anciana que por décadas asoló los mediodías argentinos.
Hace unos días, un poco más de un mes, en la mesa redonda sobre la Asamblea del Año Trece, Hernán Brienza hablaba de que en un punto el problema es “la negritud” haciendo referencia a la libertad de vientres y por qué era tan complejo decretar el fin de la esclavitud en la Argentina de ese tiempo, bueno, el problema sigue siendo el mismo.
Los movimientos sociales reales, las revoluciones reales, que surgen del pueblo y no de las burguesías (en tanto estamento económico), traen consigo la marginalidad y la negritud, porque a ese lugar es que, los poderosos, relegan al pueblo.
Aprendimos a pensar la historia con tipos que se negaban a sí mismos, un Sarmiento que negaba su porción mulata, por ejemplo.
En lo más duro del discurso esquizofrenizante de la derecha que despierta miedos para cimentar ferocidades, se esconde la negación de “lo impuro” del origen, porque muchos de los que vinieron a hacerse con la tierra eran hijos de cruzas non sanctas en sus terruños. Hijos de moros y españoles, hijos de africanos e italianos, raleados por el estrato social, conquistadores que fueron porquerizos en su juventud, poderosos terratenientes nacionales hijos de gallegos que agregaron un apellido francés para levantar el piné… triste no poder mirarse para adentro y no sentir dolor por quién se es.
Hoy vemos el día después, con la lluvia que tal vez avance, tal vez no, el clima ya no es confiable, pero nadie se ha muerto hoy por la ley, nada, ni una brizna de tierra ha desaparecido de debajo de nuestros pies.
Pero ayer hablaron todos los que ponen la cara y los que no la tienen.
La mujer que fue jueza por mano de la intervención militar en Chaco, bajo la dictadura del 76, el que mancha la memoria y el discurso de su padre con palabras de mala fe, los que forman parte de ong’s que son socias de fondos buitres, los que formaron parte de administraciones desastrosas y hasta ex gobernadores que han sido el homenaje a la inutilidad, pero todos tuvieron su lugar, todos su tiempo.
La biblia, el calefón, Muzzetta y Mimí, todos hablaron, nadie los calló, porque todos tienen derecho, porque aunque no nos guste lo que dicen, es justo que hablen, digan, pataleen. Lo que no es justo desde ninguna mirada, es instigar a la sedición, hablar de dictadura en un país que no sufrió una sino varias, no se puede hablar de nacismo en un país que tiene la cantidad de muertos y desaparecidos que carga el nuestro en su pasado.
Un muchachito en la marcha del 18 de abril (18a me suena a decimoctava y apenas es la tercera creo) tenía una bandera en la espalda que decía “el pueblo bien vestido jamás será vencido” , hasta ese tuvo lugar, igual que el de “No URRS” que venía medio tarde en las noticias, incluso cuando un vecino comerciante se apiadó y le abrió la puerta a un militante de PRO que se opuso a que rompieran el congreso para que no fuera linchado por los “demócratas” de la marcha.
En una democracia moderna todos tienen ese lugar, porque no nos engañemos, yo no quiero democracia ateniense, que es el concepto que ellos usan, porque en la ateniense los pobres y las mujeres no votan, porque para los griegos eran los estamentos más bajos de la sociedad, es más no eran parte de la sociedad. ¿Se entiende por qué quieren democracia ateniense no?
Depende de nosotros usar conocimiento para avanzar en la pelea por las palabras, el enfrentamiento de modelos de país no implica solamente lo económico, sino lo cultural, lo educativo, nuestras miradas básicas de lo circundante, pero también de lo interior de cada quien.
Solo reconociéndonos, mirándonos como país compuesto de millones con millones de sangres corriendo por sus cuerpos, que somos latinoamericanos (abiayalenses prefiero yo) y que no somos la “Europa de América” como la historia mitrista nos quiso hacer creer, no podremos tener una noción cierta de las trampas que tiende el enemigo a cada paso.
Solo caminando la vida con paso nacional y popular, podremos pararnos sobre nuestros pies y librarnos de las manipulaciones de las grandes corporaciones comunicacionales que no quieren sólo que les compremos los productos que venden, sino que quieren que pensemos lo que a ellos les gusta.
La vieja consigna de “justa, libre y soberana” solo se cumplirá en la patria cuando los que la habitamos nos miremos desde nuestra cara real, cuando seamos "el pueblo" y no “la gente”. 

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