sábado, 6 de abril de 2013


Acerca de las situaciones catastróficas Por Enrique Pichón Riviere

 

“La noción de situación catastrófica ha sido aplicada al estudio de situaciones colectivas de ansiedad y pánico, como inundaciones y terremotos, que toman a la colectividad humana desprevenida.”

Estas situaciones catastróficas han sido estudiadas en EEUU. con mucho cuidado, porque son muy frecuentes y se ha creado un instituto de situaciones catastróficas, donde se forman psicólogos sociales especializados, con técnicas de salvamento , de persuasión o de grupos que pueden influir sobre las comunidades, por ej. Para evacuar a tiempo a la gente, cosa que suele ser difícil. Dentro de las situaciones catastróficas en general, aparece como estado principal el pánico, que en algunos casos paraliza y en otros promueve la fuga. Da otros ejemplos en uno de ellos desencadena una situación de dispersión y ruptura de todas las pautas de conducta, porque la situación catastrófica estaba dada por la pérdida de roles habituales de cada uno y la pérdida absoluta de la comunicación; había personas que gritaban su peligro pero ya no había un lenguaje comprensible.

En toda situación de pánico se produce, como primer signo, un trastorno de comunicación, y lo importante es que se produce una negación del peligro y una negación de la identidad de las personas que se encuentran en situación de pánico. Por supuesto, que como situación catastrófica más intensa, está la guerra, los soldados están institucionalizados en sus cargos, con sus defensas adecuadas, no ceden.

El psicólogo social puede hacer mucho en situaciones catastróficas,  manejando las situaciones grupales y tratando de crear ideologías especiales de salvamento, contra líderes oposicionistas que siempre aparecen. En toda situación de pánico, el psicólogo puede actuar formando grupos y esclareciendo la intensidad de los miedos a la perdida y al ataque, que coexisten y cooperan en el mismo momento; de ahí la paralización de algunos o la fuga de otros.

Es que se pierde completamente el sentido de la cooperación y esto sucede en una situación de peligro maximilla tarea específica del psicólogo incluye tomar contacto con personas que provocan retardos y conflictos de todo tipo y que son lideres no solo de la permanencia sino además, lideres oposicionistas desde el punto de vista político, como si través de eso se realizara una acción mágica que derrotaran al gobierno existente.

La situación catastrófica tiene un aspecto curioso, que cabe relacionarlo con las psicosis hípnicas; hay en ellas una oscuridad y un pánico que puede ser definido como la presencia simultánea del miedo a la perdida y el miedo al ataque, con una intensidad tal que paralizan, con desorientación total o fuga hacia el lugar de peligro.

Relacionamos este tema con las psicosis hípnicas y confesionales que la psiquiatría describe, ya que en los estados catastróficos se ve justamente la confusión de roles entre los miembros: los miembros de un grupo determinado tienen roles confundidos, no pueden operar y entonces, necesitan personal que los oriente. Esto se parece, desde el punto de vista individual, a estados confesionales de otro tipo, que obedecen a múltiples causas, que pueden ser relacionados todos, con la pesadilla o con la noche, el soñar y el dormir. Estudiando grupos de personas siniestradas, se ve que tienen estados de insomnio, para entrar en estados de vigilancia permanente. En esas noches aparecen situaciones semejantes a las hípnicas individuales, ligadas a su vez con la mitología y el folclore, donde se teme la aparición del lobizón u otro personaje similar.

Los estados confesionales están en la base de de toda comunidad siniestrada: la gente pierde operatividad por la confusión.  Esa confusión se debe a un incremento súbito de los miedos básicos, que les impide operar y están estuporosos o hacen fugas muchas veces inadecuadas.

Las psicosis hípnicas pueden ser agrupadas de acuerdo con los mecanismos de sueño. El sueño incluye: un estado que es el de predormir, donde hay somnolencia, hay un estado de dormir con sueños y otro de dormir con actividad motriz.

Corresponden a los estados confesionales de la psiquiatría y hemos establecido una correlación entre ellos. Entre las psicosis hípnicas confesionales, la primera se llama confusión simple, en la cual se advierte, como síntoma característico, la confusión de identidades: trastornos de la memoria y trastornos de la propia identidad, donde el sujeto se siente confundido, realiza permanentemente un gesto como de quitarse algo de la frente y eso se llama obnubilación, como si tuviera un nube en la mente. La confusión simple carece generalmente de contenidos psicológicos, o tiene muy pocos, y puede parecer en cualquier momento del día.

Las otras formas más típicas son la confusión mental con onirismo. En estos, al estado de obnubilación se suma la proyección de estados del sueño en realidad. Son estados aneroides que se ven con gran frecuencia en los chicos. Cuando los chicos están con fiebre, llega a un nivel de excitación especial y los padece .Comienza a proyectar sus sueños angustiosos y eso le provoca un gran miedo. Estos estados son estados característicos de trastornos tóxicos infecciosos y constituyen el mayor número de psicosis exógenas…Estos pacientes, con un tratamiento adecuado, pueden resolver su situación muy rápidamente y la verdadera prevención de las enfermedades mental reside en las primeras 24 horas de todo paciente que sufra ese estado confesional, que alimentara cuadros más serios.

La otra enfermedad es equivalente al dormir con agitación motriz, es decir, la forma simbólica: hay una actividad, una agitación tan desesperada que produce una liberación de la motricidad, a diferencia del sueño normal donde la motricidad esta inhibida. Aparece el sonambulismo y la somnílocua-hablar en sueños-.Estos estados corresponden generalmente a la histeria.

El caso típico de confusión es la confusión mental estuporosa: es el estado de sueño profundo, llamado por algunos sueño de plomo y donde la persona tiene la sensación de no soñar; no es azaya que la actividad cerebral continua y nadie deja de soñar, lo cual se prueba con el electroencefalograma.

Recapitulando: cuadros de confusión simple, como equivalentes a la somnolencia: confusión mental aneroide, que es la confusión con sueños proyectados; la confusión mental agitada y estuporosa. Estos son los cuatro estados confesionales o psicosis hípnicas, llamadas así porque son psicosis de noche, no solo del dormir sino son de noche. Desde el punto de vista diagnóstico y pronóstico, el hecho de que comiencen de noche es un buen dato. Las psicosis confesionales se ligan a muchísimos estados, sobretodo posinfecciosos.es importante insistir en que esos estados confesionales -que aparecen por momentos: el sujeto entra en confusión y sale, entra y sale-porque sirven para alimentar situaciones catastróficas psicóticas muy profundas. La conexión entre situaciones catastróficas y situaciones hípnicas tiene la particularidad de que son todas de carácter súbito, donde se da el pánico como situación básica”.   (Clase parcial, dictada el 2 de agosto de 1968.)

 

 

Manual de la Atención de Salud Mental para Víctimas de Desastres (Pan American Health Organization (PAHO) / Organización Panamericana de la Salud (OPS), 1990)

 

Desastres y salud mental

 

Cuando ocurre el desastre, surge la necesidad inmediata de conocimientos e información para planear y brindar ayuda. Los datos acerca del tipo de desastre y sus consecuencias son necesarios como marco de referencia para la elaboración de planes de ayuda específicos en el área de salud mental. A partir de las experiencias que han tenido otros con desastres, los administradores profesionales deben recopilar información acerca de los damnificados y su conducta. Por último, a fin de planear y prestar servicios eficaces, se precisa información sobre las diversas funciones y técnicas de salud mental de que se dispone para ayudar a las víctimas. Este manual presenta, a los planificadores y trabajadores de salud mental, ciertos conocimientos, información y técnicas para la prestación de este tipo de servicios después de un desastre.

Los desastres no son infrecuentes, aunque por lo general sí inesperados. De forma tradicional, la mayor prioridad en las actividades de ayuda en desastres se ha dirigido a proporcionar alimentos, refugio y atención médica. Sin embargo, cada vez se reconoce más que la ayuda psicológica a las víctimas es también prioritaria. De tal suerte, resulta evidente que la planeación y preparación anticipadas son tan importantes en el área de salud mental como en las demás actividades de auxilio.

Los administradores de salud mental necesitan conocimientos e información a fin de planear la ayuda en este campo antes de que ocurra el desastre.  Todo plan de servicios después de un desastre debe incluir conocimientos, información, evaluación y acción. Los conocimientos de los problemas psicológicos relacionados con los desastres y la información acerca de la manera de resolverlos pueden obtenerse antes de la catástrofe. No obstante, una vez que ocurre ésta, hay una necesidad urgente de información específica y evaluación inmediata. También hay que actuar con rapidez en la fase de la interrupción de la energía eléctrica y las fallas resultantes en las comunicaciones, así como las dificultades de transporte. Los problemas de comunicación contribuyen a la escasez de información precisa. Durante la etapa inicial después del desastre, es difícil saber qué ha ocurrido, cuántas personas han sido afectadas y quiénes son, dónde se necesita ayuda psicológica y cómo prestar esta última. Las formas de recopilar la información necesaria abarcan establecer contacto con las fuentes de los medios masivos de comunicación, pero en muchos casos se requiere la visita personal a los refugios de damnificados.

Ciertos grupos de población suelen convertirse en “blancos” prioritarios de los servicios de salud mental. La conducta de los damnificados varía con el tiempo y está relacionada con factores como la edad, situación económica, antecedentes de salud mental o magnitud de las pérdidas sufridas con el desastre. Por último, con base en los conocimientos, información y evaluaciones disponibles, debe elaborarse un plan de acción para brindar servicios de salud mental a los damnificados de una manera que refleje su realidad y el tipo de problemas emocionales y de conducta que sufren.

Los elementos principales del plan de acción son la identificación y selección de los diversos servicios de salud mental que deben prestarse. Es frecuente que se trate de servicios innovadores y flexibles que difieren, en muchos aspectos, de los empleados usualmente en clínicas u otras instituciones de salud mental.

Los conocimientos sobre orientación en crisis y terapia de grupo son necesarios, al igual que otros de búsqueda activa de pacientes, derivación de los mismos interinstituciones, organización de las comunidades y enseñanza al público. Los damnificados pocas veces solicitan servicios de salud mental porque el estigma de ser “un paciente mental” es mayor entre las personas de la población normal que de manera repentina necesitan tal ayuda. Por lo tanto, los trabajadores de salud mental deben localizar activamente a las víctimas afectadas. Esto con frecuencia implica búsquedas de puerta en puerta en las áreas afectadas, o referencias de persona a persona en los refugios de emergencia. Cada plan de acción debe tener en cuenta estos factores, definir los grupos blanco de los servicios, detallar el alcance y duración del proyecto, y delinear las estrategias de intervención que se emplearán.

En caso de un desastre, hay que satisfacer cuatro requisitos principales en la elaboración de un plan sistemático para los servicios de salud mental después de la catástrofe. El primer requisito son los conocimientos acerca de los desastres, la conducta de los damnificados y las técnicas de intervención. El segundo es la información sobre lo que ha ocurrido y quiénes están afectados. El tercero es la evaluación de los grupos más afectados por pérdidas y los problemas psicológicos relativos. El cuarto y último es un plan de acción en que se detallen los objetivos, blancos de los mismos, estrategias, duración y alcance del proyecto de servicios de salud mental propuesto.  Un manual incluye información, procedimientos y recomendaciones con que se pretende ayudar a los administradores y profesionales de salud mental en la planeación y prestación de servicios a damnificados. En la obra, el personal de salud mental encuentra información fundamental acerca de:

 

 Los tipos y fases de un desastre;

 Los conceptos acerca de la conducta de los damnificados;

 Algunos tipos específicos de problemas físicos y emocionales que surgen en los damnificados, y

 Algunas técnicas de auxilio apropiadas en el tratamiento de damnificados.

 

Una vez que ocurre el siniestro, los administradores necesitan identificar con rapidez a la población afectada, preparar el personal, diseñar programas de servicios específicos y coordinar sus actividades con otros. En este punto, los profesionales de salud mental también deben tener en mente la necesidad de indagar qué pasa con los damnificados. Los tipos de síntomas psicológicos presentes y la gama de estrategias de servicio eficaces son la base para ayudarles, y se deben considerar desde el principio e incluirse el diseño de un sistema de información que permita la evaluación adecuada de los resultados del programa y origine la presentación de los mismos a otros.

Los desastres son eventos extraordinarios que originan destrucción considerable de bienes materiales y pueden dar por resultado muerte, lesiones físicas y sufrimiento humano. Estos sucesos pueden ser causados por el hombre o naturales. En la primera categoría se incluyen los incendios, los conflictos bélicos, los disturbios civiles, los actos terroristas y la contaminación química, al tiempo que las inundaciones, los terremotos, las marejadas, los tornados o los huracanes son calamidades naturales. Las dos categorías guardan similitud en cuanto a sus posibles consecuencias en la salud mental, pero los autores del manual, con base en sus experiencias, se enfocan principalmente en los desastres naturales.

Las catástrofes usualmente son hechos inesperados a la vez que inevitables, y tienen diversas características. Algunas surgen con lentitud, mientras que otras lo hacen de manera repentina y sin advertencia alguna. Las hay que afectan un área amplia, mientras que otras ejercen sus efectos en un sitio específico. También varía su duración: algunas persisten durante horas, y otras, sólo duran segundos o minutos; por último, cada desastre produce daños materiales y pérdidas humanas en grado variable. Un terremoto causa daños materiales o humanos mínimos en un área despoblada, mientras que en otra densamente poblada la destrucción material y humana puede ser considerable.  Son diversas las definiciones del término desastre. En cada una de las siguientes, se hace énfasis en las diversas consecuencias de estos fenómenos naturales.  Harshbarger (1974) define los desastres como eventos rápidos y dramáticos que dan por resultado daños materiales y humanos considerables. Subraya la importancia de la vida comunitaria y plantea que los desastres deben considerarse con referencia a su potencial de perturbar las actividades de una comunidad y causar daño a los miembros de la misma.

Erikson (1976) señala que dos tipos diferentes de trauma psíquico, individual y colectivo, son evidentes en la conducta de las personas afectadas por un desastre. Define el trauma individual como: “… un golpe a la psique que rompe las defensas de la persona de manera tan repentina y tan fuerte que no es posible responder a él de manera eficaz…”, y el trauma colectivo como: “… un golpe a la trama de la vida social que lesiona los vínculos que unen a la gente y daña el sentido prevaleciente de comunidad. ” Estos traumas pueden ocurrir uno en ausencia del otro, pero es evidente que están relacionados y que suelen ocurrir en forma conjunta, además de experimentarse como dos mitades de un continuo en los desastres de mayor magnitud.  Schulberg (1974) analiza el vínculo entre los eventos riesgosos y las reacciones personales con uso del concepto de crisis. Esta última ha sido explicada en diversas formas, como una situación producida por el entorno, la percepción que tiene el individuo de un evento, un síndrome clínico, la interacción de la persona con su medio ambiente y un cambio decisivo en el funcionamiento personal. Cinco características que distinguen las crisis y revisten importancia central para la mayor parte de los puntos de vista sobre la teoría de la crisis, incluyen:

 

 Una secuencia cronológica que se desarrolla con rapidez;

 Cambios importantes en la conducta;

 Sensación personal de impotencia;

 Tensión en el sistema social y personal del sujeto, y

 Percepción de una amenaza para la persona.

 

Frederick (1977), al hablar de los desastres como crisis, no tarda en diferenciar los términos “crisis” y “emergencia”. Una crisis es un periodo crucial, que varía desde minutos hasta meses, en que una situación afecta el equilibrio social o emocional de la persona. Conforme evoluciona, puede transformarse en una emergencia, o sea una situación con necesidades urgentes y que requiere acción pronta.  Anderson (1968) asume un enfoque diferente y define los desastres con base en la reacción de la población afectada a la amenaza que representa el desastre mismo antes de que ocurra. Describe el desastre como agudo o crónico, según la forma en que la comunidad responde a dicha amenaza: “Desde el punto de vista conceptual, es conveniente diferenciar el desastre como un evento de crisis aguda que perturba físicamente la vida cotidiana, por lo demás normal, y origina pérdidas palpables, respecto de la amenaza de una situación de crisis crónica, en que se anticipa la perturbación de la rutina esperada.” Este autor afirma que un desastre tiene consecuencias diferentes en el individuo, la familia y las diversas instituciones de la sociedad afectada. Una crisis aguda surge cuando la comunidad carece de patrones culturales con relación a los desastres, que le permitirían enfrentar las consecuencias inesperadas del mismo. En otras palabras, la comunidad se ve tomada completamente por sorpresa. En una crisis crónica, los eventos del desastre no son del todo desconocidos antes de que éste ocurra y por lo general, se reconoce la posible amenaza antes de que la experimente el individuo.

Barton (1970) clasifica los desastres como parte de un grupo más amplio de situaciones de estrés colectivo que surgen cuando muchos miembros de un sistema social no reciben las condiciones de vida que esperan de dicho sistema. Agrega que tal estrés colectivo puede provenir de fuentes externas al sistema o de éste mismo. Considera el sistema social como una colectividad de humanos cuya interacción se mantiene en la forma de patrones identificables durante un periodo relativamente prolongado, y afirma que el desequilibrio sistemático es resultado del estrés de eventos catastróficos.  Barton afirma que los factores siguientes deben considerarse en la evaluación de estas situaciones de estrés:

 

 El alcance de la situación (por ejemplo, una pequeña parte del sistema puede estar bajo estrés porque es la única que ha sufrido una pérdida importante o porque es parte de un sistema que sufre tal pérdida);

 

 La velocidad de inicio;

 

 La duración del factor estresante (por ejemplo, los cambios que ocurren sin advertencia tienden a originar pérdidas mayores y hacer que el sistema tenga menor capacidad de respuesta, en comparación con los cambios precedidos de una advertencia, que permiten prepararse contra ellos, y

 

 La preparación social.

 

Kastenbaum (1974) describe los desastres según la gravedad relativa de los mismos en comparación con otros eventos importantes. La forma como la persona percibe una calamidad tiene cierta relación con la manera en que suele definir y clasificar otros eventos. La definición de algo como un desastre requiere antecedentes de estabilidad y normalidad, contra los que se compara la calamidad.

El término damnificadose refiere a las personas y familias afectadas por un desastre o sus consecuencias. Dichos sujetos experimentan un evento estresante e inesperado. Por lo común, se supone que la mayoría han venido funcionando adecuadamente antes de la catástrofe pero su capacidad de resolución de problemas se ve limitada por el estrés de la situación. Aunque los damnificados presenten síntomas de estrés físico o psicológico, no se consideran enfermos. Entre los damnificados de un desastre pueden incluirse personas de todas las edades, clases socioeconómicas y grupos étnicos o raciales, ya que las catástrofes afectan en forma indiscriminada a la población del área que sufre el impacto.

Algunos damnificados sufren más que otros, lo que depende de varios factores relacionados. Son particularmente susceptibles a las reacciones físicas y psicológicas ante un desastre, quienes:

 

 Son vulnerables como resultado de vivencias traumáticas previas;

 Están en riesgo a causa de enfermedades recientes;

 Experimentan estrés y pérdidas graves;

 Pierden sus sistemas de apoyo social y psicológico, y

 Carecen de habilidades para la resolución de problemas.

 

Los ancianos son un grupo que, en general, suele tener dificultades para enfrentar los desastres y sus consecuencias. Es usual que queden aislados de sus sistemas de apoyo y vivan sólos. Como resultado de esto, con frecuencia tienen miedo de buscar ayuda. Los problemas típicos en este grupo después de catástrofes son la depresión y sensación de impotencia. Es desafortunado que una respuesta común en algunos ancianos sea la falta de interés en la reconstrucción de su vida.  Los niños también son un grupo en riesgo especial, ya que es usual que no tengan la capacidad para comprender y racionalizar lo que ha ocurrido. Por consiguiente, suelen padecer problemas emocionales o de conducta en el hogar o la escuela. Quizá los trastornos más prominentes que se han señalado después de desastres son las fobias, trastornos del sueño, pérdida de interés en la escuela y conducta “difícil”.  Quienes tienen antecedentes de enfermedades mentales pueden requerir atención especial. El estrés que acompaña a una situación de esta naturaleza hace que sean frecuentes las recaídas en esta población, como resultado de estrés adicional o de las dificultades en la obtención regular de medicamentos.  Por último, otro grupo en riesgo, que debe considerar el profesional de servicios de salud mental a damnificados, abarca las personas que estaban experimentando algunas crisis vitales al momento del desastre. Entre los miembros de este grupo estarían, por ejemplo, personas que enviudaron o se divorciaron en fecha reciente, así como los sometidos a cirugía mayor con poca antelación. Estos damnificados suelen tener vulnerabilidad especial al estrés generado por un desastre natural.  En resumen, si bien los grupos en riesgo específicos que se han identificado ameritan atención estrecha del trabajador de salud mental, los damnificados pueden formar parte de todos los estratos sociales, económicos y étnicos, así como de todos los segmentos de población en el área del desastre.

 

                                  

 

 

 

 

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