De vez en cuando la especie humana nos vuelve a cachetear
con ciertas acciones de una porción frente a los demás.
Como en una película vemos una secuencia continuada de abuso
de poder, violencia indiscriminada y mal trato a enfermos, trabajadores de la
salud, prensa, legisladores y demás asistentes.
La excusa: “reaccionaron a reiterados ataques violentos”,
claro, reaccionaron a la violencia de las palabras con balas de goma,
reaccionaron a la violencia de quien defiende lo suyo usando consignas con
patadas y golpes, reaccionaron frente a la protesta de los miembros del taller
19 con matoneadas.
Dijeron que todo era causado por la violencia de quienes se
resistían a que una topadora infame les haga puré los sueños de salud y libertad.
¿Y quién es el loco en esta situación? ¿Quién es el enfermo?
¿Quién el violento?
Un jefe de operativo que ciego de poder ordena a los suyos
desalojar como sea, sin importar a quien se le apunte, a quien se golpee, a
quien se amedrente ¿nace de la nada? ¿Quién le da carta blanca para la
salvajada?
Estamos frente a una instancia maravillosa en la que
desenmascarar ciertos juegos se vuelve simple, tal vez merced a la tecnología.
El origen de la Metropolitana no es paradisíaco ni está
lleno de flores, cuando se le permite al jefe de gobierno de CABA formar su
policía nunca pensó en servir a las personas, sino es tener un batallón de fieles
perros cazadores y le encomendó la tarea al Fino Palacios, hombrecillo oscuro
que no sólo está implicado en el atentado a la AMIA sino que tuvo unas
excelentes referencias de parte de varios genocidas de la última dictadura
cívico militar.
Este oscuro personaje se dedicó a juntar todo lo que había
quedado fuera de otras fuerzas, la mayoría por apremios ilegales, cohecho, y
demás. No la inició pensando en los derechos humanos, no la inició pensando en
el bien comunitario, la inició pensando en que sus jefes no lidien con pobres,
con marginales, con la humanidad no perteneciente a las élites y sus empleados.
Y los muchachos fueron al Borda a cumplir órdenes, a
reprimir a todo aquel, que aún respaldado por la justicia, se opusiera al
negocio del niño Mauricio. Porque el niño y sus amiguitos tienen que tener el
terreno para su negocio de oficinas, no importa que todo haya quedado expuesto
a la luz pública, no importa que todos sepan, importa lo que él desea. Aún
alegando mentiras para respaldar el despojo y el destrozo del trabajo de los
internos.
Al niño Macri la locura lo asusta, no la quiere ver, quiere
ocultarla, condenarla, sin tomar en cuenta la locura que implica entrar a un
neuropsiquiátrico con armas, correr a todos a golpes y tiros, humillar a la
condición humana con la brutalidad más clara.
Pero salen a la conferencia de prensa para justificar lo que
no puede justificarse. Para el niño Mauricio, esto es sólo jugar con sus
soldaditos de plástico para ganar el estanciero, para nosotros es el horror de
la violencia y el abuso de poder. Para él lo que producen los internos del
Borda no es arte, para nuestra forma de entender el arte que nace en el Borda
es la vía genuina de la salud, pero el niño Macri no puede entenderlo, porque
comprender el arte requiere de amor y de esperanza aún en la oscuridad, cosa
que no se si conoce, cuando a sabiendas vulneró la dignidad de aquellos que
resistían su topadora cachiatoriana.
La locura del viernes fue desatar esa represión inmunda
contra todos y todas, injustificada se mire por donde se mire, y una represión
nunca tiene justificativos.
Violencia desatada, derramada en el delirio del que ostenta
el poder de las armas, del que atenta por el bien de su economía contra la
dignidad y la salud de todos los que esa mañana estaban allí.
Cuando escuche ambas conferencias de prensa, la que dieron
sus empleados y la de él, solo pude pensar en una frase, que no es mía, sino de
una canción de los Redondos “violencia es mentir”
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