lunes, 29 de abril de 2013

La violencia y la locura.

Por Guadalupe Podestá Cordero


De vez en cuando la especie humana nos vuelve a cachetear con ciertas acciones de una porción frente a los demás.

Como en una película vemos una secuencia continuada de abuso de poder, violencia indiscriminada y mal trato a enfermos, trabajadores de la salud, prensa, legisladores y demás asistentes.

La excusa: “reaccionaron a reiterados ataques violentos”, claro, reaccionaron a la violencia de las palabras con balas de goma, reaccionaron a la violencia de quien defiende lo suyo usando consignas con patadas y golpes, reaccionaron frente a la protesta de los miembros del taller 19 con matoneadas.

Dijeron que todo era causado por la violencia de quienes se resistían a que una topadora infame les haga puré los sueños de salud y libertad.

¿Y quién es el loco en esta situación? ¿Quién es el enfermo? ¿Quién el violento?

Un jefe de operativo que ciego de poder ordena a los suyos desalojar como sea, sin importar a quien se le apunte, a quien se golpee, a quien se amedrente ¿nace de la nada? ¿Quién le da carta blanca para la salvajada?

Estamos frente a una instancia maravillosa en la que desenmascarar ciertos juegos se vuelve simple, tal vez merced a la tecnología.

El origen de la Metropolitana no es paradisíaco ni está lleno de flores, cuando se le permite al jefe de gobierno de CABA formar su policía nunca pensó en servir a las personas, sino es tener un batallón de fieles perros cazadores y le encomendó la tarea al Fino Palacios, hombrecillo oscuro que no sólo está implicado en el atentado a la AMIA sino que tuvo unas excelentes referencias de parte de varios genocidas de la última dictadura cívico militar.

Este oscuro personaje se dedicó a juntar todo lo que había quedado fuera de otras fuerzas, la mayoría por apremios ilegales, cohecho, y demás. No la inició pensando en los derechos humanos, no la inició pensando en el bien comunitario, la inició pensando en que sus jefes no lidien con pobres, con marginales, con la humanidad no perteneciente a las élites y sus empleados.

Y los muchachos fueron al Borda a cumplir órdenes, a reprimir a todo aquel, que aún respaldado por la justicia, se opusiera al negocio del niño Mauricio. Porque el niño y sus amiguitos tienen que tener el terreno para su negocio de oficinas, no importa que todo haya quedado expuesto a la luz pública, no importa que todos sepan, importa lo que él desea. Aún alegando mentiras para respaldar el despojo y el destrozo del trabajo de los internos.

Al niño Macri la locura lo asusta, no la quiere ver, quiere ocultarla, condenarla, sin tomar en cuenta la locura que implica entrar a un neuropsiquiátrico con armas, correr a todos a golpes y tiros, humillar a la condición humana con la brutalidad más clara.

Pero salen a la conferencia de prensa para justificar lo que no puede justificarse. Para el niño Mauricio, esto es sólo jugar con sus soldaditos de plástico para ganar el estanciero, para nosotros es el horror de la violencia y el abuso de poder. Para él lo que producen los internos del Borda no es arte, para nuestra forma de entender el arte que nace en el Borda es la vía genuina de la salud, pero el niño Macri no puede entenderlo, porque comprender el arte requiere de amor y de esperanza aún en la oscuridad, cosa que no se si conoce, cuando a sabiendas vulneró la dignidad de aquellos que resistían su topadora cachiatoriana.
La locura del viernes fue desatar esa represión inmunda contra todos y todas, injustificada se mire por donde se mire, y una represión nunca tiene justificativos.

Violencia desatada, derramada en el delirio del que ostenta el poder de las armas, del que atenta por el bien de su economía contra la dignidad y la salud de todos los que esa mañana estaban allí.

Cuando escuche ambas conferencias de prensa, la que dieron sus empleados y la de él, solo pude pensar en una frase, que no es mía, sino de una canción de los Redondos “violencia es mentir”

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