Me niego a vivir en el país de los olfas y los buchones, de
esos que en el grado corrían a postrarse a los pies de la maestra nueva
prometiendo ser buenitos y contarle todo lo que ven y escuchan.
Me molestan los corruptos, pero mucho más los corruptores.
Pero también me joden esos que, en el 55, hubieran dejado de ser peronistas por
las barbaridades que se decían de Perón.
¿Qué clase dirigente tenemos? ¿Una decepcionante caterva de
cobardes y vendidos que al primer grito huyen o al primer sobre venden los
calzones? De qué está hecha esta clase dirigente, qué es, en todo caso, un o
una dirigente.
Dirigente es aquel que es capaz de cargarse la lucha al
hombro y poner la cara por los compañeros, es quien encarna el rumbo político
del movimiento y agrupación a la que pertenece, es ante todo, un cuadro (un
militante formado e informado, asertivo en la estrategia, que sabe lo que dice
porque tiene como fundamentarlo, es quien demuestra un sesgo ideológico claro y
contundente) A la vista de lo que cada mañana se nos revela, que pocos
dirigentes hay, muchachos.
Que las tropas del lavador serial, del nene de la patria
contratista, nos vengan a dar clases de moral es caer más bajo que un topo del
subsuelo. Y, entre nos, si siguen bajando se van a deshacer en el núcleo de
lava del planeta.
Desde que asumió la pesadilla cambiemos, los militantes del
campo nacional y popular vivimos de desazón en desazón, pasamos de la amargura
a la rabia, para volver luego a la amargura.
Pero, díganme, ¿qué pensaban que iba a pasar si nos ganaban?
¿De verdad, que se creían, qué nos iban a respetar? Muchachos, tengo menos años
que muchos de los dirigentes, y la persecución la vi venir antes de que
asumieran, cuando acortaron el mandato de Cristina 24 horas, o no se dieron
cuenta que entraron al poder despedazándolo todo y con ello a nosotros.
Tony Negri dice que el imperio no es un lugar sino una forma
de pensamiento contaminante, un entronque ideológico que contamina la visión,
pruebas al canto, sesenta y pico de años de pensamiento imperial insuflado en
las mentes, producen estos fenómenos que padecemos hoy. Porque este proceso de
ruptura, no solamente nuestro sino de toda la región, no está pensado desde la
política simple, sino desde la biopolítica (en serio, si no leyeron Imperio, es
hora de que lo hagan)
Y en el medio de todo, el pueblo, con despojo, hambre,
miseria. En seis meses reventaron todo, sólo falta que demuelan edificios
simbólicos y hagan un decreto para prohibirnos, so pena de cárcel.
El aparato persecutorio es puesto en práctica por alguien
que se vende al mejor postor desde joven, quien enarbolando ideales ha
traicionado a diestra y siniestra. Su fealdad no es simplemente estética, es
profundamente espiritual. Todo acompañado del circo de denunciadores seriales,
tristes personajes nacidos para lacayos aunque ostenten una ominosa billetera.
Me van a decir que es un discurso colérico… Si, si, lo es,
claro que lo es. Aprendí desde muy chica a despreciar la cobardía y la
miserabilidad espiritual. Los flojitos nada tienen que hacer a nuestro lado,
los buchones y los olfas nunca fueron de mi agrado, las revoluciones no se
hacen con trapitos mojados por el miedo.
Si los que se hacen llamar dirigentes están dispuestos a
recular esperando que otros salten antes para luego prenderse de abanderados,
deberán pensarlo profundamente, porque no sea que esperen tanto que los dejen
afuera.
Cuando la historia pase regalando cachetazos, no lloren ni
se quejen, cuando ya no haya opciones, no salgan acongojados. Nos dejan solos, bien, pero no vengan con propuestas cuando el
incendio ya se consumió.
Los militantes nos tragamos sapos, porque sabemos que puede
ocurrir, pero como los ideales son valores que no se entregan seguimos
peleando.
A los peronistas nos han matado compañeros como a nadie, nos
los han desaparecido, arrancado de nuestras vidas, pero seguimos adelante,
seguimos porque nos forjamos en la lucha, no en un partidito de kens y barbies
noventosos.
Si, hablo con desprecio, porque la militancia real no admite
dobleces, o se lucha por el bien común o
se queda uno en casa sin joder ni estorbar, no se puede estar de un lado y del
otro, no podés decirle “Judas” a alguien y después imitarlo cuando todas las
piedras vuelan para el lado al que decías pertenecer.
Seres viles hay en todas partes, pero la respuesta no es la
antipolítica, tampoco es salir a decir “yo no fui, no me peguen” la respuesta
es redoblar esfuerzos, avanzar en la lucha, es doblar la apuesta porque, como
decía Martín Fierro, lo que digo con el pico lo sostengo con el cuero.
Hay mucho pseudoperonista que odia al FPV, aun habiendo
dicho que lo integraba, porque amaban un peronismo de pelo fino, porque se
piyan si un famoso los invita y si un oligarca los considera, ni te cuento.
Pero ser peronista es otra cosa, es pelearla a más no poder para que todo sea
para todos, es sumar al pueblo en cada decisión, es que, como dijo alguien, los
números te cierren con la gente adentro. Ser peronista es increpar al poder
omnímodo de las corporaciones económicas y es decirle al oligarca “rajá gorila”
y sacarlo a patadas a la calle, es pensar en el que no tiene y cómo hacer para
que tenga.
Los que sacan hoy los pies del plato, que lo piensen, porque
después no va a haber lugar, los que convalidan la prisión y persecución a
dirigentes sociales que analicen bien donde están. Porque no somos tantos y
muchos conocemos bien las caras y las historias. Así que a ver si aflojamos con
el hacer modosito y vamos poniendo los papeles enserio.
Piensenló o borrensé. Ya lo saben.


El fiscal federal Carlos Stornelli, imputó al ministro de Energía y Minería de la Nación, Juan José Aranguren, bajo la sospecha de haber realizado maniobras con la intención de beneficiar a la empresa petrolera Shell de la que el ministro es accionista.