jueves, 2 de junio de 2016

Ajedrez en la cubierta del Titanic con el iceberg de frente.

Por Guadalupe Podestá Cordero

A veces cuesta mucho sentarse a escribir, no por cansancio, sino porque la vorágine en la que estamos todos envueltos en este tiempo no da respiro y muchas veces lo que surge es sólo la bronca y eso jamás nos permite un buen análisis.
Hace meses que vivimos inmersos en una película que ya vimos, como si viajásemos en el Titanic sabiendo que este se va a hundir inminentemente y para completar el panorama, hay pasajeros que ven acercarse el iceberg, y en vez de intentar salvar el barco, dejan que el capital acelere hacia él.
Muchos nos piden que “le demos tiempo” que “los dejemos hacer”, ¿cómo se hace para dejar hacer pacientemente a quien hace desastre tras desastre? Si una persona está aprendiendo a manejar y lo vemos chocar de todas las formas posibles y aun así lo dejamos ¿Hacemos bien? ¿Verdad que no?
Ser responsables de los destinos de nuestra patria implica, en un punto poder decir que algo no va o que todo no va. Pero al niño consentido que tomó el poder, aún lo apañan los propios y muchos desconocidos. Será esa idea mentirosa del destino que nos hace sentirnos juguetes de quienes, como los dioses griegos, deciden jugar con el destino de los mortales.
La paciencia existe para esos momentos que uno ve pasajeros, para los berrinches cortos o para quienes queremos ver y tardan en llegar, pero no para ver una película en retroceso, porque además es este un retroceso indigno de toda indignidad, porque si uno retrocede para volver a un pasado afortunado, bien, pero retroceder hacia la exclusión, la flexibilización laboral y el hambre, es un ejercicio de sadismo esquizofrenizante.
En el manejo del país tenemos unos tipos que nos prometen futuros maravillosos que nunca llegarán, porque lo que no cuentan es que ese futuro maravilloso no es para nosotros, es para ellos y sus amiguetes.
Por primera vez, tenemos un presidente que lava dinero a todas luces y quiere que pensemos que él no sabía… vamos, de verdad nos tenemos que creer eso, porque con esa idea también podemos pensar que vendrá Papá Noel a vernos casa por casa y que el Ratón Pérez existe.
Eso es lo que indigna, la persistencia en tomarnos por idiotas, pero también lo dispuestos que están algunos a tomar ese rol. Porque hay quien elige tragarse el cuento mientras ve cuerpos expuestos en el show de la banalidad.
Parece que cada mañana despertamos más en los noventa, falta que vuelva la pizza con champaing y cantamos bingo.
Detrás de los postulados meritócratas de este gobierno, existe la invitación a la esclavitud, al autosacrificio para servir a otros y a no hechas la culpa a los culpables, porque es insoportablemente infantil pensar que uno progresa sólo sin importar lo contextual. Si fuera así, no cerrarían negocios todos los días. Cuando una sociedad se empobrece, todos los que viven en ella pierden, sólo ganan con el empobrecimiento los que aprovechan esa condición para maximizar sus ganancias a costa de la vulneración de las leyes laborales y del avasallamiento de la dignidad.
El trabajito fue fino, borraron la palabra pueblo para hablar de la gente, pero gente no implica pertenencia, sino seres sueltos, bien aislados por la cosa de la inseguridad y los virus, luego sacaron la palabra patria porque se había emparentado demasiado con lo nacional y popular (y como para ellos eso es de “negros”) y se les tornaba peligrosa. Cuando alcanzaron el poder, siguieron con los símbolos, Zamba, San Martín, Juana Azurduy despedazados entre la basura, vaciados de contenidos los programas que reforzaban el marco educativo desde Paka Paka y Encuentro, para que quede sólo lo que ellos pueden tolerar –y comprender, seamos honestos, cada vez se les nota más la pobreza intelectual- y los que sus jefes del poder económico global permiten.
Y frente a esto ¿qué encontramos? Una dirigencia sindical partida, la CGT propone hacer ollas populares…como decirles que ¡Tienen que parar el país! Que ollas populares, eso es convalidar el empobrecimiento al que se está condenando a los trabajadores, una olla popular no es estar en lucha, a uno le preocupa más el fútbol que los obreros, al otro sus restoranes y al tercero no sabemos qué le pasa, porque maneja un sindicato que siempre fue combativo, pero ahora decide jugar al ancianito zen. ¿Será que se reedita una y otra vez la película de Gleyzer? Por lo pronto solo las dos CTA llamaron a tomar las calles.
¿Y el resto de la dirigencia política? Hola!!! ¿Hay alguien? Alguien que salga de la retórica y se atreva a plantear la organización de la oposición y se anime a salir a plantear la lucha. Porque no podemos seguir pidiéndole a Cristina que venga y se cargue al hombro la lucha que le pertenece a todo un pueblo. O ¿será que debemos cambiar todas las dirigencias y empezar de nuevo, desde cero?
A veces no sé si se está esperando que no haya retorno al bienestar para que entonces pongamos la sangre nosotros y ellos se saquen la foto, o de verdad, estos años hicieron que se aburguesaran tanto.
Macri devuelve la autarquía a las fuerzas armadas, y ¿nadie dice que es para tener mayor poder de represión? Porque ya mostraron lo que son capaces de hacer, o quedan dudas.
Debemos entonces volver a organizarnos. La ex presidenta, dijo en su discurso de despedida que no esperáramos salvadores, que si las dirigencias no respondíamos cada quien debía organizarse con otros, porque cada militante lleva en su mochila la capacidad de ser dirigente. Lo cierto, al fin, es que no podemos seguir viendo, pacientemente, como todo es mancillado, destrozado mientras nuestro pueblo es condenado al hambre y la indignidad.

¿Quién moverá la primera pieza de este complejo ajedrez?

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