CARLOS ANDRÉS ORTIZ Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
El Secretario del Tesoro de EEUU, Henry Morgenthau Jr., fue el
ideólogo del plan que lleva su nombre, por el cual se planificó dejar a Alemania
sumida en la peor de las miserias, al cabo de la Segunda Guerra Mundial,
impidiéndole todo desarrollo industrial y tecnológico, dejando a su población
hambreada y sin alternativas de vida, pues buscó fomentar y obligar a la
involución económica a estadios superados de economía primaria, a la vez que
pretendía destruir todo el sistema educativo, en particular el de la enseñanza
técnica y científica, y anarquizar todos los estamentos de funcionamiento del
país.
Ese vengativo plan, fue elaborado y consensuado mucho antes que
terminara la guerra, cuando ya la balanza del poder bélico se había inclinado
decididamente en contra del III Reich.
Pueden encontrarse puntos de semejanza con el Tratado de Versalles,
el cual bajo las influencias marcadamente revanchistas de los negociadores
británico (Lloyd George) y francés (Georges Clemenceau), no atemperadas por los
representantes de Italia (Vittorio Orlando) y EEUU (Woodrow Wilson); que
estableció pautas de indemnizaciones muy acentuadas y claramente vengativas contra
los vencidos en la Primera Guerra Mundial y en particular contra Alemania; lo
que provocó el revanchismo que pocos años después fue una de las causas que
desencadenaron la Segunda Guerra Mundial.
Pero así como el Tratado de Versalles era clara y brutalmente
lesivo, sin mayores disimulos; el Plan Morgenthau estuvo pensado como un
accionar más sigiloso, lleno de meandros de sucesivos impedimentos que sin
mostrarse a cara descubierta y con acciones y trabas encubiertas, hicieran
imposible todo proceso de desarrollo, mediante la desarticulación general, el
caos financiero y el desmantelamiento industrial y tecnológico, además del
desamparo total de la población.
El Plan Morgenthau, casi calcado, también se aplicó a Japón, pero en
ambos casos, por motivos geopolíticos, solo duró escasos dos años, pues para
EEUU y sus aliados, lo prioritario era utilizar a Japón y Alemania, como frenos
al por entonces temido expansionismo comunista, sobre todo ante las rispideces
suscitadas en Berlín, la inestabilidad en Corea y Vietnam, y el estatus de
potencia nuclear que había adquirido la Unión Soviética.
Es decir que los supuestos peligros que representaban Alemania (por
entonces Alemania Occidental) y Japón, quedaron relegados ante el agravamiento
geopolítico respecto al Oso Ruso y el Dragón Chino; y las vengatividades fueron
dejadas de lado, por las nuevas urgencias geopolíticas.
El siniestro Plan Morgenthau fue reemplazado por el Plan Marshall,
que fue su antítesis; y los “milagros” económicos alemán y japonés se concretaron
rápidamente, al igual que ocurrió con los otros ex beligerantes de Europa
Occidental.
Si bien la bibliografía “políticamente correcta” los elude, hay en
la historia otros casos de desindustrialización forzosa, instigados por la
respectiva potencia dominante de turno, en particular por Gran Bretaña, que no
quería competencia a su autoasignado rol de “taller del mundo”.
Largamente estudiado por el revisionismo histórico, y cuidadosamente
oculto por el academicismo histórico mitrista, es el caso argentino del siglo
XIX, cuando después de Caseros y de Pavón (batallas que sucesivamente
significaron la imposición forzosa del liberalismo económico), ante la invasión
de productos industriales sin freno aduanero alguno, y facilitado ese proceso
por los avances de las redes ferroviarias, se extinguió rápida e
irremisiblemente la industria artesanal del noroeste, de Santa Fe, Córdoba y
otras provincias. Brutal proceso negado o “ninguneado” por historiadores y
economistas afines al establishment oligárquico y antiindustrial.
Pero menos conocidos son otros casos, como el de Egipto del siglo
XIX, en el cual en el marco de un gobierno fuerte respaldado por una respetable
capacidad militar propia, se había implementado un proceso de industrialización
que hacía de ese país en esos años un equivalente de las Potencias Emergentes
de hoy. El cultivo del algodón, de muy buena calidad, y la decisión política de
industrializarse, dieron origen a una importante industria textil, por entonces
equiparable a la consolidada industria textil británica. En ese contexto, otras
ramas industriales también iban desarrollándose.
Pero así como el sistema político autocrático egipcio del siglo XIX
evitó en su momento las oposiciones a la industrialización que podrían ejercer
sectores conservadores y los intereses de exportadores de materias primas e
importadores de bienes elaborados; al debilitarse dicho poder, por
envejecimiento del Pachá y las demoras y conflictos políticos para su sucesión,
las sutiles pero fuertes presiones británicas en particular y europeas en
general, lograron hacer languidecer a la industria local, sacrificándola en el
altar del “libre comercio”, con lo cual en pocos años Egipto pasó a ser un
simple proveedor de algodón en bruto, retrotrayéndose a una economía primaria y
dependiente de los centros industriales extranjeros. Hasta hoy no logró superar
el contexto de economía pobre y carente de industria al cual fue inducido
Egipto, bajo diversas presiones políticas y financieras.
En Argentina, la desindustrialización y la destrucción de
actividades tecnológicas de punta, tuvo varios muy nefastos períodos de
aplicación, todos los cuales tuvieron claras connotaciones de acentuada
similitud con el Plan Morgenthau aplicado a Alemania y Japón entre 1945 y
1947/8.
Las acentuadas políticas de industrialización y de desarrollo
tecnológico que aplicó el peronismo entre 1946 y 1955, fueron frenadas y en
parte desactivadas o destruidas por el golpe de Estado pro británico de 1955,
perpetrado con la complacencia y apoyo de la vieja oligarquía campera ultra
conservadora. La desactivación del avanzado proyecto del Pulqui (avión caza a
reacción, similar a los Mig 15 y Sabre F 86 de esos años), y la absurda
expulsión de la fábrica de camiones y ómnibus de Mercedes Benz, son
posiblemente los casos más emblemáticos, pero no los únicos de “la fusiladora”
(1). El odio a los obreros sindicalizados, que caracteriza a los procesos de
industrialización, el miedo visceral a las transformaciones socio – económicas
y la aversión a perder privilegios recalcitrantes, unió a componentes ultra
liberales (antinacionales) de las Fuerzas Armadas con la retrógrada oligarquía
campera y sectores de la intermediación importadora y financiera.
En 1962 otro golpe de Estado tuvo marcadas connotaciones ultra
liberales y por ende antiindustrialistas, con el tecnócrata Álvaro Alsogaray
como mascarón de proa, y las FFAA como instrumentos de aplicación de doctrinas
recesivas y antinacionales. Los pretextos del golpe, no pudieron ocultar que
las políticas petrolera e industrial, notablemente efectivas más allá de
aciertos y errores de aplicación, fueron las causas reales que escandalizaron a
las oficialidades “gorilas” (2) y a sus mandantes e instigadores oligárquicos.
El golpe de Estado de 1966 fue sui generis, pues si bien tuvo
aristas liberales, con Krieger Vasena como personero del establishment como “súper
ministro” de Economía, su accionar estuvo acotado o enmarcado en fuertes
políticas de desarrollo industrial y tecnológico, y una acertada ley de Compre
Nacional, aplicadas sobre todo en las dos primeras etapas (presidencias de
Onganía y Levingston). Ese perfil desarrollista con claros perfiles
geopolíticos en buena parte debe ser atribuido al poderoso rol del cerebral
General Juan Enrique Guglialmelli, y en parte al Dr. Aldo Ferrer en el
Ministerio de Economía en la segunda etapa de esos siete años.
El golpe de Estado de 1976, conocido como “el proceso”, con el marco
de la violencia guerrillera como contexto real y como pretexto perfecto para
reprimir toda opinión y acción en contrario, entronizó al neoliberalismo como
“doctrina única”, aplicada con rigor y total carencia de patriotismo y sentido
de humanidad, por Martínez de Hoz (personero de la Sociedad Rural y los poderes
financieros transnacionales), y por sus sucesores, casi sin solución de
continuidad, por un largo y destructivo cuarto de siglo, al cabo del cual
estuvimos literalmente al borde de la disolución nacional.
El pomposamente autodenominado “proceso de reorganización nacional”,
claramente subordinado a las potencias anglosajonas (EEUU y Gran Bretaña),
buscó desarticular totalmente el notable desarrollo industrial que había
alcanzado nuestro país, cuyas producciones se exportaban en crecientes
volúmenes y a diversos destinos. A la vez, uno de sus claros objetivos fue
concentrar acentuadamente la riqueza, reduciendo drásticamente los niveles
salariales, buscando recrear las condiciones semifeudales de la segunda mitad
del siglo XIX, de aquella etapa que el probritánico Mitre instauró bajo el
nombre de “proceso de organización nacional”. ¡Continuidades históricas
evidentes!
La brutal involución industrial, tecnológica, económica en general,
y sociopolítica, así como sus objetivos finales de desguace nacional,
perpetrada en el marco del terrorismo de Estado, tuvo evidentes similitudes,
prácticamente calcadas, con el Plan Morgenthau, el cual siguió aplicándose
hasta 2001, incluso acentuándose desde el menemato y el delarruato.
Volviendo al poder formal el neoliberalismo, bajo el formato
democrático, desde fines de 2015, con los mismos o similares protagonistas que
en los siniestros años ’90, evidentemente están decididos a aplicar a rajatabla
una versión remozada y acentuada del Plan Morgenthau; en forma acelerada y
pretendiendo no dejar margen para el resurgimiento industrial, tecnológico y ni
siquiera de atisbo alguno de soberanía nacional.
“No entiendo de soberanía”, dijo
palabras más o menos, el actual presidente y comandante de la ceocracia
reinante. “Les haremos olvidar del patriotismo”, se filtró de una reunión
de líderes empresarios ultra liberales, expresado por el actual presidente del
Banco Central”. “No queremos industrias” dijo la vicepresidenta.
Son los mismos que desprecian abiertamente a la escuela y la
Universidad pública.
Evidencian estar decididos a “completar la tarea” de desguace del
territorio argentino, lo cual no pudo –milagrosamente- perpetrarse en
la buscada crisis terminal de 2001/2002.
A la oligarquía apátrida, esos problemas no les molestan, e incluso
le complacen; a ciertos sectores muy confusos de las clases media y baja, no
les preocupa pues ni se dan cuenta de la gravedad de la situación; amplios
sectores de las FFAA y FFSS y civiles vinculados (3) el tema no lo comprenden,
pues siguen anclados en los años ’70, negándose a comprender que hoy la
realidad es otra y a razonar con fundamentados criterios geopolíticos actuales;
mientras que varios “progres” llenos de doctrinas del odio o de sectarismos
inducidos por ONGs extranjeras, ignoran o menosprecian temas como este y son
casi siempre funcionales a acentuar las confusiones y a ser de última
instrumentos del “capitalismo” que tanto dicen odiar.
Preocupante realidad de la que pocos tomaron cabal conciencia.
(1) Ingenioso nombre dado a la autodenominada “revolución
libertadora” de 1955.
(2) Despectivo calificativo del imaginario popular, aplicado a los
recalcitrantes antiperonistas perpetradores del golpe de 1955, y sus
continuadores.
(3) FFAA y FFSS = Fuerzas Armadas y Fuerzas de Seguridad.
Argentina y la
siniestra reedición de Plan Morgenthau
La historia suele ser contada a conveniencia. En la actualidad,
mucho se habla del Plan Marshall de ayuda financiera de EEUU a la Europa
Occidental de posguerra, y luego de un plan similar aplicado en Japón, así como
es muy promocionado el milagro alemán para referirse al rápido resurgimiento de
la economía germana, y también el milagro económico japonés.
Pero es muy poco conocido el siniestro Plan Morgenthau, que debe su
nombre al secretario de Hacienda de EEUU durante la Segunda Guerra Mundial y
que precedió al Plan Marshall, siendo sus propósitos diametralmente opuestos.
El Plan Morgenthau formó parte de la batería de medidas y de
instituciones a ser creadas por los aliados a partir de 1944 (o tal vez ya en
1943), cuando la marea de la guerra se posicionaba en contra del eje (Alemania,
Japón, Italia y sus aliados); pensadas todas esas ideas para dar el contexto al
mundo de posguerra, acorde ello a las prioridades de las potencias que a la
postre resultarían vencedoras.
Demostrando un claro afán vengativo, sin importar las tremendas
consecuencias sociales de su implementación, el Plan Morgenthau buscó mantener
a Alemania sumida en el atraso permanente, imposibilitándole realizar ninguna
acción concreta tendiente a reencauzarse en la senda del desarrollo. Para eso,
los encargados de aplicar a rajatabla las feroces pautas del Plan, debían
propiciar cualquier acción tendiente a mantener derruida y sin funcionalidad su
infraestructura y a impedir recomponer la formidable estructura industrial y
tecnológica que había caracterizado a este país desde fines del siglo XIX,
además de evitar el progreso cultural de su población, incluso manteniéndola en
niveles de pobreza económica y con carencias alimenticias, de sanidad y de
instrucción. Con todo ello el Plan Morgenthau pretendía mantener a Alemania
sumida en una economía primaria, subdesarrollada y desarticulada. Algo similar
se pensó aplicar en Japón.
Curiosamente, muy pocos autores se refieren directa y claramente al
Plan Morgenthau y a la esencia de genocidio económico del mismo. En tal
sentido, es valioso consignar que a diferencia de las omisiones o meras
menciones de otros autores, en la obra “Prosperidad y Crisis – Reconstrucción,
Crecimiento y Cambio – 1945-1980”; Hermann van der Wee, en el volumen II, página
413, lo analiza en forma sobria pero muy explícita.
Sin embargo, entre 1947 y 1949, la situación cambió radicalmente,
con el inicio de la Guerra Fría. Bajo ese contexto, Alemania (en ese momento
Alemania Occidental) y Japón pasaron a ser dos piezas claves para contener la
expansión comunista en Europa y el Este y Sudeste Asiático, respectivamente.
EEUU necesitaba impulsar las reconstrucciones civiles, la rápida
mejoría de las condiciones sociales y el fuerte resurgimiento económico de
Alemania Occidental y de Japón para operar como barreras o líneas de contención
del comunismo y para que sirvieran confiablemente como plataformas de los
despliegues de tropas y materiales estratégicos en el contexto del conflicto ya
existente y no declarado formalmente que se conoció como la Guerra Fría.
La aplicación del Plan Marshall, implicó automáticamente la
caducidad total del Plan Morgenthau, vigente en Alemania, y su similar en suelo
japonés.
Menos conocido aún, y por cierto no explicitado como plan de público
conocimiento, es la implementación de lo que puede llamarse “el
Plan Morgenthau aplicable a Argentina”, de cuya instrumentación por
cierto no existen antecedentes formales, pero en cambio la sucesión de hechos
sutilmente concatenados, muestran demasiadas “casualidades” como para no poder
afirmarse que se trató (¿o se trata?) de una brutal maniobra de “guerra
blanda”, que como suele ser usual en esos casos, tiene objetivos que se
siguen buscando, sin importar en forma crucial los plazos de ejecución.
Larga y continuada ha sido la historia de la injerencia –a veces
sutil y en otros casos brutales y desembozados- del colonialismo anglosajón en
los asuntos internos de Argentina; y ese detalle no hace al objetivo de este
artículo.
En cambio sí cabe señalar que desde siempre hubo resistencias
internas a ese rol de “país granja” subordinado, que se
nos asignó desde afuera, con las complicidades internas. Ese factor de
constante resistencia a las acciones colonialistas, sumado al reconocido enorme
potencial de desarrollo de Argentina, y la posición referencial que nuestro
país tiene desde sus orígenes para las naciones hermanas íberoamericanas, sin
duda debe haber pesado mucho, para condenarnos a un futuro de miseria y
disgregación política, como fue claramente el objetivo final del feroz
neoliberalismo aplicado en Argentina durante un cuarto de siglo; y que los
testaferros y voceros locales de esos poderes siguen presionando duramente para
reinstalar, al como sea.
A partir del “proceso” (1976-1983), se instauró con notable ferocidad
y consecuente total falta de sensibilidad social, un conjunto de medidas que
destruyeron brutalmente el aparato productivo nacional, siendo acentuado su
perfil anti industrial y antitecnológico; resultando explícito el objetivo
retrógrado y anacrónico de reinstalar las estructuras feudales del
país–estancia que opere como dócil colonia de las por entonces excluyentemente
poderosas economías del G-7, y en particular las de EEUU y Gran Bretaña. Fue
sin ninguna duda la aplicación adaptada en tiempo y lugar del pernicioso Plan
Morgenthau.
Pero el “Plan Morgenthau a la argentina” no solo se ciñó a los siete
años del tristemente célebre “proceso” cívico–militar. Su
aplicación continuó profundizándose en las épocas de la llamada partidocracia
cleptocrática, que atravesando las presidencias de Alfonsín, Menem y De La Rúa,
nos llevó a los empujones a la severísima crisis de 2001/2002, la cual por muy
poco no nos condujo a una situación de balcanización en media docena de
republiquetas dóciles, tal como estaba previsto por los megas poderes
financieros transnacionales globalizantes. Según concreto testimonio del que
fui testigo de uno de los actores del complejo período de transición 2002/2003,
los centros del poder neoconservador local apostaban a una guerra civil brutal…
lo cual nos hubiera sumido en el caos total.
En todos esos años del cuarto de siglo neoliberal (1976-2001), la
economía siguió deteriorándose, decayendo cualitativamente (cerrándose fábricas
y desfinanciándose Universidades Nacionales y entes tecnológicos), el
endeudamiento se acentuaba en forma descontrolada, la emigración de valiosa
población seguía, y algunos hechos puntuales mostraban el perverso cariz que se
imponía brutalmente: la transformación de escuelas técnicas en simples
bachilleratos amorfos (una colonia-granja no “necesita” técnicos, ingenieros ni
profesionales de ciencias duras); el vaciamiento de contenidos básicos en las
escuelas (eliminando Historia y Geografía, y restando horas a Matemática y
Lengua), con lo cual se buscaba embrutecer a la población; y el absurdo freno
total impuesto a nuestro muy eficiente y avanzado Sector Nuclear, entre otras
medidas muy negativas e indudablemente probatorias de la ejecución de un plan
de destrucción sistemática de la economía y el tejido socio cultural de
Argentina.
Todo acorde a las “observaciones” del historiador
canadiense-británico Harry S. Ferns, quien afirmaba que solo mediante una
guerra civil podrían anularse los notables avances concretados a partir de
1943/45, y a la medida de los intereses de ambas grandes potencias anglosajonas
que en el cuadro de un país destrozado, o peor aún balcanizado en media docena
de republiquetas dóciles, volvería a ser un fácil proveedor de materias primas
baratas; a la vez que dejaría ser un poderoso factor de unidad, como lo es hoy
en el Mercosur, la Unasur y la Celac; y no sería ningún obstáculo para las
ansias expansionistas de la troika EEUU-Gran Bretaña-OTAN, en el Atlántico Sur,
en la Antártida, e incluso en La Patagonia.
De hecho, las ONGs y Fundaciones ecologistas, indigenistas,
derecho-humanistas, de “estudios” económicos y similares; transnacionales o las
locales asociadas, operan como arietes de las guerras blandas, con las que
persistentemente nos agreden, para volvernos al redil de los dóciles dominados.
Una Argentina fuerte será un poderoso factor de cohesión de los
bloques de poder Íberoamericanos y Caribeños; bloques a cuya consolidación se
oponen las potencias neocoloniales del siglo XXI, sus poderes financieros y sus
brazos armados. De esa forma también evitaremos que –como sucedió antes tantas
veces– esas grandes potencias nos usen como válvulas de escape para exportar
sus crisis y sanear sus economías a costa nuestra.
Leer más:
https://mundo.sputniknews.com/spanish_ruvr_ru/2014_04_10/Argentina-y-la-siniestra-reedici-n-de-Plan-Morgenthau-0610/
El neoliberalismo no es
una moda económica, es una política de control y dependencia
El neoliberalismo no es otra cosa que un conjunto de medidas,
promovidas desde la élite del poder financiero internacional para perpetuar la
situación de dependencia de las distintas naciones. Lo logra a través de tres
consecuencias básicas (deseadas, no colaterales) de la aplicación sistemática
de su ideología:
1-La desindustrialización.
2-El megaendeudamiento.
3-La alienación cultural de los sujetos.
1-Mediante la primera consecuencia, la inmensa mayoría de los países
se vuelven dependientes de la importación masiva de productos industriales y
tecnológicos, los que son fabricados por unas pocas corporaciones y son comercializados
por medio de la divisa internacional impresa por la Reserva Federal (entidad
privada, propiedad de los principales bancos transnacionales). Cualquier país
que se corra del eje dictado por el poder financiero fácilmente puede ser
conducido a una situación de desabastecimiento.
2-Mediante la segunda consecuencia, el megaendeudamiento, es
autoinfligido a partir de los permanentes “ajustes” del déficit fiscal, que
solo retrotrae la demanda, hace caer la recaudación y da lugar a la necesidad
de nuevos ajustes. Como el dogma neoliberal (y la presión de los grandes bancos
e instituciones financieras) exige “no emitir moneda” (por no hablar de cómo
fueron demonizadas las cuasimonedas provinciales), la única salida es el
endeudamiento. Por medio del megaendeudamiento se logra que los países deban
una y otra vez someterse a refinanciaciones de deuda, sometiendo su política
económica a los dictados del poder financiero, lo que abre incluso la
posibilidad de canjes futuros de deuda impagable por recursos y territorios.
3-Mediante la tercera consecuencia, producto del lavado de cerebros
masivo por parte de los medios de comunicación (que emiten 75% de
entretenimiento vacío y su parte “informativa” es puramente desinformativa y
manipuladora) lo que se logra es contar con poblaciones pasivas o que confunden
al enemigo, dividiéndose entre sí y atacando falsos objetivos. Al mismo tiempo
el individualismo solo genera destrucción de los tejidos sociales y
desestructuración de las poblaciones. El neoliberalismo combate cualquier
concepto que permita cuestionar el globalismo que promueve: pueblo,
nación, imperialismo, patria, dominación, liberación, son vistos como
demodé. Solo queda lugar para el individuo como mero engranaje del sistema,
cada día menos necesario en la producción dado el avance de la tecnología en la
producción.
A través de la aplicación de este sistema, las élites logran
controlar los recursos naturales del planeta, moderar el consumo de los mismos
(son “sus” recursos), controlar los
regímenes políticos y hasta el crecimiento de la población mediante recursos
culturales (el crecimiento o decrecimiento poblacional para las élites globales
no es muy distinto al control de la natalidad del ganado para un estanciero).
Entonces, el neoliberalismo no es un mero pensamiento económico que
se estudia en las universidades y se aplica en los países de acuerdo a las
modas. Es una política de control de recursos y poblaciones a nivel
internacional.
En la siguiente nota de Salas Rodríguez se explica muy bien el aspecto
económico de esta idea que estamos afirmando:
¿Hay que
desindustrializar Argentina? Por Luis Salas
Rodríguez / CELAG
En un reciente artículo denominado Desindustrializar Argentina
publicado por el economista Adrián Ravier en el diario argentino El Cronista
Comercial[1], el autor, doctor en economía aplicada, realiza un planteamiento
que por rocambolesco que parezca, puede que sea de lo más digno de atención que
se haya escrito en materia económica en los últimos tiempos.
Ravier arranca su artículo con un diagnóstico sorprendente:
Argentina padece un “exceso de industrialización”. Y para apoyar su temeraria
sentencia “demuestra” que el peso de la industria en el PIB es superior
al de una serie de países desarrollados. De ahí concluye que la industria argentina
es una carga para los demás sectores, que deben sostenerla soportando elevados
impuestos, lo que genera informalidad laboral. Por último, propone eliminar “controles
de precios y salarios, políticas arancelarias y para-arancelarias, regulaciones
y subsidios, burocracia y corrupción”, para dejar de esta forma que los
empresarios “de manera espontánea” se adapten a la “robotización”, la “globalización”
y a la “era digital”.
Para cualquiera familiarizado con la lectura económica, tales
señalamientos asombran, pues se supone que todo proyecto económico en nuestra
región busca precisamente industrializar las economías, para poder reducir de
esta forma la dependencia externa y evitar que la gente “gaste lo que no tiene”.
Es este el problema de lo que se denomina “economías parasitarias” que
supuestamente quedan distorsionadas por “el populismo castrador de la iniciativa
privada y responsable de que no se liberen las fuerzas productivas”.
Ahora, dejando de lado ciertas taras que, en efecto, caracterizan a
la industria manufacturera argentina y a la latinoamericana en general
(concentración oligopólica, atraso y dependencia tecnológica, etc.), lo cierto
es que del planteamiento de Ravier pueden hacerse al menos dos lecturas.
La primera y más obvia, es que se trata de un extremismo del
librecambismo decimonónico. Esta es la lectura que realiza el muy buen
economista también argentino Andrés Asiain en Página 12, quien lo acusa de no
reflexionar sobre las consecuencias de la robotización, globalización y la “tercera
revolución industrial”. Con toda la razón del mundo, Asiain le
cuestiona cómo en sectores como el comercio, la oferta audiovisual, servicios
profesionales, financieros, de atención al público, por nombrar algunos, son
crecientemente sustituidos por software u ofertados digitalmente desde el
exterior. Esto es el resultado de la aplicación del libre mercado en el Siglo
XXI, que destruirá empleos, no sólo en la industria, sino que también lo hará
en los servicios. Empujando masivamente a la población hacia el desempleo y la
informalidad.
Se podría agregar a esta crítica, que obviamente Ravier, es
indolente al triunfo de Trump en los Estados Unidos y al Brexit en Reino Unido
en cuanto son síntomas de los malestares causados por esta dogmática
ultraliberal. Sin embargo, por más verdad que haya en todo esto, creemos
posible hacer una lectura más atenta de sus planteamientos.
Así las cosas, de Ravier y sus “locas” ideas puede decirse algo
similar a lo que en días pasados Julian Assange -guardando las distancias- comentaba
de Trump: que su problema es que se trata de un lobo con piel de lobo. O sea,
así como Trump es un presidente y empresario norteamericano cuyo defecto a ojos
de la opinión pública es no estar disfrazado con el ropaje multicultural de
Obama o el “feminismo” políticamente correcto de Clinton. Resultado de esto
es que se reserva el lujo de decir lo que se le viene en gana revelando lo que
en realidad piensa y desea el norteamericano promedio en materia política,
racial, sexual, etc. En este sentido, lo que expresa Ravier en su texto, tal
vez por exceso de confianza o quizá por déficit de cintura política, es lo que
verdaderamente piensan los neoliberales y los resultados que persiguen la
aplicación de sus políticas.
Y es que si uno revisa la experiencia latinoamericana en los 80’ y
90’, y se compara con lo que fue esa misma experiencia en los Estados Unidos,
lo que sucede en algunos países europeos como Grecia, y por supuesto, con lo
que está pasando en la propia Argentina de Macri, habría que convenir que lo
que el neoliberalismo causa en nuestros países con su recital de repliegue del
Estado (principio de no intervención en la economía) y sumisión de la sociedad
frente a los intereses empresarios (a los que solo estimula la maximización
individual de sus beneficios), es precisamente la desindustrialización. De allí
que Ravier en su inocencia o cinismo, lo que está haciendo simplemente es decir
la verdad del objetivo del neoliberalismo y las políticas desregulacionistas
que aún hoy, y pese a haberse comprobado cientos de veces en la práctica que no
funcionan para lo que se suponen deben funcionar –estimular las economías- se
siguen recomendando y aplicando con la misma energía de siempre.
¿Y cuántos planes de ajuste económico seguido de políticas de estímulo
neoliberales se han aplicado y aplican otra vez en Latinoamérica sin resultados
positivos?
Todo esto nos lleva a preguntarnos: ¿será que el dogmatismo es tan
intenso que no se dan cuenta de su fracaso? ¿O será más bien que tal fracaso es
solo aparente en la medida en que en el fondo se procuran otros fines distintos
a los manifestados? Por ejemplo: que las economías latinoamericanas se
mantengan desindustrializadas o se desindustrialicen las que sí lo están. Si
Latinoamérica sigue contando con una matriz productiva primaria, esto las hace
receptoras de las importaciones de los monopolios globales, que por lo demás,
se han apoderado, y se apoderan, de la poca industria existente.
Nada nuevo bajo el sol dirán algunos, con toda razón: división
internacional del trabajo que le llaman. Tal vez Ravier nos haya dado una clave
para la respuesta.
[1] El Cronista es el primer diario especializado en temas
económicos y financieros fundado en Argentina a principios del siglo XXI por la
familia Perrota. A mediados de los 70, fue vendido al empresario y periodista
argentino Julián Delgado, luego que Rafael Perrota, hijo del fundador y en ese
entonces su director, fuese secuestrado y desaparecido por la dictadura
militar. Delgado, el primero en publicar semanalmente Mafalda en la revista
Primera Plana, corrió la misma suerte en 1978. Con el tiempo, el diario fue
comprado por el empresario Eduardo Eurnekián, poseedor de la segunda fortuna
más grande de la Argentina y quien sigue siendo su actual dueño.
“Hoy, el 1984 de Orwell
se lee en la masificación boba del neoliberalismo, quiere zombies y no personas
libres” J.P.Feinmann
El neoliberalismo es una inmensa máquina de fabricación de
subjetividades sin cerebro, sin voluntad propia, individuos que son hablados
por los medios de comunicación, meros repetidores de un discurso único
difundido de manera sistemática por cadenas de televisión, radios y diarios.
A comienzos de año empezó una telenovela con título prometedor. Los ricos no piden permiso. Así era su
nombre. Una frase que se trenzaba con el estilo vertiginoso del actual gobierno.
Un gobierno de empresarios. Los ricos gobiernan y lo hacen para ellos. Con un
Congreso pasivo empezaron a echar gente. Sin pedir permiso. Lo hicieron y
punto.
Una tonta película de los sesenta, Love Story, con música azucarada
y actores carismáticos, tenía como frase central del afiche: Amar es nunca tener que pedir perdón.
Ser rico es nunca tener que pedir permiso. De aquí que a veces
resulte difícil la crítica a un gobierno de ricos. No tienen que pedir perdón,
no tienen que pedir permiso.
En una ceremonia de premios a los personajes de la última década,
Julia Roberts, con el galardón entre sus manos de dedos largos y expresivos,
agradeció a todos, pero sobre todo a nuestros soldados que pelean en
territorios lejanos para que nosotros disfrutemos la democracia y la libertad.
Fue muy aplaudida.
Cuántas guerras hay. Una sola es demasiado. ¿Saben por qué pelean,
matan y mueren los soldados norteamericanos? Por la tierra de los libres y el
hogar de los bravos. Es un credo. Como el de la democracia y la libertad.
También un acto de fines. Siempre se mata desde un absoluto. Los hombres crean
sus absolutos. La guerra solo es posible entre naciones que crean sus
absolutos. Pueden ser religiosos o terrenales, paganos. Si en Irak crecieran
arvejas y Estados Unidos las necesitara, existiría la guerra de las arvejas.
Los hombres matarían y morirían por vegetales alimenticios.
Si Armenia fuera funcional a los intereses de occidente, Hollywood
ya habría filmado treinta o más películas sobre ese genocidio. El negacionismo
crece. Como el desierto.
El dinero le es esencial a la política. La política se nutre del
dinero. Es el arte de sumar dinero y convertirlo en poder. Una campaña política
costosa asegurará para la multinacional que invierta su dinero, el dominio sobre
el grupo político que lo recibe.
Heidegger no posee la hegemonía sobre la cuestión de la técnica. A
comienzos de la década del treinta Oswald Spengler publicó El Hombre y la
técnica. Sartre dice mucho con su concepto de lo práctico-inerte.
Dios refuta a Job exhibiéndole su poderío. Ha tenido la técnica de
crear el mundo. Job se ha sometido al poder técnico de Dios. A lo largo de todo
su libro solo tiene quejas y arrepentimiento.
El Posmodernismo reemplazó a la totalidad por el fragmento. Después
el imperio refutó al fragmento con la globalización. Se instauró la totalidad
totalitaria. Pero ya no fueron los comunistas. Hoy, el 1984 de Orwell se lee en
la masificación boba del neoliberalismo. Que quiere zombies y no personas
libres. De aquí la proliferación de los muertos vivos. George A. Romero ha
triunfado. La noche de los muertos vivientes es un éxito. De día también. A
toda hora.
Fuente:
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-312431-2016-10-23.html
“Eso quieren de
nosotros: erosionar nuestra subjetividad. Es la cultura de la estupidización” José Pablo Feinmann
La política imperial de los actuales EE.UU. es nueva: quiere, sin
más, el dominio del mundo. Tiene, se sabe, serios rivales. Pero nadie posee el
armamento y la industria de armamentos de EE.UU. Ni –menos aún– nadie tiene ni
por asomo su aparato mediático ideológico-propagandístico. Estamos, sin más,
ante un imperio que lo quiere todo. Que no se conformará con menos. Su
formidable poder mediático convence a su pueblo (no difícil de ser convencido)
de que hoy más que nunca el destino manifiesto debe hacerse realidad. (Además,
EE.UU. es ahora –junto a sus fuertes aliados europeos: Alemania, Francia, Gran
Bretaña– el Occidente capitalista, un bloque con unidad de miras y objetivos,
tan poderoso que su única posible derrota es su implosión.)
El Big Brother Panóptico es la culminación de una obra maestra:
someter por medio del goce. Pasen horas frente a Internet, jueguen a todo lo
que quieran jugar, escríbanse mails con sus amigos, métanse en Facebook,
escriban esas breves, ingeniosas y limitadas palabras en Twitter. Cuando
lleguen al final empiecen otro. Twitter puede no terminar nunca, ser infinito.
Exhiban su ingenio que antes acaso algún tonto jefe de redacción no supo
reconocer y los echó rumbo a cualquier parte que no estuviera dentro del
diario. Algo más (y sustancial): insulten. Llenen de insultos a quienes
quieran. Es gratis. Es impune. Es anónimo. Se sacan las ganas y se acabó.
Siguen siendo los mismos de siempre: simples, oscuras personas sumergidas en
una vida sin objetivos, errática, que chapotean en la infinitamente poblada
ciénaga de los mediocres y no ignorando que la orilla está lejos, cada vez más,
para siempre inalcanzable. Al Big Brother Panóptico eso no le importa mucho.
Sólo quiere saber qué hacen. Incluso a quiénes insultan. ¿Insultan a quiénes
ellos quieren o insultan a sus representantes en cada rincón del mundo? El Big
Brother informa: en Ecuador se está insultando mucho a la oposición del
dictador Correa, ese enemigo de la prensa libre, ese autoritario fanático de la
Ley Mordaza que cierra la boca del periodismo libre y con ella la boca de la
libertad de expresión y con ella, sin más, la boca de la libertad que nosotros
defendemos. Recuerden a nuestros niños diciendo: Freedom, Freedom, Freedom.
Como zombies, de acuerdo. Los hemos sepultado con films de zombies últimamente
tratando de hacer uno más de cada uno de ellos. Sin embargo, América prefiere
un zombie que diga libertad a otro que diga Castro o Lenin.
En el campo estrictamente filosófico, el Big Brother Panóptico
implica una revolución. El sujeto se ha centrado. Se acabó su trizamiento, su
deconstrucción, su fragmentación. Este sujeto –el Panóptico– es tan perverso
como Heidegger (ese olvidado filósofo campesino) solía describirlo. Sí, está al
servicio de la técnica. Palabra vieja, de comienzos del siglo XX. Antes de
Heidegger, Oswald Spengler escribió un libro que llevaba por nombre La Decadencia de Occidente y luego otro
llamado El hombre y la técnica. La
palabra técnica, para nuestros científicos, huele a naftalina. Estamos mucho
más allá de eso.
Este sujeto centrado, no en la razón sino en el poder bélico y
comunicacional, se entrega a constituir a los restantes sujetos. Nos
van a entretener hasta morir. No es la primera vez que lanzamos esta
advertencia. Porque eso quieren de nosotros: erosionar nuestra subjetividad
obligándonos a ver lo que nos dan. Y eso que nos dan nos lo dan para
idiotizarnos. Es la cultura de estupidización.
Pero la globalización ha cambiado. Se ha hecho más profunda. Hasta
ayer apenas implicaba el dominio del imperio y el control del mundo por medio
del poder bélico y el comunicacional. Ahora van por más. Hunden sus raíces en
los territorios que quieren manejar, controlar. En Argentina, esta segunda
derrota de la izquierda peronista debe ser analizada adecuadamente. Pareciera
–por decirlo tersamente– que los sueños de unidad continental, que la unidad
bolivariana, que la América latina unida que predicó Felipe Varela, luego
Manuel Ugarte, luego Forja y luego muchos otros hasta llegar al último intento
en el siglo XXI con Hugo Chávez a la cabeza y el Mercosur y el triunfo sobre el
ALCA ha llegado a su ocaso. Pero no se vuelve a los noventa. La nueva
globalización siglo XXI toma el Estado por asalto. En el siglo XIX, en el
Parlamento británico, notables políticos como Richard Cobden dijeron: nada
de invadir las colonias, que tengan lo suyo, que tengan bandera, himno y Estado
nacional. Pero que hagan negocios sólo con nosotros. Con los negocios nos
alcanza. Con eso los dominaremos. A fines del siglo XX todo el mundo
académico hablaba de la caída del Estado-nación. Hay un libro paradigmático: Las culturas de fin de siglo en América
Latina (1994), se trata de una compilación llevada a cabo por Josefina
Ludmer de una serie de ponencias en un Coloquio de Yale. Vale la pena comparar
las posiciones de este Coloquio con las del Foro realizado en 2015, en Tucumán,
organizado por Ricardo Forster. El de Yale daba por terminado el Estado-nación.
El de Tucumán se deslizaba en su exaltación a-crítica. El primero era expresión
de gobiernos como el de Carlos Menem, que habían destrozado la noción de
soberanía. El segundo aún creía vivir los días de gloria del Estado nacional.
Derrotado éste, se nos presenta la administración-Macri que globaliza al Estado
desnacionalizándolo. Dejando atrás todas esas “viejas” ideas de
soberanía, anticolonialismo, unidad latinoamericana, Mercosur, licuación de las
desigualdades y los sueños de nuestros “padres fundadores”: Moreno, Bolívar, Artigas,
Varela, Mariátegui, Ugarte, Forja, Perón, Hugo Chávez y los Kirchner. Hasta se
dejan atrás las tesis de los parlamentaristas británicos. Esta globalización es
nueva, más profunda. Los agentes de la globalización toman en sus propias manos
el manejo del Estado. El 3 de enero de este año, en este diario, Fernando
Krakowiak publicó un estudio de alto valor teórico. Su título era: El país atendido por sus propios dueños.
Para quienes aman las nociones de patria, Estado nacional y soberanía el
panorama es trágico. Por ahora, luego de una derrota que nadie ha explicado
aún, y antes de lamentarse al extremo de no pensar, tratemos de (precisamente)
pensar la originalidad de la nueva situación. Se han acentuado dos cosas: 1) el dominio del imperio capitalista occidental;
2) la inserción del país en la globalización que ese imperio propugna. La
Cancillería está en manos de Telecom e IBM. El Ministerio de Hacienda en manos
de JP Morgan. El Ministerio de Energía, Shell. La Secretaría de Finanzas,
Deutsche Bank. El Directorio del Banco Central, JP Morgan y Goldman Sachs. Y
así sucesivamente. Las empresas son: Thomson Reuters, Morgan Stanley,
Exxon-Esso, Axion, General Motors, Techint, Coca Cola, Banco de Galicia, Edesur
y Edenor, Pan American Energy y muchas más. La globalización, que sostiene la
teoría del mercado libre, no es para todos. Ama más la economía que la política
y la democracia. Suele ser expulsiva y no inclusiva. La expulsión genera
delincuencia e inseguridad. Algo que la lleva a incurrir en la represión y a
darle un peligroso vuelo autónomo a una policía no preparada para tenerlo. Todo
esto le genera problemas que llevan a ponderar el autoritarismo como etapa
necesaria para consolidar la balanza de pagos, la macroeconomía. Cuando Marx
–en cierta etapa– dio su apoyo a las conquistas británicas en la India citó
unas líneas de Goethe: “¿Quién lamenta los estragos/ si los frutos son
placeres/ no mató a miles de seres/ Tamerlán en su reinado?” Un funcionario del
Gobierno-Macri, sabiéndolo o no, dijo algo semejante: “Es espantoso, pero necesario”.
La guerra psicológica
del Imperialismo Globalizado Rodolfo Bueno
Ortiz*
En tiempos en que se habla de la posverdad, con un cinismo
insoportable, el tema de la verdad se convierte en un gran problema. La
información en manos concentradas genera una neblina sobre ella que enturbia la
conciencia colectiva.
Cualquier político progresista debería saber que para contrarrestar
las mentiras del Imperialismo Mundial Globalizado (IMG**), no basta únicamente
la verdad, porque, pese a que a la larga la verdad se impone a la mentira, pues
el inteligente descubre de a poco al mentiroso y no se le puede engañar
eternamente, sucede que las mentiras del IMG gozan de poderes insospechados y
subsisten ya que, además del poderío militar, económico y político, se
sustentan en dos herramientas pavorosas, en las que son maestros indiscutibles:
la psicología de masas y la estadística.
Hace mucho que, con la finalidad de mantener su dominio sobre el
mundo, el IMG ha investigado profundamente las preferencias de la mayor parte
de la población: cómo llegar a cada uno de sus miembros, qué ignora y qué sabe,
qué callarle y qué decirle, qué música, colores y olores son de su gusto, con
qué comprarlo, cómo y con qué silenciarlo, a quién eliminar… Conoce además el
porcentaje de todos estos puntos, con el error mínimo posible. En cambio, sus
contrincantes no cuentan con una herramienta idónea para combatirlo, no se han
planteado la necesidad crearla y creen que la psicología de masas es un
embuste. De ahí la importancia de conocer sus métodos de dominación para, por
lo menos, no dejarse engañar tan fácilmente. Es hora de enfrentar este
problema.
Esto explica por qué gran parte del mundo aplaude sus actitudes de
vándalos. En Siria, por ejemplo, consideran que se trata un régimen opresivo,
combatido por rebeldes, y pare de contar. Ignoran que Siria es un país que se
opone al sionismo y al apartheid de Israel, por lo que es un fuerte obstáculo
para la creación del Gran Israel y del Nuevo Orden Mundial; que tiene una
Constitución Laica y es uno de los pocos países árabes donde la mujer goza de entera
libertad y tiene los mismos derechos que el hombre: al trabajo, a la educación,
a la salud y no está obligada a cubrirse con burka, porque la ley Islámica
(Sharia) es inconstitucional; que en Siria no hubo guerras ni conflictos
internos hasta que el IMG introdujo más de cien mil terroristas de cerca de
noventa países; que Bashar Al Assad ha sido electo de manera democrática y es
practicante Alawí, orientación religiosa del Islam bastante semejante a la
cristiana; que alrededor del 10% de los sirios pertenece a alguna de las muchas
ramas del cristianismo, que han participado en la vida política, social y
cultural de Siria, país del que son originarios cinco papas. Este es por qué el
IMG y sus vasallos de Europa y el Medio Oriente meten sus garras en Siria.
El experto en tecnología nuclear, Theodore Postol, ex asesor del
Estado Mayor de la Armada de EEUU y profesor del Instituto Tecnológico de
Massachusetts, luego estudiar las fotos del ataque químico en Idlib dio pruebas
de que el incidente fue fabricado y sostuvo que es inconsistente el informe que
justifica el bombardeo con misiles Tomahawk a la base aérea siria de Shayrat;
de igual manera se han pronunciado numerosos científicos del mundo entero. Sin
embargo, a penas ese país fue bombardeado por Trump, los súbditos de este
Presidente incondicionalmente lo apoyaron sin preocuparse por lo burdo de la
acusación ni por lo peligroso del acto bélico.
¿Por qué no se juzga este crimen? ¿Qué hacer?
*Reconocido profesor de matemática de la Escuela Politécnica Nacional
y de la Universidad Central del Ecuador.
** El autor hace un juego de palabras con las siglas que coinciden
con “International Management Group” que podría traducirse como Grupo de
Administración Internacional o Grupo Empresario Internacional”.
Así coloniza Inglaterra
la economía Argentina
Además de usurpar parte del territorio argentino con sus 2900
colonos británicos en Malvinas, Inglaterra también nos coloniza económicamente.
Lamentablemente no es de conocimiento masivo que gran parte de los
productos que consumimos y que dominan a los medios de comunicación a través de
la publicidad son de capitales ingleses:
-UNILEVER (Hellmann’s, Knorr, Ades, Axe, Rexona, Comfort, Dove,
Maizena, Savora, Lipton, Ala, Sedal, Drive, Cif, Suave, Sedal, Skip, Vívere, Cica,
etc.) -SHELL (Angloholandesa) -HSBC (Principal lavador de dinero en negro del
mundo) -GLAXO LABORATORIOS (Sensodyne, Corega, Aquafresh, Paradontax,
Ibuevanol, Hinds, Alikal y Uvasal) -NOBLEZA PICCARDO (Camel, Derby, Lucky
Strike, Parisiennes, Viceroy) –CADBURY,
Como se verá la colonización de la Argentina no solo está en
Malvinas sino también en el centro de nuestra economía. Cabría preguntarse por
qué motivo muchos de estos productos no podrían venderse a través de marcas
nacionales. Lejos de plantearse este objetivo, el gobierno de Macri nunca tuvo
como propósito buscar construir un desarrollo nacional autónomo que se desligue
de esta dependencia, sino que por el contrario, promueve su fortalecimiento. No
es de extrañar el apoyo explícito que recibió en su momento del Primer Ministro
británico, David Cameron
Tampoco es de extrañar la poca importancia dada a la causa Malvinas
por Macri, eliminando los actos oficiales que se realizaban históricamente
todos los años e incluso el haber borrado de varios mapas a las Islas.
Es inconcebible que tengamos que aceptar una base militar nuclear de
la OTAN en un territorio usurpado por 2900 colonos británicos. Malvinas es una
causa justa que ha sido asumida como tal por gran parte del pueblo argentino.
Ningún gobierno entreguista como el actual podrá borrar esa causa nacional y
latinoamericana. La guerra de 1982 fue un desastre promovido por una dictadura
que ya no se sostenía tras años de represión y fracasos económicos y que
empezaba a asustarse de la creciente resistencia sindical (el 30 de marzo de
1982 la CGT realizó la marcha Paz, Pan y Trabajo desafiando a Galtieri). Fue
además la excusa perfecta que necesitaba Margaret Thatcher para unir a los
ingleses en medio de su propia crisis económica producto de sus políticas
neoliberales y reafirmar su control sobre un sector estratégico del mundo. No
era por medio de una guerra contra una potencia global la forma de recuperar
esa parte de nuestro territorio sino mediante crecientes esfuerzos
diplomáticos, demostrando lo injusto de todo colonialismo. Hoy Argentina cuenta
con el apoyo de la ONU, la UNASUR, la CELAC y el Grupo de los 77 + China pero
no cuenta lamentablemente con el apoyo de su propio gobierno en esta causa.
Historiador israelí:
“La mayoría de la gente será innecesaria en el siglo XXI”
Yuval Harari se ha convertido en el historiador estrella en EEUU e
Israel, sus libros han sido recomendados por personajes como Barack Obama y
Mark Zuckerberg. Lo que dice en esta entrevista sobre cómo somos concebidos por
las élites de poder no debería dejar de ponernos en alerta. Si bien en sus
interpretaciones del mundo contemporáneo Harari muestra ciertas dosis de
ingenuidad (inevitable para alguien que es profesor de la Universidad de
Jerusalem, en medio de un monstruo que bombardea periódicamente a la Franja de
Gaza masacrando a miles de personas y mantiene en un estado de apartheid a la
población palestina), en su último libro aborda una prospección del futuro
bastante inquietante.
El historiador premiado por las élites del mundo se despacha con
frases como: “durante la mayor parte de la historia, la mayor parte de la gente ha
sido insignificante para las élites y los centros de poder”. A su
entender la inmensa mayoría de la población no somos más que ganado para estas
élites y quizá en unas décadas ya ni siquiera eso: debido a la automatización
creciente y la inteligencia artificial dejaremos de ser productivos para ellas,
sencillamente sobramos en este planeta.
Es también pesimista con respecto a la crisis ecológica que podría
sobrevenir: “Mi temor es que el cambio climático puede destruir la mayoría de
sistemas ecológicos, la mayoría de los animales y plantas, la mayoría de la
gente, pero que la ciencia y la tecnología serán capaces de salvar a las
élites. Así que el calentamiento global puede acelerar ese proceso del que
estábamos hablando. El peligro es que la élite política y económica, aunque sea
de forma inconsciente, siente que podrá escapar de ese desastre ecológico”.
Veamos la nota:
“En un mundo con castas biológicas, las ideas fundamentales de la
democracia pueden quedar obsoletas”
-Así que de optimismo
nada, ¿no?
-El primer capítulo del libro es una historia simple, la que nos
suelen explicar científicos y futurólogos sobre lo que sucederá en los próximos
100 años. Una simple proyección del presente sin grandes cambios. En el pasado
conseguimos superar el cólera, el tifus y la tuberculosis y ahora venceremos el
cáncer y el alzhéimer y encontraremos la manera de rejuvenecer el cuerpo. Pero
en la mayor parte del libro lo que hago en realidad es complicar la historia.
No solo porque vaya a haber imprevistos sino porque los ideales fundamentales
que nos impulsaron en esta dirección están en peligro, pueden colapsar. En el
próximo siglo encararemos no solo cambios tecnológicos sino también
ideológicos. Y la idea de que podemos mantener los valores humanísticos que han
sido predominantes durante el siglo XX, solo que con una mejor tecnología para
hacer realidad estos ideales, es muy naïf.
-¿Así, la libertad, la
democracia, los derechos humanos, cree que son valores que corren peligro?
-Sí, por supuesto. Las ideas fundamentales de las democracias
liberales con las que estamos familiarizados, como ‘un hombre un voto’, en un mundo con castas biológicas, ciborgs e
inteligencia artificial pueden quedar completamente obsoletas. Los superricos
podrán conseguir para sí mismos o para sus hijos capacidades que les harán
superiores a la población media, que no podrá competir, y la brecha se hará
cada vez mayor. Hoy no, y por eso el hijo de un pobre aún tiene alguna
oportunidad. Cuando haya estas diferencias biológicas no tendrá ninguna.
-Quedémonos de momento
dentro de esta narración que dice que viviremos más y nuestra especie mejorará.
Toda la humanidad no se convertirá en ‘homo deus’. Solo unos pocos. ¿Y los
demás?
-Durante el siglo XX la igualdad fue quizás el valor más importante
de la humanidad. En gran parte, la historia del siglo XX es una historia de
victorias, incompletas por supuesto, sobre la desigualdad. El mundo es ahora
mucho más igualitario entre razas, entre clases, entre géneros, incluso entre
padres e hijos. Esto ahora quizá va a invertirse. Veremos mayores desigualdades
que en cualquier otro momento de la historia. Podremos ver a una pequeñísima
minoría de personas que monopolice el poder económico y político, los
algoritmos y la tecnología, y utilice este enorme poder para empezar a mejorar
biológicamente y crear clases biológicas. Esto es abstracto, así que podemos
poner un ejemplo: pensemos por ejemplo en los coches con pilotaje autónomo.
Serán casi inevitables en los próximos 10 o 20 años. Hoy, millones de personas
comparten las decisiones sobre la movilidad. Taxistas, conductores, profesores
de autoescuelas, guardias de tráfico… Dentro de 20 años todos los vehículos
estarán conectados a una única red que estará controlada por un único
algoritmo. ¿Y quién será el propietario? Quizá una corporación como Google
controlará toda la red de transporte de Barcelona. Ese es el tipo de monopolización
del poder que puede venir.
-Usted dice que en esa
sociedad la clase mayoritaria pasaría a ser la de los innecesarios. El momento
más inquietante del libro es cuando usted plantea que ya hay un modelo de cómo
sería esa relación entre superhombres y homo sapiens: la forma como hoy
nosotros tratamos a los animales.
-Bueno, me parece que no se los comerán, no creo que lleguemos a
eso. No creo que la gente vaya a ser criada en granjas como en ‘Matrix’, eso no
es realista… las máquinas no necesitan comer personas. Lo que quiero dar a
entender es que en el siglo XX las mejoras en la vida del humano medio se
produjeron sobre todo debido a que los gobiernos, en todo el mundo,
establecieron sistemas masivos de educación, salud y del estado del bienestar.
Hasta Hitler necesitaba que millones de alemanes estuvieran en condiciones de
servir en la Wehrmacht y trabajar en las fábricas. Tenía sentido invertir en su
bienestar. En el siglo XXI las élites perderán sus incentivos para invertir en
la salud, la educación y el bienestar de la mayoría porque la mayor parte de la
gente será innecesaria. Esto no significa que los vayan a exterminar de forma
activa, solo que los gobiernos invertirán cada vez menos en ellos. Y esto ya
está sucediendo ahora en todo el mundo.
-¿El futuro se parecerá a
esas sociedades del pasado en que el 20% de la población podía morir de hambre
sin que se inmutaran en el palacio real?
-Podría ser algo así. Tenemos que ser muy realistas: durante la
mayor parte de la historia, la mayor parte de la gente ha sido insignificante
para las élites y los centros de poder. Hemos vivido en una sociedad muy
especial, en la que solo durante los siglos XIX y XX las masas han sido vitales
para la economía y por lo tanto han tenido derechos. Que ya no sean necesarias
por razones económicas o militares tendrá consecuencias desastrosas sobre las
personas.
-Hubo otra razón: leyeron
a Marx, creyeron en la amenaza de una clase obrera organizada y reaccionaron
preventivamente.
-Tienes el argumento ético, que debería ser suficiente, pero me temo
que no lo es. Marx escribía en el siglo XIX bajo la idea de que el proletariado
era el elemento imprescindible para la economía. Y que la huelga general era su
arma irresistible. Pero ahora es irrelevante. La mayoría de las personas serán
económicamente innecesarias. ¿A quién le importa que hagan huelga los mendigos?
¡Los algoritmos no van a la huelga!
-¿Hay hoy alguna amenaza
que disuada al poder de dejar a la mayoría de población a la intemperie?
-No lo sabemos. Cuanto más globalizada y automatizada es la economía,
menor es el poder de la clase obrera. Creo que esta es una de las razones por
las que la gente vota a Donald Trump en EEUU, por el Brexit en el Reino Unido o
por los nuevos partidos en España, Grecia e Italia. La gente se da cuenta de
que está perdiendo su poder e intenta desesperadamente demostrar al sistema que
aún lo tiene votando todo tipo de políticas antiestablishment. Pero temo que es
un gesto. No consigo adivinar cuál puede ser la amenaza que pueda invertir esa
concentración de recursos que hace que las 60 personas más poderosas tengan más
riqueza que el 50% de la población mundial, 3.500 millones de personas.
-Le pone nombre a ese
futuro amenazante. Dataísmo. ¿Cómo lo define?
-Para dar una definición breve: dataísmo es la situación en la que, con
suficientes datos biométricos sobre mí y suficiente poder computacional, un
algoritmo externo puede entenderme mejor de lo que yo me entiendo a mí mismo. Y
una vez existe este algoritmo, el poder pasa de mí, como individuo, a ese
algoritmo, que puede tomar mejores decisiones que yo. Esto empieza con cosas
simples, como el algoritmo de Amazon que te propone libros, o los sistemas de
navegación que nos dicen qué camino tomar. Eran decisiones que tomábamos
basándonos en nuestros instintos y conocimientos. Ahora la gente cada vez
confía más en aplicaciones y sigue instrucciones del teléfono móvil. Y esto irá
pasando también en decisiones más importantes, cómo en qué universidad
estudiar, a quién votar… Iremos cediendo poder de decisión, y no porque lo decida
un poder dictatorial, sino que seremos nosotros quienes querremos hacerlo. Hay
departamentos de policía de EEUU en los que es un algoritmo el que decide dónde
se debe desplegar a los patrulleros en función de los patrones de delincuencia,
no un sargento veterano como antes. Tengo un amigo en Israel que está
investigando en una inteligencia artificial que actúe como tutor de los niños
las 24 horas del día y les enseñe todo. Por supuesto los algoritmos no
acertarán en el 100% de las ocasiones… pero no lo necesitan, solo necesitan ser
mejores que un humano medio, y eso no es tan difícil.
-Dice usted que este es
solo un futuro posible. ¿Qué posibilidades tenemos de hacer que no sea así?
¿Hacer nuestros datos tan opacos como sea posible? ¿Confiar en nuestras propias
habilidades?
–Aún tenemos mucho margen para elegir cuánta autoridad ceder a
nuestro móvil. Pero hay un campo en el que será muy difícil resistir a esta
evolución, el de la medicina. En 20 o 30 años, el tipo de cuidados médicos que
podrás recibir si renuncias a tu intimidad será tan, tan superior al que
tenemos ahora que muy poca gente elegirá preservar su privacidad. Si un
Googledoctor puede monitorizarte 24 horas al día, todo lo que sucede en tu
cuerpo, y puede reconocer el inicio de una gripe, de un cáncer o un alzhéimer
cuando sea tratable, y has de elegir entre intimidad y salud, el 99% de la
gente elegirá salud y le dará permiso al Googledoctor. Tomemos otro ejemplo: la
gente dice que el futuro de la moneda es bitcoin, que eso será irresistible. Pero
una economía basada en el bitcoin hará perder a los gobiernos cualquier
capacidad de política monetaria y de garantizar el pago de los impuestos. No
creo que sea inevitable. Aún tenemos la posibilidad de tomar otras decisiones
políticas: por ejemplo desarrollar una divisa electrónica controlada por los
gobiernos, con sus ventajas pero sin anonimato. Aquí podemos elegir entre dos
futuros muy distintos.
-Usted dice que en su
libro expone una “predicción histórica”.
Parece una contradicción entre términos. Y muchos historiadores no estarán de
acuerdo con usted en que su trabajo sea el de especular con escenarios
alternativos, ni en el pasado ni mucho menos en el futuro. ¿Cómo entiende usted
la labor del historiador?
-Creo que el papel del historiador es el de plantear diferentes
posibilidades. La mayoría de la gente, cuando observa el mundo, cree que lo que
ve es natural, inevitable. Los historiadores somos importantes porque
reconstruimos el proceso por el cual el mundo ha llegado a ser como es, cómo el
capitalismo y el Estado Nación son las formas de organización dominantes hoy, y
entendemos las fuerzas que nos han llevado hasta aquí y también los accidentes
que han ocurrido durante este proceso y las alternativas que podrían haberse
hecho realidad. Porque los historiadores no ven el presente como algo natural y
eterno. Debemos utilizar este conocimiento para mirar hacia el futuro con una
perspectiva más abierta, para darnos cuenta de que hay alternativas a los
sistemas políticos, económicos y sociales que dominan el mundo hoy. Y esto es
lo que intento hacer. No predecir el futuro, algo que es imposible, sino abrir
mentes y pensar de una forma más creativa sobre el futuro.
-Habla de las guerras y el
hambre en África como problemas a corto plazo, y del cambio climático como una
preocupación a medio plazo, pero parece que le da menos importancia que a las
amenazas a largo plazo de esa sociedad de la inteligencia artificial. ¿Pero
llegará, si finalmente el agua nos llega literalmente al cuello?
–Mi temor es que el cambio climático puede destruir la mayoría de
sistemas ecológicos, la mayoría de los animales y plantas, la mayoría de la
gente, pero que la ciencia y la tecnología serán capaces de salvar a las
élites. Así que el el calentamiento global puede acelerar ese proceso del que
estábamos hablando. El peligro es que la élite política y económica, aunque sea
de forma inconsciente, siente que podrá escapar de ese desastre ecológico.
Fuente:
http://www.elperiodico.com/es/noticias/ocio-y-cultura/entrevista-yval-noah-harari-homo-deus-5482036
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